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domingo, 29 de diciembre de 2013

Reinara la Paz absoluta en la Creación...

¿Cómo dejar actuar a Jesús en mí? 
 ¿Cómo permitir que la gracia de Dios opere
 Libremente en mi vida?

«Sin mí no podéis hacer nada»

«Nuestra Indigencia,  Nuestro abandono»
 …Vivimos en un mundo aparentemente civilizado y  a la luz de la razón y de la evolución del mundo material, por la permisión de un Dios, que le dio al hombre la potestad de someter la tierra a su libre albedrío…

…Se nos  ha olvidado  quienes somos y de donde venimos, muchos no saben el verdadero sentido de su existencia,  desconocen las verdades eternas, de Fe y de creencia de un Dios creador de lo espiritual y material, de lo visible e invisible, desconocen en gran medida  las leyes que el creador determino antes del inicio de su creación para regir el universo con Igualdad, Equidad y Justicia.

«Para que reinara la paz absoluta en la creación»

Esas leyes deben regir en todos los planos materiales , espirituales, en todo lo creado, por consiguiente todo lo que se aparte de esa ley universal y se aparte del practicar el bien absoluto en cada deseo, en cada obra, en cada pensamiento, y en cada  acto que realice el ser humano y al igual en la  modificación de la materia, porque el hombre no crea, modifica  o mas bien transforma la materia y trata de conservarla pero en la mayoría de sus veces cae en su ignorancia, cae en falta de medios espirituales y materiales para entenderla, conservarla y purificarla.

Entendiendo lo anterior, Dios padre, creo el universo con su espíritu bueno, misericordioso y providente, tiene, y tendrá para cada elemento de la creación un plan divino de salvación, conservación y duración según sus designios, eso incluye al hombre sus bienes materiales y espirituales, «además que su fin, deseo y regreso Hacia Dios», ese regreso se dará solo  en el tiempo que nuestro padre celestial tenga previsto con su autoridad a cada uno de nosotros y al  universo entero y ha  su infinitud como Rey.

Seria una quimera decir y creer que el hombre por su propio libre albedrío retornara en cuerpo y espíritu a su creador, «si bien el ser humano como ser racional y libre debe cooperar», nos faltara siempre su gracia y misericordia la de Dios y su deseo providente.

«Pero teniendo en cuenta que solo hay que desear obtener esa gracia y la misericordia de Dios »

 Debemos clamar en todo tiempo, situación, lugar y estado, la mano salvadora, protectora y bondadosa de nuestro Padre Creador, para que ha bien en su tiempo y autoridad nos dispense sus gracias infinitas que nos ayudaran a transcender como espíritu y cuerpo a un grado de santidad alto como preparación para la gloriosa entrada a la eternidad.

«Mientas eso no suceda y esos pensamientos no lleguen a nuestras vidas andaremos divagando en el mundo, en nuestra mente, y en nuestro entorno sin un rumbo correcto. »

El verdadero Camino Hacia Dios, consiste en dejar que el actué en nuestras vidas como Rey soberano de toda nuestra existencia corporal, material, espiritual y de nuestros bienes,  ese dejar actuar a Dios, como Rey soberano, será pues el rogarle día y noche hasta el ultimo día de nuestra existencia que podamos todos nosotros juntos  obrar siempre , pensar siempre , hablar, desear conforme a sus mandatos y leyes universales de la creación que son amorosas, inmutables misericordiosas para con nosotros mismos, el prójimo y por consiguiente retornan en un solo deseo al proyecto divino del Creador.
«Es solo allí cuando se cumple la voluntad del padre Y el proyecto Divino de nuestro creador »

 Debemos tratar por todos los medios lícitos posibles estar siempre en sintonía con esas leyes grabadas en nuestro interior como un sello, por el solo hecho de ser todos Hijos de Dios, no importa la  edad, Raza, sexo, credo o estado,
«Todos somos hijos de Dios. »
El hombre por su libertad de pensamiento y esfuerzo de racionalidad siempre esta dividido en diferente sentir, desear, actuar y combate a diario consigo mismo y  con  todo el mundo que lo rodea, incluido a los hombres por defender  su propia visión y creencia en un Dios.

Pero se equivoca al actuar de esa manera, la única manera de ser buen Hijo de Dios, en este mundo material y como paso por esta vida, es con el cumplimiento y el esfuerzo decidido de cada ser humano por obrar siempre en la Verdad, la  Equidad, la Justicia, que son fruto del Amor, de la misericordia de Dios, y de su esencia que todos llevamos dentro y es 
 « la Semilla del Amor»

«La Semilla del Amor», es la que nuestro padre Dios sembró, nos dio, y solo con nuestro deseo y voluntad, obra y germina el Amor, cuando eso sucede en nuestras vidas es solo allí cuando  comienza nuestro verdadero nacimiento para esta vida y como preparación para la vida eterna.

El hombre al recorrer el mundo con sus propios planes materiales, espirituales, de creencia y de obras, no basadas en su plenitud en el Amor Absoluto, siempre estará  en el error.
Las consecuencias de andar en el error son la angustia, la tristeza, así el hombre posea conocimiento, posesión de bienes del mundo material y de creencia en un Dios.

Solo mediante la coherencia entre lo que se cree, se dice y se practica y basadas en la leyes  universales de la creación, el Amor en todo su esplendor serán el Camino seguro de regreso Hacia Dios, digo regreso por que algún día pasado partimos de Dios, y vamos trasegando día a día, segundo a segundo de regreso Hacia Dios.
Nuestro padre celestial sabe cuando, como y porque de la existencia suya, y la mía, y del mundo, solo esta a la espera que el hombre por voluntad propia algún día retorne a El, en un solo pensamiento y deseo, cuando eso pasa en nuestras vidas, gradualmente se va manifestando un proceso lento pero gradual y necesario de purificación.

Roguemos a  Dios para que su gracia ilumine nuestras conciencias desde nuestro interior, que con visión sobrenatural y con las mociones de su santo espíritu, nuestra    conciencia buena compare, analice, rectifique y enmiende siempre el camino recorrido y errado.

Por consiguiente, cuando el hombre en todos sus afanes del mundo y hasta de purificación y santidad, recorra conforme a lo preestablecido,  los mismos caminos de nuestro hermano Jesús, de Bondad, Misericordia, Perdón, Clamor, y Deseo, ese Caminar con Jesús en nuestras vidas es mirar, reflexionar nuestra vida al lado de los Evangelios, aplicarlos en todos los  sucesos del diario vivir, solo así, encontraremos la verdadera Vida,

«Una vida llena de Gozo, Paz y Felicidad».

Cuando el hombre no este mas dividido por causa de los diferentes dogmas, creencias y demás, cuando el hombre este unido, en un solo sentir, desear, obrar y amar, es solo allí cuando como mencione antes retorna el hombre y  la creación a Dios.

¿Faltara mucho para ello?

¿Y Cómo dejar actuar a Jesús en mí Vida?...

 …No podemos desconfiar de la grandeza de Dios de su poder y de su plan divino, el quiere que todos los Hombres lleguemos al conocimiento de la verdad, no en el tiempo del desespero  del hombre, si no en el tiempo que el tiene establecido con su autoridad.

A todos nosotros los hombres nos llega la iluminación de nuestra conciencia como a San Pablo, a todos por diferente medio y circunstancia, Dios nos muestra su gracia, su misericordia y empieza poco a poco el hombre como un niño gateando Dios a enseñarnos, a caminar en su Santa y Alabada Voluntad, y poco a poco al hombre le corresponde, aceptar y dejarse guiar, no en el desespero si no en la tranquilidad del que sabe conducir por un padre que todo lo tiene planeado para con su creación, los hombres y nuestra salvación.

Mirando el mundo sus riquezas, sus progresos y en contraste la miseria tanto espiritual como material de algunos de nosotros,  es cuando clamamos al padre celestial para que como en la antigüedad derrame mas su gracia abundante y misericordia para con su pueblo abatido  e ignorante de la verdad y del verdadero Camino y sentido de nuestra Existencia.

Señor:

Hoy te pido desde el fondo de mi corazón 
con humildad profunda

Que todos los hombres presentes y futuros
 lleguemos al Conocimiento de la Verdad,

 Que todos los hombres seamos Iluminados  por tu gracia, bondad y misericordia,

Y conforme a esa gracia tuya, 
obremos en Equidad, Justicia y Amor,

Para que pronto en el tiempo tuyo no en el mío retorne 
toda tu creación a la Paz.

La paz absoluta se perdió en la creación inicial 
por nuestra causa,

También Se pierde a diario por nuestra causa,
Hoy Señor,  podemos recobrarla poco a poco 
con nuestro clamor,

Con nuestro deseo, con nuestro actuar,

Pero solo la Paz, se da en esta vida cuando desde nuestro interior obremos conforme a tu palabra y  a tu ley Señor.

Enséñanos Señor a obrar siempre en todo tiempo y lugar conforme a tus mandatos,

Señor enséñanos a obrar siempre en tu palabra 
y  a tu deseo providente que tuviste desde 
el inicio de la creación y del Paraíso.

Señor: la ley de tu casa es y debe ser nuestro anhelo diario, debe ser  la  meta de todo hombre habitante de este mundo, mientras sigamos obrando conforme a nuestros deseos y caprichos no basados, en la Equidad y Justicia Social para con Dios, el prójimo y nosotros mismos  no podremos gozar de la tierra prometida de la Paz en nuestro interior y el mundo presente.

La riqueza, el sometimiento, la desigualdad, la intolerancia, y el desamor aun reinan en nuestro interior y hacia nuestro exterior, y  en  el mundo entero, los deseos de una vida regalada de paz y felicidad siempre serán nuestra meta.

Preguntémonos hoy con sinceridad absoluta,

¿Como  Restablecer la Paz, 
el Amor y la Justicia en toda la faz de la tierra. ?

¿Cómo dejar actuar a Jesús en mí?...

A estas preguntas le saldrán muchos interrogantes y respuestas pero para mi, una pobre alma necesitada del amor de Dios a diario, solo le resta, clamar siempre  en Oración profunda y deseo, para que nuestro Padre Celestial en su tiempo y autoridad nos de a todos  la Gracia y el deseo de actuar siempre y en todo lugar, basados en su ley única primera e inmutable que es el «Amor».

«Para poder  obtener una vida llena de Gozo, 
Paz y Felicidad».

Que difícil actuar así, que fácil escribir paginas enteras, pero he encontrado un remedio oportuno a estos deseos y pensamientos y que hoy con la gracia del espíritu santo que me ilumina les comunico, y es, y será siempre,  el de Orar sin desfallecer, para que el buen Juez, obre conforme a su misericordia y esencia de padre, e ilumine y restaure los corazones heridos, maltratados, olvidados, enfermos en cuerpo y alma de la humanidad por cualquier causa, espiritual o del hombre mismo contra el mismo hombre.

La restauración de cada alma y cuerpo de la humanidad corresponden a un solo desear de toda la humanidad, cuando se desea  con sinceridad, se buscan los medios para lograrlo y estoy seguro que Nuestro Padre Celestial, pondrá en el tiempo presente y futuro los medios necesarios para que eso se de en cada alma que habita el Universo entero.

Dudar de ello seria poner a triunfar otra ley por encima de la de Dios, y Dios como ley única primera e inmutable sabe y sabrá dar en el tiempo los medios necesarios para que cada alma alcance la meta a si sea como en la cruz con el buen ladrón que hasta el ultimo momento tubo la oportunidad de cambiar, solo con un deseo sincero de aceptación, de reconocimiento y de Amor lo logro.

Seria ilógico que tuviéramos que esperar hasta el final de nuestra existencia para una conversión aceptación y deseo de la voluntad del padre, pero como creemos en la vida eterna podemos estar seguros que antes que termine nuestra existencia y empiece nuestro nacimiento a la vida eterna tendremos la oportunidad de decirle si Señor :
«Hágase en mí según tu Voluntad. »
Como lo hizo nuestra madre,
La madre de Dios y la madre tuya también.

Hoy a través de este escrito Dios nos invita y urge, a rectificar el camino recorrido en el error, a través de estas palabras iluminadas Dios te  clama, e  invita y anuncia nuevamente  la buena nueva de la Salvación Eterna para Ti y para Mi y nuestro Prójimo.

«Ese Camino de salvación solo se logra esforzándonos a diario por cumplir las leyes y mandatos de Dios  que no son mas que su santa y alabada Voluntad,
El Bien en toda su plenitud  a la creación entera incluido el hombre. »

La Verdadera indigencia del hombre, no es solo la material, física y la carencia de medios materiales, y de salud, la única y verdadera indigencia y drogadicción del hombre es caminar en esta vida presente en la drogadicción del error, la desprotección de los medios necesarios para su santificación y el no reconocerse nunca,

«Hijo de Dios»
Recordad siempre: «Todos somos hijos de Dios. »

Somos siempre en esta vida presente Hijos pródigos, Estemos seguros que Dios esta siempre a nuestra espera como el padre de la parábola del  Hijo prodigo.

Nuestro padre Dios esta siempre a la espera, que regresemos para colmarnos de anillos de Paz, ropajes nuevos de Felicidad y darnos una habitación segura y eterna en la vida futura.

 Con nuestros seres queridos que partieron ya, con los justos y los coros celestiales que comparten la plenitud de los dones que nuestro creador dispensa en la eternidad.

Hoy nuevamente los invito con humildad profunda a trabajar arduamente por nuestra santificación personal y colectiva.

Hoy nuevamente los invito con humildad profunda a trabajar por la purificación de nuestros deseos, y de nuestros  sentidos,

Hoy nuevamente los invito con humildad profunda a trabajar por la purificación de nuestros actos diarios que de seguro, 
si son realizados teniendo como base los principios evangélicos consignados en la vida de Jesús estaremos cumpliendo la Voluntad de nuestro padre. 

Hoy nuevamente los invito con humildad profunda a cumplir , las leyes universales de la creación recopiladas en los 10 mandamientos para que  podamos cantar todos juntos las alabanzas eternas.
 Compartir la plenitud de los dones
poder Gozar de  verdadera paz absoluta, 
 perdida en el paraíso 
y prometida por nuestro Señor.


Así sea.


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sábado, 28 de diciembre de 2013

el Camino Seguro hacia la Vida Eterna.



El problema fundamental de nuestra vida espiritual 
llega a ser el siguiente:

¿cómo dejar actuar a Jesús en mí?
 ¿Cómo permitir que la gracia de Dios opere
 libremente en mi vida?
La  Santidad y el servicio al prójimo suele ser también agitada y angustiada ...
...En lugar de confiada y serena  
como lo sería si tuviéramos 
la actitud de los niños que nos pide el Evangelio.

«Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones»
La experiencia os demostrará que la paz,
que infundirá en vosotros la caridad,
el amor a Dios y al prójimo.

Es el Camino Seguro hacia la Vida Eterna.

Nuestra época es una época de agitación y de inquietud  Esta tendencia, evidente en la vida cotidiana de nuestros contemporáneos, se manifiesta también con gran frecuencia en el ámbito mismo de la vida cristiana y espiritual: 


Por lo tanto, es fundamental que lleguemos a comprender un día que el itinerario hacia Dios y hacia la perfección que se nos pide.

Es mucho más eficaz, más corto y también mucho más fácil cuando el hombre aprende poco a poco a conservar en cualquier circunstancia una profunda paz en su corazón.

En la tradición de la Iglesia, esta enseñanza ha sido abordada frecuentemente por los autores espirituales.
  
CAMINO DE SANTIDAD

«Sin mí no podéis hacer nada»,ha dicho Jesús (Jn 15, 5).

Para comprender la importancia fundamental que tiene, en el desarrollo de la vida cristiana, el afán por adquirir y conservar lo más posible la paz del corazón, en primer lugar hemos de estar plenamente convencidos de que todo el bien que podamos hacer viene de Dios y sólo de Él.

«Sin mí no podéis hacer nada»,ha dicho Jesús (Jn 15, 5).

No ha dicho: no podéis ha­cer gran cosa, sino «no podéis hacer nada». 

Es esencial que estemos bien persuadidos de esta verdad, y para que se imponga en nosotros no sólo en el plano de la inteligencia, sino como una experiencia de todo el ser,

habremos de pasar por frecuentes fracasos, pruebas y humillaciones permitidas por Dios. 

Él podría ahorrarnos todas esas pruebas, pero son necesarias para convencernos de nuestra radical impotencia 
para hacer el bien por nosotros mismos. 

Según el testimonio de todos los Santos, nos es indispensable adquirir esta convicción.

En efecto, es el preludio imprescindible para las grandes cosas que el Señor, hará en nosotros por el poder de su gracia. 

Por eso, Santa Teresa de Lisieux decía que la cosa más grande que el Señor, había hecho en su alma era,

 «haberle mostrado su pequenez y su ineptitud».

Si tomamos en serio las palabras del Evangelio de San Juan citadas más arriba, comprenderemos que el problema fundamental de nuestra vida espiritual llega a ser el siguiente:

¿cómo dejar actuar a Jesús en mí?
 ¿Cómo permitir que la gracia de Dios opere
 libremente en mi vida?

A eso debemos orientarnos, no a imponernos principalmente una serie de obligaciones, por buenas que nos parezcan, ayudados por nuestra inteligencia, según nuestros proyectos, con nuestras aptitudes, etc.

Debemos sobre todo intentar descubrir las actitudes profundas de nuestro corazón, las condiciones espirituales que permiten a Dios actuar en nosotros.

Solamente así podremos dar fruto,
 «un fruto que permanece»
(Jn 15, 16).

La pregunta: «¿Qué debemos hacer para que la gra­cia de Dios actúe libremente en nuestra vida?», 

No tiene una respuesta unívoca, una receta general. Para responder a ella de un modo completo, sería necesario todo un tratado de vida cristiana que hablara de la plegaria (especialmente de la oración, tan fundamental en este sentido...), de los sacramentos, de la purificación del corazón, de la docilidad al Espíritu Santo, etc., y de todos los medios por los que la gracia de Dios puede penetrar más profundamente en nuestros corazones.

En estas cortas palabras no pretendemos abordar todos esos temas. Solamente queremos referirnos a un aspecto de la respuesta a la pregunta anterior.

Hemos elegido hablar de él, porque es de una importancia absolutamente fundamental. Además, en la vida concreta de la mayor parte de los cristianos, incluso muy generosos en su fe, es demasiado poco conocido y tomado en consideración.

La verdad esencial que debemos decir  es la siguiente:

para permitir que la gracia de Dios actúe en nosotros y 
(con la cooperación de nuestra voluntad, de nuestra inteligencia y de nuestras aptitudes, por supuesto) 

produzca todas esas obras buenas que Dios preparó para que por ellas caminemos (Ef 2, 10), es de la mayor importancia que nos esforcemos por adquirir y conservar la paz interior, la paz de nuestro corazón.

Para hacer comprender esto podemos emplear una imagen (no demasiado «forzada»,  que podrá esclarecerlo.

Consideremos la superficie de un lago sobre la que brilla el sol. Si la superficie de ese lago es serena y tranquila, el sol se reflejará casi perfectamente en sus aguas, y tanto más perfectamente cuanto más tranquilas sean.

 Si, por el contrario, la superficie del lago está agitada, removida  la imagen del sol no podrá reflejarse en ella.

Algo así sucede en lo que se refiere a nuestra alma respecto a Dios: 
Cuanto más serena y tranquila está, 
más se refleja Dios en ella, más se imprime 
su imagen en nosotros, mayor es la actuación de su gracia.

Si, al contrario, nuestra alma está agitada y turbada   la gracia de Dios actuará con mayor dificultad. 

Todo el bien que podemos hacer es un reflejo 
del Bien esencial que es Dios. 

Cuanto más serena, ecuánime y abandonada esté nuestra alma, más se nos comunicará ese Bien y, a través de nosotros, a los de­más. 
El Señor .
dará fortaleza a su pueblo, el Señor bendecirá
 a su pueblo con la paz (Ps 29, 11).

 Dios es el Dios de la pazNo habla ni opera más que en medio de la paz, no en la confusión ni en la agitación.

Recordemos la experiencia del profeta Elias en el Horeb: Dios no estaba en el huracán, ni en el temblor de la tierra, ni en el fuego, ¡sino en el li­gero y blando susurro (cf. 1 Re, 19)!

Con frecuencia nos inquietamos y nos alteramos pretendiendo resolver todas las cosas por nosotros mismos, mientras que sería mucho más eficaz permanecer tranquilos bajo la mirada de Dios y dejar que Él, actué en nosotros con su sabiduría y su poder infinitamente superiores. 

Porque así dice el Señor, el Santo de Israel: En la conversión y la quietud está vuestra salvación, y la quietud y la confianza serán vuestra fuerza, pero no habéis querido (Is 30, 15).

Bien entendido, nuestro discurso no es una invitación a la pereza o la inactividad. Es la invitación a actuar, a actuar mucho en ciertas ocasiones, pero bajo el impulso del Espíritu de Dios, que es un espí­ritu afable y sereno, y no en medio de ese espíritu de inquietud, de agitación y de excesiva precipitación que, con demasiada frecuencia, nos mueve. 

Ese celo, incluso por Dios, a menudo está mal clarificado. San Vicente de Paúl, la persona menos sospechosa de pereza que haya existido, decía: «El bien que Dios hace lo hace por El mismo, casi sin que nos demos cuen­ta. Hemos de ser más pasivos que activos».

Hay quien podría pensar que esta búsqueda de la paz interior es egoísta: 

¿cómo proponerla como uno de los objetivos principales de nuestros esfuerzos, cuando hay en el mundo tanto sufrimiento y tanta miseria?

En primer lugar, debemos responder a esto que la paz interior de la que se trata es la del Evangelio; no tiene nada que ver con una especie de impasibilidad, de anulación de la sensibilidad o de una fría indiferencia encerrada en sí misma de las que podrían dar­nos una imagen las estatuas de Buda o ciertas actitudes del yoga. 

Al contrario, como veremos a continuación, es el corolario natural de un amor, de una auténtica sensibilidad ante los sufrimientos del prójimo y de una verdadera compasión, pues solamente esta paz del corazón nos libera de nosotros mismos, aumenta nuestra sensibilidad hacia los otros y nos hace disponibles para el prójimo.

Hemos de añadir que únicamente el hombre que goza de esta paz interior puede ayudar eficazmente asu hermano

¿Cómo comunicar la paz a los otros si carezco de ella?
 ¿Cómo habrá paz  en las familias, en la sociedad y entre las personas si, en primer lugar, no hay paz en los corazones?

«Adquiere la paz interior, y una multitud encontrará 
la salvación a tu lado»,

Decía San Serafín de Sarov. Para adquirir esta paz interior, él se esforzó por vivir muchos años luchando por la conversión del corazón y por una oración incesante.

Tras dieci­séis años de fraile, dieciséis como eremita y luego otros dieciséis recluido en una celda, sólo comenzó a tener una influencia visible después de vivir cuarenta y ocho años entregado al Señor. Pero a partir de entonces  ¡qué frutos!

Miles de peregrinos se acercaban a él y marchaban reconfortados, liberados de sus dudas e inquietudes, descifrada su vocación, y curados en sus cuerpos y en sus almas.

Las palabras de San Serafín atestiguan su experiencia personal, idéntica a la de otros muchos santos.

 El hecho de conseguir y conservar la paz interior, imposible sin la oración, debiera ser considerado como una prioridad para cualquiera, sobre todo para  quien desee hacer algún bien a su prójimo. De otro modo, generalmente no hará más que transmitir sus propias angustias e inquietudes.

No obstante, hemos de afirmar otra verdad no menos importante que la enunciada anteriormente:

Que la vida cristiana es un combate, una lucha sin cuartel. En la carta a los Efesios, San Pablo nos invita a revestirnos de la armadura de Dios para luchar no con­tra la carne o la sangre, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de ese mundo te­nebroso, contra los espíritus malignos que están por las regiones aéreas (Ef 6, 10-17), y detalla todas las piezas de la armadura que hemos de procurarnos.

Todo cristiano debe estar firmemente convencido de que, en ningún caso, su vida espiritual puede ser el desarrollo tranquilo de una vida insignificante, sin historia, sino que debe ser el terreno de una lucha constante, y a veces dolorosa, que sólo dará fin con la muerte:

Lucha contra el mal, las tentaciones y el pecado que lleva en su interior. 

Este combate es inevitable  pero hay que considerarlo como una realidad extraordinariamente positiva. 

Porque «sin guerra no hay paz» (Santa Catalina de Siena), sin combate no hay victoria. Y ese combate es realmente el terreno de nuestra purificación, de nuestro crecimiento espiritual  donde aprendemos a conocernos en nuestra debilidad y a conocer a Dios en su infinita misericordia; en definitiva, ese combate es el ámbito de nuestra transfiguración y de nuestra glorificación.

Sin embargo, el combate espiritual del cristiano, aunque en ocasiones sea duro, no es en modo alguno la lucha desesperada del que se debate en medio de la soledad y la ceguera sin ninguna certeza en cuanto al resultado de ese enfrentamiento. 

Es el combate del que lucha con la absoluta certeza de que ya ha conseguido la victoria, pues el Señor ha resucitado: 

«No llores, ha vencido el león de la tribu de Judá» (Ap 5, 5).

 No combate con su fuerza, sino con la del Señor que le dice: 

«Te basta mi gracia, pues mi fuer­za
 se hace perfecta en la flaqueza» 
(2 Co 12, 9),

y su arma principal no es la firmeza natural del carácter o la capacidad humana, sino la fe, esa adhesión total a Cristo que le permite, incluso en los peores mo­mentos, abandonarse con una confianza ciega en Aquel que no puede abandonarlo.

«Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Flp 4, 13). 

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?»
 (Sal 27).

El cristiano, llamado como está a «resistir hasta la sangre luchando contra el pecado» (Heb 12, 4),

Com­bate a veces con violencia, pero combate con un corazón sereno, y ese combate es tanto más eficaz cuanto más sereno está su corazón. 

Porque, como ya hemos dicho, es justamente esa paz interior la que le permite luchar no con sus propias fuerzas, que quedarían rápidamente agotadas,
 sino con las de Dios.


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viernes, 27 de diciembre de 2013

Hoy 27, Fiesta de San Juan, Evangelista...

San Juan tuvo la inmensa dicha de ser el discípulo
 más amado por Jesús. 



Nació en Galilea y fue hijo de Zebedeo y 
hermano de Santiago el mayor.

San Juan era pescador, tal como su hermano y su padre, y según señalan los antiguos relatos, al parecer fue San Juan, que también fue disicípulo de Juan el Bautista, uno de los dos primeros discípulos de Jesús junto con Andrés.


 La primera vez que Juan conoció a Jesús estaba con su hermano Santiago, y con sus amigos Simón y Andrés remendando las redes a la orilla del lago; el Señor pasó cerca y les dijo: 

"Vengan conmigo y los haré pescadores de almas".

 Ante este subliminal llamado, el apóstol dejó inmediatamente sus redes, 
a su padre y lo siguió. 

Juan evangelista conformó junto con Pedro y Santiago,
el pequeño grupo de preferidos que Jesús llevaba a todas partes y que presenciaron sus más grandes milagros. 


Los tres estuvieron presentes en la Transfiguración.

Presenciaron la resurrección de la hija de Jairo. 

Los tres presenciaron la agonía de Cristo en el Huerto de los Olivos; 
y junto con Pedro se encargó de preparar la Última Cena. 

A Juan y su hermano Santiago les puso Jesús un sobrenombre:

"Hijos del trueno",
Debido al carácter impetuoso que ambos tenían. Estos dos hermanos vanidosos y malgeniados se volvieron humildes, amables y bondadosos cuando recibieron el Espíritu Santo. Juan, en la Última Cena, tuvo el honor de recostar su cabeza sobre el corazón de Cristo. 

Fue el único de los apóstoles que estuvo presente en el Calvario. Y recibió de Él en sus últimos momentos el más precioso de los regalos. 

Cristo le encomendó que se encargara de cuidar a la Madre Santísima María, como si fuera su propia madre, diciéndole: 

"He ahí a tu madre". Y diciendo a María: "He ahí a tu hijo". 

El domingo de la resurrección, fue el primero de los apóstoles en llegar al sepulcro vacío de Jesús. Después de la resurrección de Cristo, en la segunda pesca milagrosa, Juan fue el primero en reconocer a Jesús en la orilla.


 Luego Pedro le preguntó al Señor señalando a Juan: 

"¿Y éste qué?". Jesús le respondió: "Y si yo quiero que se quede hasta que yo venga, a ti qué?".

 Con esto algunos creyeron que el Señor había anunciado que Juan no moriría. Pero lo que anunció fue que se quedaría vivo por bastante tiempo, hasta que el reinado de Cristo se hubiera extendido mucho. 

Y en efecto vivió hasta el año 100, y fue el único apóstol al cual no lograron matar los perseguidores. Juan se encargó de cuidar a María Santísima como el más cariñoso de los hijos.

Con Ella se fue a evangelizar a Éfeso y la acompañó hasta la hora de su gloriosa muerte. 

El emperador Dominiciano quiso matar al apóstol San Juan y lo hizo echar en una olla de aceite hirviente, pero él salió de allá más joven y más sano de lo que había entrado.


Desterrado de la isla de Patmos, 
donde fue escrito el Apocalipsis. 

Después volvió otra vez a Éfeso donde escribió el Evangelio. 
A San Juan Evangelista se le representa con un águila al lado, 
como símbolo de la elevada espiritualidad que transmite con sus escritos.

 Ningún otro libro tiene tan elevados pensamientos como su Evangelio. 
Según señala San Jerónimo cuando San Juan era ya muy anciano se hacía llevar a las reuniones de los cristianos y lo único que les decía siempre era esto: "hermanos, ámense los unos a otros". 

Una vez le preguntaron por qué repetía siempre lo mismo, y respondió: 

"es que ese es el mandato de Jesús,
 y si lo cumplimos, todo lo demás vendrá por añadidura".

 San Epifanio señaló que San Juan murió hacia el año 
100 a los 94 años de edad.


Tambien Sabemos de San Juan que desde que conoció al Señor, no le abandonó jamás. 

Cuando ya  era anciano escribe su Evangelio, no deja de anotar la hora en la que se produjo el primer encuentro con Jesús: 

Era alrededor de la hora décima (Juan 1, 39), 
las cuatro de la tarde.

 No tendría aún veinte años cuando correspondió a la llamada del señor , y lo hizo con el corazón entero, con un amor indiviso, exclusivo. 

Toda la vida de Juan estuvo centrada en su Señor y Maestro; en su fidelidad a Jesús encontró el sentido de su vida. Ninguna resistencia opuso a la llamada, y supo estar en el Calvario cuando todos los demás habían desaparecido.

 Así ha de ser nuestra vida: Jesús espera de cada uno de nosotros una fidelidad alegre y firme, como fue la del Apóstol Juan. También en los momentos difíciles.

Junto con Pedro, San Juan recibió del Señor particulares muestras de amistad y de confianza. El Evangelista se cita discretamente a sí mismo como el discípulo a quien Jesús amaba (Juan 13, 23; 19, 26 etc.). 

La suprema expresión de confianza en el discípulo amado tiene lugar cuando, desde la Cruz, el Señor le hace entrega del amor más grande que tuvo en la tierra: su santísima Madre (Juan 19, 26-27). 

Hoy, en su festividad, miramos a San Juan con una santa envidia por el inmenso don que le entregó el Señor, y a la vez hemos de agradecer los cuidados que con Ella tuvo hasta el final de sus días aquí en la tierra.

 Hemos de aprender de él a tratar a nuestra Madre con confianza: Juan recibe a María, la introduce en su casa, en su vida.

 El Evangelio, al relatarnos la vida de Juan, nos invita a todos los cristianos para que pongamos también a María en nuestra vida.

Hemos de pedirle a San Juan que nos enseñe a distinguir el rostro de Jesús en medio de las realidades en las que nos movemos. 

Porque Él está muy cerca de nosotros y es el único que puede darle sentido a lo que hacemos. 

San Juan nos insiste en mantener la pureza de la fe y la fidelidad del amor fraterno. Ya anciano repetía a sus discípulos continuamente: "Hijitos, amaos los unos a los otros" 

Le preguntaron por su insistencia en repetir lo mismo, y respondía: "Este es el mandamiento del Señor y, si se cumple, él solo basta"

Le pedimos Hoy  a San Juan :
Que nos enseñe a tratar a la Virgen y a los que están a nuestro alrededor.
Con el mismo amor que él trató a los que estaban cerca de él.


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