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sábado, 18 de octubre de 2014

Mensaje final del Sínodo sobre la Familia..

Reclamamos a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia 
para el bien común.

Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie. 


Los Padres Sinodales, reunidos en Roma junto al Papa Francisco en la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, nos dirigimos a todas las familias de los distintos continentes y en particular a aquellas que siguen a Cristo, que es camino, verdad y vida. 

Manifestamos nuestra admiración y gratitud por el testimonio cotidiano che ofrecen a la Iglesia y al mundo con su fidelidad, su fe, su esperanza y su amor.

Nosotros, pastores de la Iglesia, también nacimos y crecimos en familias con las más diversas historias y desafíos. 

Como sacerdotes y obispos nos encontramos y vivimos junto a familias que, con sus palabras y sus acciones, nos mostraron una larga serie de esplendores y también de dificultades.

La misma preparación de esta asamblea sinodal, a partir de las respuestas al cuestionario enviado a las Iglesias de todo el mundo, nos permitió escuchar la voz de tantas experiencias familiares. 

Después, nuestro diálogo durante los días del Sínodo nos ha enriquecido recíprocamente, ayudándonos a contemplar toda la realidad viva y compleja de las familias.

Queremos presentarles las palabras de Cristo: “Yo estoy ante la puerta y llamo, Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20). 

Como lo hacía durante sus recorridos por los caminos de la Tierra Santa, entrando en las casas de los pueblos, Jesús sigue pasando hoy por las calles de nuestras ciudades. 

En sus casas se viven a menudo luces y sombras, desafíos emocionantes y a veces también pruebas dramáticas. La oscuridad se vuelve más densa, hasta convertirse en tinieblas, cundo se insinúan el el mal y el pecado en el corazón mismo de la familia.

Ante todo, está el desafío de la fidelidad en el amor conyugal. La vida familiar suele estar marcada por el debilitamiento de la fe y de los valores, el individualismo, el empobrecimiento de las relaciones, el stress de una ansiedad que descuida la reflexión serena. 

Se asiste así a no pocas crisis matrimoniales, que se afrontan de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio.

  Los fracasos dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y problemáticas para la opción cristiana.

Entre tantos desafíos queremos evocar el cansancio de la propia existencia. Pensamos en el sufrimiento de un hijo con capacidades especiales, en una enfermedad grave, en el deterioro neurológico de la vejez, en la muerte de un ser querido.

 Es admirable la fidelidad generosa de tantas familias que viven estas pruebas con fortaleza, fe y amor, considerándolas no como algo que se les impone, sino como un don que reciben y entregan, descubriendo a Cristo sufriente en esos cuerpos frágiles.

Pensamos en las dificultades económicas causadas por sistemas perversos, originados “en el fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” (Evangelii gaudium, 55), que humilla la dignidad de las personas. 

Pensamos en el padre o en la madre sin trabajo, impotentes frente a las necesidades aun primarias de su familia, o en los jóvenes que transcurren días vacíos, sin esperanza, y así pueden ser presa de la droga o de la criminalidad.

Pensamos también en la multitud de familias pobres, en las que se aferran a una barca para poder sobrevivir, en las familias prófugas que migran sin esperanza por los desiertos, en las que son perseguidas simplemente por su fe o por sus valores espirituales y humanos, en las que son golpeadas por la brutalidad de las guerras y de distintas opresiones.

 Pensamos también en las mujeres que sufren violencia, y son sometidas al aprovechamiento, en la trata de personas, en los niños y jovenes víctimas de abusos también de parte de aquellos que debían cuidarlos y hacerlos crecer en la confianza, y en los miembros de tantas familias humilladas y en dificultad. 

Mientras tanto, “la cultura del bienestar nos anestesia y […] todas estas vidas truncadas por la falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera” (Evangelii gaudium, 54). 

Reclamamos a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia 
para el bien común.

Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie. 

Agradecemos a los pastores, a los fieles y a las comunidades dispuestos a acompañar y a hacerse cargo de las heridas interiores y sociales de los matrimonios y de las familias.

***

También está la luz que resplandece al atardecer detrás de las ventanas en los hogares de las ciudades, en las modestas casas de las periferias o en los pueblos, y aún en viviendas muy precarias. Brilla y calienta cuerpos y almas.

Esta luz, en el compromiso nupcial de los cónyuges, se enciende con el encuentro: es un don, una gracia que se expresa –como dice el Génesis (2, 18) 

– cuando los dos rostros están frente a frente, en una “ayuda adecuada”, es decir semejante y recíproca. 

El amor del hombre y de la mujer nos enseña que cada uno necesita al otro para llegar a ser él mismo, aunque se mantiene distinto del otro en su identidad, que se abre y se revela en el mutuo don. Es lo que expresa de manera sugerente la mujer del Cantar de los Cantares: “Mi amado es mío y yo soy suya… Yo soy de mi amado y él es mío” (Ct 2, 17; 6, 3).

El itinerario, para que este encuentro sea auténtico, comienza en el noviazgo, tiempo de la espera y de la preparación. Se realiza en plenitud en el sacramento del matrimonio, donde Dios pone su sello, su presencia y su gracia. 

Este camino conoce también la sexualidad, la ternura y la belleza, que perduran aun más allá del vigor y de la frescura juvenil. El amor tiende por su propia naturaleza a ser para siempre, hasta dar la vida por la persona amada (cf. Jn 15, 13). 

Bajo esta luz, el amor conyugal, único e indisoluble, persiste a pesar de las múltiples dificultades del límite humano, y es uno de los milagros más bellos, aunque también es el más común.

Este amor se difunde naturalmente a través de la fecundidad y la generatividad, que no es sólo la procreación, sino también el don de la vida divina en el bautismo, la educación y la catequesis de los hijos. 

Es también capacidad de ofrecer vida, afecto, valores, una experiencia posible también para quienes no pueden tener hijos. Las familias que viven esta aventura luminosa se convierten en un testimonio para todos, en particular para los jóvenes.

Durante este camino, que a veces es un sendero de montaña, con cansancios y caídas, siempre está la presencia y la compañía de Dios. La familia lo experimenta en el afecto y en el diálogo entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas. 

Además lo vive cuando se reúne para escuchar la Palabra de Dios y para orar juntos, en un pequeño oasis del espíritu que se puede crear por un momento cada día. También está el empeño cotidiano de la educación en la fe y en la vida buena y bella del Evangelio, en la santidad. 

Esta misión es frecuentemente compartida y ejercitada por los abuelos y las abuelas con gran afecto y dedicación. Así la familia se presenta como una auténtica Iglesia doméstica, que se amplía a esa familia de familias que es la comunidad eclesial. Por otra parte, los cónyuges cristianos son llamados a convertirse en maestros de la fe y del amor para los matrimonios jóvenes.

Hay otra expresión de la comunión fraterna, y es la de la caridad, la entrega, la cercanía a los últimos, a los marginados, a los pobres, a las personas solas, enfermas, extrajeras, a las familias en crisis, conscientes de las palabras del Señor: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 35). Es una entrega de bienes, de compañía, de amor y de misericordia, y también un testimonio de verdad, de luz, de sentido de la vida.

La cima que recoge y unifica todos los hilos de la comunión con Dios y con el prójimo es la Eucaristía dominical, cuando con toda la Iglesia la familia se sienta a la mesa con el Señor. Él se entrega a todos nosotros, peregrinos en la historia hacia la meta del encuentro último, cuando Cristo 

“será todo en todos” (Col 3, 11).

 Por eso, en la primera etapa de nuestro camino sinodal, hemos reflexionado sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión.

Nosotros, los Padres Sinodales, pedimos que caminen con nosotros hacia el próximo Sínodo. Entre ustedes late la presencia de la familia de Jesús, María y José en su modesta casa.

 También nosotros, uniéndonos a la familia de Nazaret, elevamos al Padre de todos nuestra invocación por las familias de la tierra:

Padre, regala a todas las familias la presencia de esposos fuertes y sabios, que sean manantial de una familia libre y unida.
Padre, da a los padres una casa para vivir en paz con su familia.

Padre, concede a los hijos que sean signos de confianza y de esperanza y a jóvenes el coraje del compromiso estable y fiel.

Padre, ayuda a todos a poder ganar el pan con sus propias manos, a gustar la serenidad del espíritu y a mantener viva la llama de la fe también en tiempos de oscuridad.

Padre, danos la alegría de ver florecer una Iglesia cada vez más fiel y creíble, una ciudad justa y humana, un mundo que ame la verdad, la justicia y la misericordia.

martes, 14 de octubre de 2014

Discernimiento de Espíritus...

...En 1Co.12,10, nos dice la Biblia, que uno de los dones dados por el Espíritu Santo a la Iglesia,
 es el discernimiento de espíritus.



Este don es utilizado para proteger a los creyentes de espíritus malos que se muevan en el ambiente o bien dirigirlo hacia donde el Espíritu nos lleve de manera sobrenatural.

Discernir significa reconocer o identificar. Separar para elegir; discernimos lo  bueno de lo malo, tiene que ver con la búsqueda  que tiene el hombre de Dios, de lo que le agrada, encontrándose en ese caminar fuerzas contrarias pero desiguales, la  acción del espíritu de Dios que trata de conducirlo por la verdadera senda,

ayudándole a reconocer y vencer los obstáculos y la acción del mal. El demonio  que es enemigo de Dios, que trata de todos los medios a su alcance de  apartarnos del camino verdadero y así precipitarlo junto a él al abismo eterno (1P.  

5,8; Gn.3,14 ; Mt. 4,1-10).


Nosotros mismos y nuestros intereses, porque  podemos estar escuchando nuestra voz interior y la podemos confundir porque nos  
agrada mucho lo que escuchamos.


El discernimiento puede ser el arte del sentido común es decir una intuición  natural que puede ser adquirida o puede ser un carisma, un don particular que  comunica el Espíritu Santo para reconocer de que origen provienen los movimientos  

interiores del alma.


El “arte” del discernimiento no sustituye la luz de Dios. Siempre será necesario pedir esa luz para usar acertadamente las reglas de discernimiento.

El poder utilizar el discernimiento de espíritus es un regalo dado por Dios ( 1 Cor 12:7, Gál 3:5,), el cual nos guía hacia el orden de Dios (1 Cor 14:29-33) en medio del mover del Espíritu Santo y de los otros espíritus .

Este don nos sirve para: Prevenir,Ver mas allá de lo que muchos ven, Ponernos en aviso, Distinguir, Ver las intenciones del corazón .

Además de estos usos que Dios le da a este maravilloso don, existen lugares y ocasiones especiales por las cuales se puede "activar", es decir 
que puede ser utilizado en momentos como los siguientes:


En ministración (Se discierne por medio de la confesión, imposición de manos, al tener contacto, o al recibir una luz acerca del problema o  bien la raíz del problema que se esté afrontando)


Consejería (Por medio de este don se pueden visualizar los problemas desde otro ángulo y poder dar un consejo adecuado y

oportuno a la situación que esté viviendo una persona específica)

Liberación (para conocer cuál espíritu o demonio es el que ha tomado lugar en un cuerpo y desalojarlo por medio de la guía que Dios dé por medio de su Espíritu Santo.)

En la unidad con Dios al momento de ministrar los dones.

Antes de pedir a Dios este don debemos tener clara la motivación que nos lleva a solicitarlo, pues la Biblia dice que si nosotros lo anhelamos con el propósito de que sirva de edificación a la Iglesia, Dios lo hará abundar en nosotros.

A continuación daremos algunos ejemplos que se observan en la Palabra de Dios acerca de la forma en que este maravilloso don actúa, ya que no siempre va a ser la misma manifestación, pues Dios es soberano y se puede manifestar de distintas formas cada vez que él lo considere 
necesario hacer.


Jesús sana a la suegra de Pedro (Lc. 4:38-39).

Es importante notar aquí que El Señor tomó autoridad sobre la fiebre, la reprendió y ésta tuvo que abandonar el cuerpo de la suegra de Pedro.



Esta es una característica muy importante del don de discernimiento de 
espíritus, ya que al discernir el espíritu (bueno o malo), habrá que 

tomar autoridad, si es necesario sobre este espíritu y desalojarlo directamente.


Jesús sana a un hombre poseído por un espíritu (Mar 9:25)

Nuevamente Jesús discierne el espíritu que había tenido atormentado a este hombre, lo reprende, e inmediatamente el espíritu huye.


El discernimiento es señal de madurez. El discernimiento puede ser igual un don, como nos lo enseña Pablo (1Co.12,10).

En este caso Dios da por gracia un instinto sobrenatural muy seguro que permite reconocer inmediatamente el origen sobrenatural y no sobrenatural de las inspiraciones interiores que animan a una persona o grupo.

En la palabra discernir encontramos la clave de lo que buscamos con nuestra búsqueda de la voluntad de Dios. Es una palabra muy querida en la Renovación Carismática católica puesto que alude a uno de los carismas del Espíritu Santo.


Podemos profundizar también el tema del discernimiento a la luz de la Conferencia de Puebla y de las enseñanzas del Papa Pablo VI.

El discernimiento es un acto fundamentalmente cristiano, mientras se haga a partir del Evangelio, con visión de Fe. 

Es a partir del evangelio como los signos de los tiempos se convierten en interpretaciones de Dios a las que debe responder la acción evangelizadora de la Iglesia en general y de cada uno de los cristianos en particular.


Fue Pablo VI quien de manera mas decidida saco del olvido el discernimiento y lo colocó como actitud fundamental y primera, en la acción evangelizadora concientemente desarrollada. Texto clave en su doctrina es la carta Octogésima 
Adveniens escrita en 1971.

Condiciones fundamentales para que el discernimiento merezca el nombre de cristiano:

Comunitario: El discernimiento que aspira examinar y transformar la realidad debe ser comunitario, es competencia de las comunidades cristianas.

La complejidad de la realidad imposibilita que sea realizado solo por una persona, que se base solo en una palabra cuando se trata de la vida de la iglesia. 

Pero es lógico admitir que ese discernimiento comunitario debe verse acompañado en todo momento por el discernimiento personal (Octogésima Adveniens, No 49)

Carismático: Todo autentico discernimiento debe realizarse bajo la acción del Espíritu Santo. Su luz es absolutamente imprescindible.


 Por eso la oración es el ambiente normal en donde 
disciernen los hermanos. 
Allí suplican al paráclito que les de la caridad de su iluminación.

Eclesial: Para discernir eclesialmente debe darse comunión con los pastores responsables. Así lo enseña Pablo VI, leyendo nuestra realidad a la luz de las orientaciones de nuestros pastores.

Dialogal: En el discernimiento de la realidad no estamos solos. Se requiere dialogar con muchos hermanos, católicos. El Señor quiere la salvación de todo hombre y también la de todos los hombres.

Es un conocimiento que infunde directamente el E. S. ( Jn.14,15-16; Jn.14, 26), esta luz ilumina de tal modo la inteligencia, que la voluntad no puede dudar del origen y finalidad Divina, de los pensamientos, impulsos, experiencias o acciones de una persona o un grupo. 

En el carisma del discernimiento el conocimiento esinmediato y por eso se habla de una luz interior.


Una especie de sentido espiritual que permite captar lo que es auténtico del ES, lo que viene de Él. 

Un discernimiento tiene, pues, una enorme importancia; permite en efecto percibir lo que viene del Espíritu, lo que es de la carne, lo que emana de las fuerzas de las tinieblas y retener lo que manifiesta la acción del Espíritu.

Este carisma se conoce en inspiraciones o mociones interiores. No se trata de una intuición psicológica especialmente para que el Espíritu pueda usarla, se trata específicamente de mociones pasajeras que vienen de la Gracia.

Mientras más unidos estemos al Señor Jesús y más encontremos a nuestro Padre en Jesús, más se desarrolla en nosotros este sentido espiritual sobre nuestra inteligencia y nos ayuda a percibir lo que viene de Dios y lo que le agrada.

Cristo prometió su espíritu, un consejero que nos enseñaría e iluminaría. Dentro de su plan estaba guiarnos personalmente como un Padre que nos ama, para que cada uno encontrara su camino dentro de El. 

Esto lo hace a través de impulsos e inspiraciones que pone dentro de nosotros el espíritu que nos habita. Sin embargo, no siempre sabemos con certeza si una inspiración recibida proviene realmente de 
Dios. 


Muchas veces el espíritu del mal nos confunde y llega hasta imitar las inspiraciones de Dios. Por eso San Juan nos advierte:

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios” 1Jn. 4,1. Esto es lo que hace el Discernimiento.

INSPIRACIONES ORDINARIAS Y CARISMÁTICAS

Con respecto a las inspiraciones que recibimos, las hay ordinarias y carismáticas.

Surgen dentro de nosotros en forma muy similar a nuestras inclinaciones naturales; son simplemente impulsos para hacer o dejar de hacer algo. 

Las podemos distinguir de nuestros impulsos naturales porque van envueltas en un sentimiento de delicado amor  proveniente del Espíritu santo.

En estas inspiraciones no hay nada de espectacular, son simples impulsos amorosos  dentro de nosotros que nos da el espíritu Santo para iluminarnos, fortalecernos y  guiarnos. Por lo mismo son menos peligrosas y a la vez mas deseables. 


Constituyen 










la forma ordinaria de relación con Dios y las personas que están cercanas a El y 








buscan su voluntad, por lo que solo pueden ser recibidas por los que viven en 




estrecho contacto con El.



El principal problema que nos representa este tipo de inspiración es distinguirlas de los impulsos surgidos de nuestra afectividad natural. Lo importante es que estemos siempre abiertos a la acción de Dios dentro de nosotros sabiendo que las inspiraciones ordinarias son la manera normal de actuar del espíritu de amor.

Toda perfección de la vida cristiana consiste en poder llegara una capacidad de escuchar y a una docilidad tan grande al Espíritu Santo que no necesite de medios extraordinarios para conducirnos.

A medida que una persona se acerca a Dios, estas inspiraciones ordinarias se convierten en una atmósfera que envuelve la vida entera. 

No necesita consultar al Señor en cada caso particular, ya que vive continuamente en atención amorosa a su voluntad. 

Sin embargo, no hay nadie que, en algunas circunstancias de su vida, no tenga que hacer un ejercicio activo y voluntario de discernimiento antes de tomar una decisión.

INSPIRACIONES CARISMÁTICAS

Son experiencias como impulsos provenientes de fuera de nosotros. Pueden consistir en visiones, palabras o en ideas que surgen de pronto sin causa especial. 
veces son simplemente impulsos a hacer algo, a hablar con alguien desconocido o ir a un lugar insólito. Son las mas extraordinarias y las menos frecuentes.

También son las mas peligrosas ya que Satanás puede imitarlas ; el puede darnos visiones y mensajes que nos confunden. 

Ver Siracides o Eclesiástico 34, 1-7 Siempre que tengamos una inspiración de este tipo será necesario ejercer discernimiento sobre ella.

Es probable que Dios envié este tipo de inspiraciones cuando se necesitan instrucciones muy precisas para llevar a cabo una misión especial. Tenemos 
ejemplos en la escritura como: Hech.9, 10-19; 16,7, 9-10.


Aunque sea difícil determinar con precisión cuando una inspiración es ordinaria o carismática, es bueno intentar distinguirlas ya que la actitud a tomar en cada caso 

es diferente.

CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO

Existen algunos criterios que nos pueden ayudar a descubrir si una inspiración recibida es o no de Dios. 

No son, sin embargo, recetas que nos entreguen respuestas automáticamente, ya que permanecerán algunas oscuridades que nos obligarán muchas veces a tomar decisiones sin contar con una certeza absoluta, confiados en que nuestro Padre, viendo nuestra buena intención, no permitirá que equivoquemos el camino.



Incluso los más grandes santos pasan por períodos de dolorosas dudas acerca de lo que el Señor les esta pidiendo.

Esto es parte de nuestra vida en la tierra y nos sirve para descansar cada vez más en el Señor.


Estos criterios los podemos agrupar en dos:
Criterios Objetivos y Criterios Subjetivos

continua......

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lunes, 6 de octubre de 2014

LA VERDAD HABLA DENTRO DEL ALMA...

Habla, Señor, porque tu siervo escucha.


Yo soy tu siervo, dame entendimiento, para que sepa tus verdades. 




... SIN SONIDO DE PALABRAS. 

 Habla, Señor, porque tu siervo escucha.


Yo soy tu siervo, dame entendimiento, para que sepa tus verdades. 

Inclina mi corazón a las palabras de tu boca: descienda tu habla así como rocío. 

Decían en otro tiempo los hijos de Israel a Moisés: Háblanos tú y oiremos: no nos hable el Señor, porque quizá moriremos. 

No así, Señor, no así te ruego: Sino más bien como el Profeta Samuel, con humildad y deseo te suplico: Habla, Señor, pues tu siervo oye. 

No me hable Moisés, ni alguno de los Profetas; sino bien háblame 

Tú, Señor Dios, inspirador y alumbrador de todos los Profetas: pues Tú solo sin ellos me puedes enseñar perfectamente; pero ellos sin Ti ninguna cosa aprovecharán. 

Es verdad que pueden pronunciar palabras; mas no dan espíritu. 
Elegantemente hablan; mas callando Tú no encienden el corazón. 
Dicen la letra; mas Tú abres el sentido. 
Predican misterios; mas Tú ayudas a cumplirlos. 
Muestran el camino; pero Tú das esfuerzo para andarlo. 
Ellos obran por de fuera solamente; pero Tú instruyes y alumbras los corazones. 
Ellos riegan la superficie; mas Tú das la fertilidad. 
Ellos dan voces; pero Tú haces que el oído las perciba. 

No me hable, pues, Moisés, sino Tú, Señor Dios mío, eterna verdad, para que por desgracia no muera y quede sin fruto, si solamente fuere enseñado de fuera y no encendido por adentro. 

No me sea para condenación la palabra oída y no obrada, conocida y no amada, creída y no guardada. 

Habla, pues, Tú, Señor; pues tu siervo oye, ya que tienes palabras de vida eterna. 

Háblame para dar algún consuelo a mi alma, para la enmienda de toda mi vida, y para eterna alabanza, honra y gloria tuya. 

LAS PALABRAS DE DIOS SE DEBEN OÍR CON HUMILDAD, Y CÓMO MUCHOS NO LAS CONSIDERAN COMO DEBEN. 

Oye, hijo, mis palabras, palabras suavísimas que exceden toda la ciencia de los filósofos y sabios de este mundo. 

Mis palabras son espíritu y vida, y no se pueden ponderar por la razón humana. No se deben traer para vana complacencia, sino oírse en silencio, y recibirse con toda humildad y grande afecto. 

Dijo David: Bienaventurado aquel a quien Tú, Señor, instruyeres, y a quien mostrares tu ley; 

Porque le guardes de los días malos, y no sea desamparado 
en la tierra. 

Yo, dice Dios, enseñaré a los Profetas desde el principio, y no ceso de hablar a todos hasta ahora, pero muchos son duros y sordos a mi voz. 

Oyen con más gusto al mundo que a Dios; y más fácilmente siguen el apetito de su carne, que el beneplácito divino. 

El mundo promete cosas temporales y pequeñas, y con todo eso le sirven con grande ansia: Yo prometo cosas grandes y eternas, y entorpécense los corazones de los mortales. 

¿Quién Me sirve a Mí, y obedece en todo con tanto cuidado, como al mundo y a sus señores se sirve? 

Avergüénzate, Sidón, dice el mar. Y si preguntas la causa, oye el por qué. 

Por un pequeño beneficio van los hombres largo camino, y por la vida eterna con dificultad muchos levantan una vez el pie del suelo. 

Buscan los hombres viles ganancias; por una moneda pleitean a las veces torpemente; por cosas vanas, y por una corta promesa no temen fatigarse de noche y de día. 

 Mas ¡ay dolor! que emperezan de fatigarse un poco por el bien que no se muda, por el galardón que inestimable, y por la suma gloria sin fin. 

Avergüénzate, pues, siervo perezoso y descontentadizo, de que aquellos se hallen más dispuestos para la perdición que tú para la vida. 

Alégranse ellos más por la vanidad que tú por la verdad. 

Porque algunas veces les miente su esperanza; pero mi promesa a nadie engaña, ni deja frustrado al que confía en Mí. 

Daré lo que he prometido; cumpliré lo que he dicho, si alguno perseverare fiel en mi amor hasta el fin. 

Yo soy remunerador de todos los buenos, 
y fuerte examinador de todos los devotos. 

Escribe tú mis palabras en tu corazón, y considéralas con mucha diligencia, pues en el tiempo de la tentación te serán muy necesarias. 

Lo que no entiendes ahora, cuando lo lees, conoceráslo en el día de mi visitación. 

De dos maneras acostumbro visitar a mis escogidos, esto es, con tentación y con alivio. 

Y dos lecciones les doy cada día: una reprendiendo sus vicios; otra amonestándolos al adelantamiento de las virtudes. 

El que entiende mis palabras y las desprecia, tiene quien le juzgue en el postrero día. 

Oración  

Señor Dios mío, Tú eres todos mis bienes. 
¿Quién soy yo para que me atreva a hablarte? 

Yo soy un pobrísimo siervecillo tuyo, 
y gusanillo desechado, 
mucho más pobre y despreciable
 de lo que yo sé y puedo decir. 

Pero acuérdate, Señor, que soy nada, nada tengo y nada valgo. 

Tú solo eres bueno, justo y santo; Tú lo puedes todo, 
lo das todo, dejando vacío solamente al pecador. 

Acuérdate de tus misericordias, y llena mi corazón de gracia;
 pues no quieres que sean vacías tus obras. 

 ¿Cómo podré sufrirme en esta miserable vida, si no me confortare tu gracia y misericordia? 

No me vuelvas el rostro; no dilates tu visitación; 
no desvíes tu consuelo, porque no sea mi alma para Ti 
como la tierra sin agua. 

Señor, enséñame a hacer tu voluntad; enséñame a conversar delante de Ti digna y humildemente, 
pues Tú eres mi sabiduría, 
que en verdad me conoces, y conociste antes que el mundo 
se hiciese, y yo naciese en el mundo.

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