DURANTE LAS EXEQUIAS
DE JUAN PABLO II
La Providencia de Dios es misteriosa, porque acomoda las situaciones más
inesperadas para realizar sus planes divinos. Cuando Joseph Ratzinger fue
elegido Papa, ya era ampliamente conocido por la opinión pública mundial, tanto
por su brillante trayectoria intelectual como gracias a una serie de
"casualidades" relacionadas con los últimos días de Juan Pablo II.
Desde
el inicio del año 2005, la salud del Papa polaco empezó a decaer notablemente.
En febrero, fue internado en el Hospital Gemelli, donde le practicaron una
traqueotomía, que lo dejaría prácticamente sin voz.
El Papa Juan Pablo
fue dado de alta, y desde el Palacio Apostólico siguió las ceremonias de Semana
Santa. Y entonces sucedió un primer evento que puso al Card. Ratzinger ante los
millones de católicos. El Viernes Santo, el Papa no pudo presidir el Vía Crucis
en el Coliseo romano, que ahora fue encabezado por Mons. Ratzinger, Decano del
Colegio Cardenalicio, quien además había recibido el encargo de preparar las
reflexiones y oraciones para esta ceremonia.
Con el transcurrir de los
días, la salud de Juan Pablo II iba extinguiéndose. Sufrió un shock séptico y un
colapso respiratorio. Los medicamentos ya no surtían efecto. A pesar de la
gravedad, el Papa Wojtyla decidió no volver al hospital. Aguardaría el final, en
casa, al lado de sus amigos.
Uno de los que estaba allí era el Card.
Ratzinger, que lo visitó en su habitación el día anterior a su muerte. Juan
Pablo II "estaba, obviamente muy dolorido y rodeado de médicos y amigos. Se
encontraba todavía muy lúcido y me dio su bendición. Ya no podía hablar mucho",
comentó el Cardenal en una entrevista para la televisión polaca.
El 2 de
abril de 2005, Juan Pablo II se fue "a la casa del Padre". Mons. Ratzinger fue
el encargado de dirigir las exequias del difunto Pontífice. "Con gran calma y
eficacia el Decano del Colegio de cardenales puso en orden todo lo que había que
ordenar, sin ponerse en primer plano" (S. Von Kempis, Benedetto, p.
16).
Por esta razón, el Card. Ratzinger estuvo constantemente ante la
opinión pública mundial, los largos seis días previos a la Misa de Funeral, ya
que la cobertura televisiva en directo desde Roma, fue ininterrumpida durante
esos días. Posteriormente, el mundo estuvo pendiente del Cónclave que él mismo
presidió. Ambos eventos los hicieron un personaje habitual de los noticieros.
Las Misa exequial por Juan Pablo II se llevó a cabo el 8 de abril y fue
celebrada por Mons. Ratzinger. En su homilía, describió el itinerario espiritual
del Papa polaco. Fue inolvidable cuando señaló la ventana del Departamento
papal, evocando la imagen que todos teníamos de Juan Pablo II asomado desde ahí,
y dijo:
"Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la
ventana de la casa del Padre: nos ve y nos bendice. Sí, bendíganos, Santo Padre.
Confiamos tu querida alma a la Madre de Dios, tu madre, que te ha guiado cada
día y te guiará ahora hacia la gloria eterna de su hijo, Jesucristo Señor
Nuestro. Amén".
Con estas palabras, el purpurado alemán se despidió del
amigo que tanto se apoyó en él. Así rindió su testimonio ante millones de fieles
que seguían la transmisión en directo. Terminada la Misa, el Card. Ratzinger
roció el ataúd con agua bendita, lo incensó por última vez y el féretro fue
conducido a su tumba, en interior de la Basílica de San Pedro. Sin saberlo aún,
el Gran Juan Pablo era despedido por el que iba a ser su sucesor.
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