Visitar estos dos link.

lunes, 30 de enero de 2012

Necesito tu fuerza, Tu Gracia. .....Yo también tengo mis enfermedades: desánimo, egoísmo, pereza, enfados ante cosas de poca importancia, etc.


Ayúdame a acercarme a la comunión con la fe de esta mujer del Evangelio, y entonces yo también notaré 
«tu virtud» que me sana. 


«Y una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido por parte de muchos médicos, y gastado todos sus bienes sin aprovecharle nada, sino que iba de mal en peor; cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y tocó su vestido; porque decía: Si pudiera tocar, aun que sólo fuera su manto, quedaré sana. En el mismo instante se secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que estaba curada de la enfermedad.

Y al momento Jesús, conociendo en sí mismo la virtud salida de él, vuelto hacia la muchedumbre, decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Y le decían sus discípulos: Ves que la muchedumbre te oprime y dices ¿quién me ha tocado? Y miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto. La mujer; asustada y temblorosa, sabiendo lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Entonces le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu dolencia.» (Marcos 5, 25-34)


 Jesús, esta mujer me da una buena lección: 

«Si pudiera tocar, aunque sólo fuera su manto, quedaré sana». 

 Te tocó el manto con su mano; pero, sobre todo, te tocó el corazón con su fe. Fe grande, que te la pido para mí y para los que me rodean. 

Fe que demostró con obras, a pesar de las dificultades; y por eso le concediste lo que pedía.

 Yo también tengo mis enfermedades: desánimo, egoísmo, pereza, enfados ante cosas de poca importancia, etc. 

Necesito tu fuerza, tu gracia. Pero sé que Tú no me dejas solo; ni siquiera tengo que hacer grandes colas o abrirme paso entre la muchedumbre para llegar hasta Ti. 

Te has acercado a mí hasta tal punto que no sólo puedo tocar tu manto, sino recibirte en mi corazón.

Jesús, no puedo pedir un contacto más real que el de la comunión. Ni tampoco puedo pensar en un remedio mejor para mis flaquezas que la Eucaristía: mientras que al comer cualquier alimento, éste se convierte en mí, en la comunión soy yo el que me divinizo. 

Ayúdame a acercarme a la comunión con la fe de esta mujer del Evangelio, y entonces yo también notaré «tu virtud» que me sana.

Que no perdamos tan buena razón y que líos lleguemos a Él; pues si cuando andaba en el mundo de sólo tocar su ropa sanaban los enfermos, 

¿qué hay que dudar que hará milagros estando dentro de mí -si tenemos fe- y nos dará lo que le pidiéramos, pues esta en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada si le hacen biten hospedaje» Santa Teresa.- Camino de perfección.-34).


 «Ser santos es vivir tal y como nuestro Padre del cielo ha dispuesto que vivamos. Me diréis que es difícil. Sí, el ideal es muy alto. Pero a la vez es fácil: está al alcance de la mano.

 Cuando una persona se pone enferma, ocurre en ocasiones que no se logra encontrar la medicina. En lo sobrenatural, no sucede así. La medicina está siempre cerca: es Cristo Jesús, presente en la Sagrada Eucaristía, que nos da además su gracia en los otros Sacramentos que instituyó»

Jesús, ¿con qué frecuencia te recibo en la Sagrada Eucaristía? ¿No será que te recibo poco? Y, cuando te recibo, ¿cómo te recibo? A veces estoy como seco en la comunión.

 No es mala intención: es que me he acostumbrado a recibirte. Que no me acostumbre, Jesús; que la comunión no se convierta en una rutina, pues la rutina es la muerte de la piedad, del amor.

Jesús, ¿qué puedo hacer para encender mi fe en la Eucaristía? Tal vez puedo prepararme a recibirte recitando una comunión espiritual, como, por ejemplo: 

«Yo quisiera, Señor; recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y el fervor de los Santos». 

Y, después de recibirte, he de aprovechar bien esos minutos en los que permaneces realmente en mi para decirte que te quiero, que me perdones si algo me ha salido mal, que necesito tu ayuda. Te puedo pedir también por la Iglesia y por el Papa; por mi familia y mis amigos; por los que sufren y por la paz en el mundo. Y te puedo dar gracias por tantas cosas que me das y que no merezco. 

El Evangelio de la Misa (Marcos, 5, 21-43) nos relata la curación de una mujer que había gastado toda su fortuna en médicos sin éxito alguno: solamente alargó la mano y tocó el borde del manto de Jesús, y quedó curada. 

También nosotros necesitamos cada día el contacto con Cristo,

porque es mucha nuestra debilidad y muchas nuestras debilidades. Y al recibirlo en la Comunión sacramental se realiza este encuentro con Él: un torrente de gracia nos inunda de alegría, nos da la firmeza de seguir adelante, y causa el asombro de los ángeles.

La amistad creciente con Cristo nos impulsa a desear que llegue el momento de la Comunión, para unirnos íntimamente con Él. Le buscamos con la diligencia de la mujer enferma del Evangelio, con todos los medios a nuestro alcance, especialmente con el empeño por apartar todo pecado venial deliberado y toda falta consciente de amor a Dios.


 El vivo deseo de comulgar, señal de fe y de amor, nos conducirá a realizar muchas comuniones espirituales. Durante el día, en medio del trabajo o de la calle, en cualquier ocupación. Prolongan los frutos de la Comunión eucarística, prepara la siguiente y nos ayuda a desagraviar al Señor.

 Es posible hacerlo a cualquier hora porque consiste en una acto de amor. Podemos decir: Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos

Acudamos hoy a nuestro Ángel Custodio para que nos recuerde frecuentemente la presencia cercana de Cristo en los sagrarios, y que nos consiga gracias abundantes para que cada día sean mayores nuestros deseos de recibir a Jesús, y mayor nuestro amor, de modo particular en esos minutos en los que permanece sacramentalmente en nuestro corazón.


 Por nuestra parte, debemos esforzarnos en acercarnos a Cristo con la fe de aquella mujer, con su humildad, con aquellos deseos de querer sanar de los males que nos aquejan.

La Comunión no es un premio a la virtud, son alimento para los débiles y necesitados; para nosotros.

 La Iglesia nos pide apartar la rutina, la tibieza y la Confesión frecuente, y que no comulguemos jamás con sombra alguna de pecado grave. Ante las faltas leves, el Señor nos pide el arrepentimiento y el deseo de evitarlas.

 Asimismo, el amor nos llevará a expresar a nuestra gratitud al Jesús después de la Comunión por haberse dignado venir a nuestro corazón. Nuestro Ángel nos ayudará a expresarle esa gratitud.

La hora de la Misericordia: Rezar el Vía Crucis




Nuestro Señor le dijo a Santa Faustina: “Cada vez que escuches el reloj a las tres de la tarde, recuerda sumergirte en Mi misericordia, adorándola y exaltándola; invoca su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, pues fue en esta hora cuando Mi sacrificio se llevó a cabo para todas las almas”(Diario, 517).

“En esta Hora, trata de celebrar el Vía Crucis si tus obligaciones te lo permiten y si no puedes rezar el Vía Crucis, entra por lo menos a la capilla y ora por un momento y honra Mi Corazón que está lleno de misericordia en el Santísimo Sacramento. Y si no puedes acudir a la capilla, haz por lo menos una oración por breves momentos en el lugar en el que te encuentres” (Diario, 517).

Recordemos que esto lo dijo como todos los mensajes para TODA la Iglesia, o sea para todos y cada uno de nosotros. Y si queremos hacer caso a lo que dijo Nuestro Señor Jesucristo cuando tengamos tiempo a las 3 de la tarde recemos el Vía Crucis.



También les dejo unos enlaces con páginas donde explican bien como rezarlo:

·                     El Vía Crucis.com.ar
·                     En el Rosario.org.mx
Descarga el archivo para imprimir o leer en tu computadora: 
(gracias a viacrucis.com.ar)
·                     Cómo rezar el Vía Crucis (con imágenes)
·                     Rezo del Vía Crucis (solo texto)

sábado, 28 de enero de 2012

"Trabajar por amor"....Bastantes personas pierden su trabajo y pasan serias dificultades para mantener a su familia. Todos podemos realizar con mayor perfección nuestras tareas ordinarias. San Josemaría, "el santo de lo ordinario" como le llamó Juan Pablo II, es un eficaz intercesor ante Dios para estas intenciones.


Por ti, por mí, por todos

Durante estos años, en los que se agudizan los problemas laborales, miles de personas se han descargado la "Novena del trabajo" a San Josemaría, y personas de los cinco continentes han escrito para contar cómo les ha ayudado.


Opus Dei - Novena del trabajo a San josemaría Escrivá de Balaguer
Novena del trabajo a San josemaría Escrivá de Balaguer
Bastantes personas pierden su trabajo y pasan serias dificultades para mantener a su familia. Todos podemos realizar con mayor perfección nuestras tareas ordinarias. San Josemaría, "el santo de lo ordinario" como le llamó Juan Pablo II, es un eficaz intercesor ante Dios para estas intenciones.

Aquí podrá obtener los textos que utilizan muchas personas durante 9 días para rezar la novena del trabajo

Favores de San JosemaríaDurante estos meses algunas personas han escrito contando cómo les ha ayudado el fundador del Opus Dei a encontrar trabajo o a realizarlo mejor.

1. Un profesor en Zambia
Soy profesor de biología en un instituto de Livingstone, Zambia y encontré la novena del trabajo en internet. En enero de 2009 me quitaron de la nómina de empleados porque mi contrato con el gobierno de Zambia había caducado, ya que tengo la nacionalidad congolesa y vivo en Zambia como expatriado. Seguí rezando para que se renovara mi contrato por tres años más, no era nada fácil. No se aceptaba a ninguno de los profesores expatriados, hasta que clamé a nuestra Madre Santa María y a San Josemaría por medio del la novena del trabajo que había encontrado en la red. Hice la novena en Marzo y en Abril de 2010 recibí una carta con la que se me renovaba el contrato para los próximos tres años. Doy gracias a Dios por haber escuchado mis oraciones hechas por la intercesión de nuestra Madre María y de San Josemaría Escrivá.
A.K.K., Zambia (7 de mayo de 2010)
Opus Dei - Flickr - christianeschler
Flickr - christianeschler

2. El primer día de la Novena
Encontré la novena del trabajo en Internet y empecé a rezarla. Nada más terminar la oración, el primer día, recibí una llamada para una entrevista y empecé a trabajar dos semanas después. No conocía la existencia de san Josemaría y le estoy muy agradecida.

Paula N., Brasil (5 de mayo de 2010)

3. Nuevo trabajo
Tengo otra vez la oportunidad de sentir el impacto de la intercesión del fundador del Opus Dei en mi vida. A raiz de una modificación gobernamental en mi país, perdí el puesto. A finales de marzo, me ofrecieron otro. Pedí al Señor y a san Josemaría que me confirmaran que esta solicitud estaba en la linea de la voluntad de Dios. Después de haber rezado al Señor y gracias a la intercesión de san Josémaría, lo acepté.

Todo va e irá muy bien gracias a nuestro Señor resucitado y con la luz y la intercesión de san Josémaría. Gracias, san Josemaría. Sigo implorando y solicitando su intercesión en mis oraciones diarias afin de santificar mi trabajo. 

A.M., R.D. Congo (
12 de abril de 2010)
Opus Dei -

4. Sobrepasa mis expectativas
Había terminado un Máster hacía 5 meses y seguía sin encontrar trabajo. Envié muchísimos curriculums pero no me llamaban de ninguna empresa. Estaba desesperada y deprimida. Empecé a rezar con mucha fe la novena del trabajo, a San Josemaría Escrivá meditando su contenido y pidiendo mucho la intercesión de San Josemaría. Y finalmente he conseguido un buen trabajo que sobrepasa todas mis expectativas, y en el que tengo el propósito de santificarme día a día y hacer mi trabajo diario con mucho amor, tal como lo ha enseñado San Josemaría Escrivá.

Y.G., El Salvador (
10 de abril de 2010)
Opus Dei -


5. Mi nombre de confirmación será JosemaríaPerdí mi empleo el 1 de noviembre del año pasado. Sabía algo de Josemaría Escrivá, y visité la página web para conocer más. Encontré la estampa y la novena del trabajo, que recé desde entonces casi a diario. Imprimí las oraciones y pronto decidí plastificarlas para no gastarlas con el uso frecuente. Recé durante tres meses y medio pidiendo un buen empleo. Durante este período descubrí la ocasión que se nos presenta de agradar a Dios en cada una de nuestras responsabilidades corrientes. Me he comprometido a recordarme esto a diario porque la primera intención de la novena del trabajo, encontrar un puesto, ha sido oída y tengo un trabajo que me conviene exactamente, en una buena empresa. En agradecimiento, he decidido dedicarme durante el resto de mi vida a la segunda intención: hacer bien el trabajo. El fundamento es bastante sencillo, pero uno no debe acostumbrarse a las cosas, ni a las personas, ni a Dios, como hacía yo anteriormente.

Recibo clases sobre el catolicismo, y si es la voluntad de Dios, entraré de lleno en la comunión con la Iglesia católica esta Pascua. Agradezco la compañía de Josemaría en este viaje, y cuando reciba la Confirmación he elegido ‘Josemaría’ como nombre.

J. P., EEUU (
15 de marzo de 2010)

Opus Dei -
6. El mismo jefe que me había despedido
El 30 de noviembre de 2009 me dijeron en la oficina que a mí, y a otros 5 empleados, nos iban a despedir del trabajo. El despido se haría efectivo el 14 de diciembre. En realidad, el día que recibí la noticia me sentí aliviada, liberada, porque el año 2009 me había resultado muy difícil el ambiente. Tenía constantes conflictos y ataques contra mi actitud cristiana. Con la ayuda de Dios, de mi vida cristiana y los días de retiro para mujeres organizados por el Opus Dei en Oslo, pude llevarlo con serenidad. Comencé a ver lo bueno e importante hasta en las menudeces de la vida. Ya no estaba a la defensiva. Aprendí a abandonarlo todo en Dios. Y me ayudó a sonreir y a animar a los otros que también fueron despedidos conmigo ese día. Les animé a que vieran el lado positivo, que este suceso no era el final de la vida. 

Durante el período de despido del trabajo, una noche en casa abrí la página web del Opus Dei y me puse a leer los testimonios en los que la gente contaba cómo San Josemaría Escrivá les ayudó en su trabajo. Me quedé maravillada por todas esas cartas. Me pregunté si, un buen día, quizás ese mismo milagro me ocurriría a mí. Miré la cara de San Josemaría en el ordenador y le pregunté si de verdad me iba a ayudar, aunque no me conocía. Le dije que yo soy una africana de Uganda que vivo en Noruega – que él y yo procedíamos de países y de condiciones sociales muy diferentes. Y me animé a intentarlo: imprimí una copia de la novena de 9 días de Josemaría para los que buscan trabajo o quieren trabajar mejor. Recé esta novena y asistí a la Misa durante los 9 nueve días siguientes. Cada vez que rezaba la novena, miraba la foto de él en la novena. Él me miraba a través de sus gafas con una sonrisa, y yo le devolvía la mirada. 

Durante ese tiempo, estuve más abierta a Dios en la oración y en la Misa. El último día de la novena recibí una llamada del mismo jefe que me había despedido. Me dijo que podía volver a mi empleo el 14 de enero. Fue un shock muy fuerte y me puse a reir. Acepté el puesto de nuevo, pero me sentía confusa, y me preguntaba porqué Dios me reconducía al mismo lugar de trabajo de antes, en vez de a un nuevo. Decidí abandonarme y hacer lo que Él quería. Supongo que Él tiene sus planes escondidos. Doy gracias a San Josemaría y a nuestra Madre Santa María por haber intercedido por mí. 

viernes, 27 de enero de 2012

«Servir a los demás, por Cristo, exige ser muy humanos. Si nuestra vida es deshumana, Dios no edificará nada en ella, porque ordinariamente no construye sobre el desorden, sobre el egoísmo, sobre la prepotencia. Hemos de comprender a todos, hemos de convivir con todos, hemos de disculpar a todos, hemos de perdonar a todos. No diremos que lo injusto es justo, que la ofensa a Dios no es ofensa a Dios, que lo malo es bueno. Pero, ante el mal, no contestaremos con otro mal, sino con la doctrina clara y con la acción buena: ahogando el mal en abundancia de bien. Así Cristo reinará en nuestra alma, y en las almas de los que nos rodean.


«Y decía: El Reino de Dios viene a ser como un hombre que echa la semilla sobre la tierra, y duerma o vele noche y día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo. Porque la tierra produce fruto ella sola: primero hierba, después espiga, y por fin trigo maduro en la espiga. Y en cuanto está a punto el fruto, en seguida mete la hoz, porque ha llegado la siega. Y decía: ¿A qué asemejaremos el Reino de Dios?, o ¿con qué parábola lo compararemos?

Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero, una vez sembrado, crece y se hace mayor que todas las hortalizas, y echa ramas grandes, de manera que los pájaros del cielo puedan anidar bajo su sombra. Y con muchas parábolas semejantes les anunciaba la palabra, conforme a lo que podían entender; no les hablaba sino en parábolas, pero a solas, explicaba todo a sus discípulos.» (Marcos 4, 26-34)


I. Jesús, Tú has dicho: «El Reino de Dios está ya en medio de vosotros» (Lucas 17,21). ¿Qué es ese Reino de Dios que crece en mí sin que yo sepa cómo? El «Reino de Dios» expresa la realidad de la gracia de Dios en el mundo y en cada persona. El hombre tiene que buscar este Reino, entrar en él y participar en su desarrollo. «El Reino de Dios está ante nosotros. Se aproxima en el Verbo encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y la Resurrección de Cristo. El Reino de Dios adviene en la Última Cena y por la Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre» (CEC.-2816).

Jesús, el Reino que traes al mundo, que está presente en la Eucaristía y que culminará con tu segunda venida, es el reino de la gracia: esa vida sobrenatural que nos has ganado con tu muerte y tu Resurrección. «Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Juan 10,10). « ¿A qué asemejaremos el Reino de Dios?» Es como una semilla pequeña que, si arraiga, va creciendo casi sin que me dé cuenta y va llenándolo todo dando sentido y consuelo a mi vida: es fruto maduro que me sustenta en el camino, y sombra que me cobija en las dificultades.


. «Servir a los demás, por Cristo, exige ser muy humanos. Si nuestra vida es deshumana, Dios no edificará nada en ella, porque ordinariamente no construye sobre el desorden, sobre el egoísmo, sobre la prepotencia. Hemos de comprender a todos, hemos de convivir con todos, hemos de disculpar a todos, hemos de perdonar a todos. No diremos que lo injusto es justo, que la ofensa a Dios no es ofensa a Dios, que lo malo es bueno. Pero, ante el mal, no contestaremos con otro mal, sino con la doctrina clara y con la acción buena: ahogando el mal en abundancia de bien. Así Cristo reinará en nuestra alma, y en las almas de los que nos rodean.

Intentan algunos construir la paz en el mundo, sin poner amor de Dios en sus propios corazones, sin servir por amor de Dios a las criaturas. ¿Cómo será posible efectuar de ese modo, una misión de paz? La paz de Cristo es la del reino de Cristo; y el reino de nuestro Señor ha de cimentarse en el deseo de santidad, en la disposición humilde para recibir la gracia, en una esforzada acción de justicia, en un divino derroche de amor» (Es Cristo que pasa.-182).

El Reino de Dios, en el fondo, es dejar vivir a Dios en mi alma: dejar que reines Tú, Jesús. Y ese reino se ha de cimentar en mi deseo de santidad, de vivir en gracia y de darme a los demás. Vivir en este Reino significa servir a los demás, por Cristo. Comprender a todos, convivir con todos, perdonar a todos: llenarse de paz para poder darla a los demás, con una esforzada acción de justicia, con un divino derroche de amor. 



La semilla, una vez sembrada, crece con independencia de que el dueño del campo duerma o vele, y sin que sepa cómo se produce. Así es la semilla de la gracia que cae en las almas; si no se le ponen obstáculos, si se le permite crecer, da su fruto sin falta, no dependiendo de quien siembra o de quien riega, sino de Dios que da el incremento (1 Corintios 3, 5-9).

Así es el apostolado: "la doctrina, el mensaje que hemos de propagar, tiene una fecundidad propia e infinita, que no es nuestra, sino de Cristo" (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa). El Señor nos ofrece constantemente su gracia para ayudarnos a ser fieles, cumpliendo el pequeño deber de cada momento, en que se nos manifiesta su voluntad y en el que está nuestra santificación. De nuestra parte está aceptar Su ayuda y cooperar con generosidad y docilidad.


 La docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo es necesaria para conservar la vida de la gracia y para tener frutos sobrenaturales. "Las oportunidades de Dios nos esperan: llegan y pasan. La palabra de vida no aguarda; si no nos la apropiamos, se la llevará el demonio" (CARDENAL J.H.NEWMAN, Sermón para el Domingo de Sexagésima: Llamadas de la gracia).

La resistencia a la gracia produce sobre el alma el mismo efecto que "el granizo sobre un árbol en flor que prometía abundantes frutos; las flores quedan agostadas y el fruto no llega a sazón" (R. GARRIGOU LAGRANGE, La tres edades de la vida interior). Una gracia lleva consigo otra: -al que tiene se le dará-, y el alma se fortalece en el bien en la medida en que lo practica, cuanto más trecho se recorre. Cada día es un regalo que nos hace el Señor para que lo llenemos de amor en una correspondencia alegre, contando con las dificultades y obstáculos y con el impulso divino para superarlos y convertirlos en motivo de santidad y apostolado. Todo es bien distinto cuando lo realizamos por amor y para el Amor.


 La vida interior necesita tiempo, crece y madura como el trigo en el campo. "Hay que tener paciencia con todo el mundo ?señala San Francisco de Sales-, pero en primer lugar con uno mismo" (Cartas) Nada es irremediable para quien espera en el Señor; nada está totalmente perdido; siempre hay posibilidad de perdón: humildad, sinceridad y arrepentimiento... y volver a empezar, correspondiendo al Señor, que está empeñado en que superemos los obstáculos.

Pidamos a Nuestra Madre la paciencia necesaria para nosotros y para los demás, y continuidad humilde en nuestra lucha. 

miércoles, 25 de enero de 2012

Salve un alma ¡hoy!



"Hace poco decidí que iba a empezar a salvar almas un poco tarde, tal vez ", pero más vale tarde que nunca!

 Por supuesto, no es que me salvará la vida, pero estoy trabajando más estrechamente con Él, que lo hace.  

Usted también puede hacerlo, y ni siquiera es muy difícil de hacer, sino que sólo requiere un poco de fe, fervor, y un poco de auto-disciplina.

Tengo la idea de algo que Jesús dijo a Santa Faustina: "Reza, cuanto puedas, por los agonizantes, impetra para ellos la confianza en Mi misericordia, porque son ellos los que mas necesitan la confianza quienes la tienen muy poca. Has de saber que la gracia de la salvación eterna de algunas almas en el último momento dependió de tu oración. (Diario, # 1777).

Ahora que es a la vez alentador y exigente. Como miembros del Cuerpo de Cristo, estamos obligados a orar unos por otros, porque esto es un medio importante de llevar la gracia de Dios a las almas. La hora de la muerte es el momento más crítico en la vida de cualquiera, especialmente si son de alguna manera alejado de Dios. Ellos necesitan ayuda ahora y lo único que los salvará es la gracia de Dios, que los atrae al arrepentimiento, fe y confianza en Él. Él está diciendo que Él espera de nosotros para orar por la gracia a los moribundos.

Pero, ¿cómo lo hacemos? Pues bien, el Señor le dio a Santa Faustina una oración especial que se utilizará para este propósito. Se llama la Coronilla de la Divina Misericordia (obtener más información, así como instrucciones sobre la manera de orar, haga clic aquí ). Aquí hay una cosa que el Señor dijo al respecto: "Reza incesantemente esta coronilla que te he ensenado. Quienquiera que la rece recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes se la recomendarán a los pecadores como la ultima tabla de salvación. Hasta el pecador mas empedernido, si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de Mi misericordia infinita. Deseo que el mundo entero conozca Mi misericordia; deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en Mi misericordia."(# 687).

Es una buena noticia, pero que hacer si la pobre alma es incapaz de decirla por sí mismo, por cualquier razón? No hay que preocuparse: "Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca del agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la dolorosa Pasión de Mi Hijo. (# 811). Aquí es donde usted y yo entramos, en donde oramos por los miembros enfermos del cuerpo que se conceda la gracia y la misericordia para la salvación.

Después de leer los pasajes, me dije: " ¿qué estás esperando? Ahora es el momento de empezar a rescatar a otras almas de las garras del infierno "Lo que hago es lo siguiente: alrededor de las 3:00 PM todos los días (esto es el" ¡Hora de la Misericordia ", ya que es la hora de la muerte de Jesús en la Cruz), rezo la Coronilla de la Divina Misericordia. No por cualquier alma, sino por alguna alma está en mayor peligro de ir al infierno, alguien que está a punto de morir en pecado mortal, que esta alma se le podrá conceder, por la misericordia del Señor, la gracia del arrepentimiento final para la salvación. Y confío en que Jesús está haciendo precisamente eso. No sabemos exactamente cómo funciona todo esto, pero si esta oración es suficiente para inclinar la balanza, por así decirlo, a favor de la muerte pecador, para abrir su corazón lo suficiente como para decir "sí" a Jesús, ya que se está yendo este mundo, entonces todo vale la pena.

No pensemos, sin embargo, que esto es una especie de atajo automático o mágico para salvar almas. Se basa en el poder de la oración con fe y el amor eterno de Jesús y la misericordia infinita. "La oración del justo tiene mucho poder en sus efectos" (Santiago 5:16). Al rezar esta coronilla es para ayudar a abrir la puerta para que un pecador se arrepienta en el último minuto, como el buen ladrón. Vamos a ser un instrumento para ganar la gracia del arrepentimiento final de los pecadores. "El que volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados" (Santiago 5:20).

Entonces, ¿qué estás esperando? Cientos de miles de personas mueren cada día, y podemos suponer que muchos de ellos no creen en Cristo, y otros que dicen que lo hacen pueden estar en un estado de pecado sin arrepentimiento. Podemos ayudar a por lo menos algunos de ellos llegar al cielo. Lo que es un trabajo grande y glorioso es esto! Imaginar, al final de su vida, cuando, después de haber sido salvado por la misma gracia y la misericordia del Señor, será recibido en el Cielo por numerosas almas, todo gracias a que el Señor tuvo misericordia de ellos y les salvó por sus oraciones a la hora de su muerte! ¡Qué bendición es maravillosamente gratificante para disfrutar por toda la eternidad!

Yo no creo que importe mucho si no se puede rezar la oración a las 3:00 en punto. Hágalo cada vez que pueda, ¡hágalo! He sabido de esta coronilla hace años, pero sólo recientemente he leído los textos de las gracias que vienen con ella, dejando en claro que yo puedo tener una influencia directa en la salvación del alma de otro por medio de esta oración. Así que vamos a empezar a cosechar almas para el Reino de Dios. Él nos ha dado una forma sencilla de colaborar con su gracia en este trabajo tan importante. Nada es más importante a los ojos de Dios que la salvación de las almas que Él creó, a las almas con quien desea compartir su cielo. Ya es hora de que estábamos a punto de negocios de nuestro Padre. Rece la coronilla todos los días!

Tarde te amé – San Agustín






Tarde te amé, oh Hermosura siempre antigua y siempre nueva, tarde te amé! 

He aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera de mí mismo. Te buscaba afuera, me precipitaba, deforme como era, sobre las cosas hermosas de tu creación. 

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo; estaba retenido lejos de ti a través de esas cosas que no existirían si no estuvieran en ti. 

Has clamado, y tu grito ha quebrantado mi sordera; has brillado, y tu resplandor ha curado mi ceguera; has exhalado tu perfume, lo he aspirado, y ahora te anhelo a ti. 

Te he gustado, y ahora tengo hambre y sed de ti; me has tocado, y ardo en deseo de la paz 
que tú das.

Cuando todo mi ser esté unido a ti, ya no habrá para mí dolor ni fatiga. Entonces mi vida, llena de ti, será la verdadera vida. Al que llenas tú, lo aligeras; ahora, puesto que todavía no estoy lleno de ti, soy un peso para mí mismo… 

¡Señor, ten piedad de mí! 
Mis malas tristezas, luchan contra mis buenos gozos; ¿saldré victorioso de esta lucha? 

¡Ten piedad de mí, Señor! ¡Soy tan pobre! 
Aquí tienes mis heridas, no te las escondo. 

Tú eres el médico, yo soy el enfermo. 
Tú eres la misma misericordia, yo soy miseria.

-SAN AGUSTÍN-

martes, 24 de enero de 2012

«Tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan». Jesús, que te busque siempre, esté donde esté: con exámenes, con mucho trabajo, de vacaciones o en fin de semana. Que te busque en la oración y en la Eucaristía; que te busque en los demás, especialmente en los que más lo necesitan y en los que están más cerca. Tu madre, la Virgen, tuvo toda su vida esa actitud de búsqueda: intentó en cada momento servirte lo mejor posible, hacer tu voluntad. Por eso es la persona más santa, y por eso también es la persona más feliz.





Jesús, sé que cuando te pregunto: ¿qué quieres?, siempre me pides un poco más. Pero no me da miedo meterme en esta dinámica, porque también sé -lo tengo comprobado- que queriendo esos deseos tuyos soy feliz, con una felicidad y una paz que nada ni nadie me puede quitar. 

«Este es el secreto infalible 
insisto, del gozo y de la paz.» 



«Vienen su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, enviaron a llamarlo. Y estaba sentada a su alrededor una muchedumbre, y le dicen: Mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan fuera. Y en respuesta, les dice: ¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor dice: Ved aquí a mi madre y mis hermanos. Porque quien haga la Voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.» (Marcos 3, 31-35)


 Jesús, a primera vista parece una respuesta un poco dura, que no se merecen tu madre ni tus familiares («hermano», en arameo, es un término amplio que significa «familiar»). Pero, en el fondo, no es un reproche a su actitud, sino al contrario: es una alabanza de la que te sirves para dejar claro qué es lo realmente importante. «Quien haga la Voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

Jesús, lo que realmente importa es hacer tu voluntad. «Para honrar a Dios, someteos enteramente a su voluntad y por nada creáis que le serviréis mejor de otro modo, pues no se le sirve nunca bien, sino cuando se le sirve como Él quiere» (San Francisco de Sales).

Si la Virgen es la persona más unida a Ti, la persona más santa, no lo es por su parentesco natural contigo, Jesús, sino por su fidelidad a la hora de cumplir la misión que le habías encargado: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». (Lucas 1,38).

Toda la vida de la Virgen estuvo marcada por este objetivo: hacer siempre y en todo la voluntad de Dios. Si quiero estar unido a Ti, si quiero de verdad ser cristiano, sólo tengo un camino: cumplir la voluntad de Dios. Y para ello, el primer paso es buscar cada día, en cada acontecimiento, cuál es esa voluntad tuya: Jesús, ¿qué quieres que haga?; ¿cómo quieres que haga esto?; ¿crees que debo hacer esto otro?; ¿estoy haciendo las cosas como lo esperas de mí?; ¿qué otras cosas te gustaría que hiciera?


 «Veo con meridiana claridad la fórmula, el secreto de la felicidad terrena y eternal: no conformarse solamente con la Voluntad de Dios, sino adherirse, identificarse, querer -en una palabra-, con un acto positivo de nuestra voluntad, la Voluntad divina. Este es el secreto infalible -insisto- del gozo y de la paz» (Forja.-1006).

Jesús, para conocer tu voluntad, he de hacer oración personal. No es suficiente con esas oraciones vocales que puedo rezar en grupo o en familia. Es una cosa entre dos: Tú y yo. Además, en algunos casos necesitaré la ayuda del director espiritual para concretar una inquietud, para saber cómo corresponder mejor a esa voluntad divina. Pero el compromiso es siempre contigo, no con el director espiritual.

Jesús, sé que cuando te pregunto: ¿qué quieres?, siempre me pides un poco más. Pero no me da miedo meterme en esta dinámica, porque también sé -lo tengo comprobado- que queriendo esos deseos tuyos soy feliz, con una felicidad y una paz que nada ni nadie me puede quitar. «Este es el secreto infalible -insisto- del gozo y de la paz.»

«Tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan». Jesús, que te busque siempre, esté donde esté: con exámenes, con mucho trabajo, de vacaciones o en fin de semana. Que te busque en la oración y en la Eucaristía; que te busque en los demás, especialmente en los que más lo necesitan y en los que están más cerca. Tu madre, la Virgen, tuvo toda su vida esa actitud de búsqueda: intentó en cada momento servirte lo mejor posible, hacer tu voluntad. Por eso es la persona más santa, y por eso también es la persona más feliz.

Ayúdame, madre, a imitarte en ese deseo de adherirse, identificarse, querer -en una palabra-, con un acto positivo de nuestra voluntad, la Voluntad divina.



Todo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre, respondió Jesús al que le avisaba que Su Madre le buscaba. Es la nueva familia de Cristo, con lazos más fuertes que los de la sangre, y a la que pertenece María en primer término, pues nadie cumplió jamás la voluntad divina con más amor y más hondura que Ella. Nosotros tenemos la inmensa alegría de poder pertenecer, con lazos más fuertes que los de la sangre, a la familia de Jesús, en la medida que cumplimos la voluntad divina.

Hoy podemos examinar si deseamos cumplir siempre lo que Dios quiere de nosotros, en lo grande y en lo pequeño, en lo que es grato y en lo que nos desagrada, y pedir a Nuestra Señora que nos enseñe a amar esta santa voluntad en todos los acontecimientos, también en aquellos que nos cuesta entender o interpretar adecuadamente.


 Si nosotros queremos imitar a Cristo, nuestra actitud debe ser amar lo que Dios quiere, que entendámoslo o no, es siempre el camino que conduce al Cielo, el fin de nuestra vida. Él sólo desea nuestro bien. Dios manifiesta Su voluntad a través de los Mandamientos que son la expresión de todas las obligaciones y la norma práctica para que nuestra conducta esté dirigida a Dios.

Dios también se manifiesta a través de las indicaciones, consejos y Mandamientos de nuestra Madre la Iglesia; de los consejos recibidos en la dirección espiritual; de las obligaciones del propio estado, y en aquellos sucesos que Él permite. Hay una providencia oculta detrás de cada acontecimiento: todo está ordenado y dispuesto para que sirva al bien de todos. Obtendremos muchos frutos espirituales si nos acostumbramos a hacer actos de identificación con la voluntad de Dios en lo grande y en lo pequeño: "Jesús, lo que Tú quieras... yo lo amo".


. Cuando veamos que Dios quiere algo de nosotros, debemos hacerlo con prontitud y alegría. Porque muchos se rebelan cuando los proyectos del Señor no coinciden con los suyos; otros solamente se resignan como un simple doblegarse porque no hay otro remedio, sin amor. El Señor quiere que amemos el santo abandono, confiando plenamente en nuestro Padre Dios, sin dejar de poner, por otra parte, los medios que el caso requiera. Siempre recordemos la alabanza de Jesús a su Madre: "¡El que cumple la voluntad de mi Padre, ése ?ésa- es mi madre"



 (J ESCRIVÁ DE BALAGUER, Surco)

lunes, 23 de enero de 2012

La coloración de la Sábana Santa de Turín ,la sangre es humana, y no hay imagen bajo las manchas de sangre


El enigma del origen de la imagen de la Sábana Santa de Turín sigue siendo todavía “una provocación a la inteligencia”, como dijo Juan Pablo II.


 







Ya conocéis de mi afición a la Sábana Santa de Turín. Recientemente el ENEA, la agencia nacional  para las nuevas tecnologías, la energía y el desarrollo económico sostenible, ha publicado un informe sobre cinco años de experimentos realizados en el centro del ENEA en Frascata sobre “la coloración similar a la que presenta la  Sábana Santa de tejidos de lino por medio de radiación de ultravioleta lejano”. En pocas palabras: se ha tratado de entender la manera en la cual ha quedado estampada sobre la tela de lino de la Sábana Santa de Turín la tan particular imagen motivo de su encanto, y que constituye el mayor y más radical de los interrogativos, de “conocer los procesos físicos y químicos que pueden generar una coloración similar a la de la imagen  de la Sábana Santa”. (Fuente Marco Tosatti).

El documento base lo encontrareis en este link: http://opac.bologna.enea.it:8991/RT/2011/2011_14_ENEA.pdf.



Conviene recordar algunos datos del último análisis experimental in situ de las propiedades físicas y químicas de la imagen corpórea del Sudario, efectuado en el lejano 1978 por un grupo de 31 científicos en nombre de la Shroud of Turin Research Project, Inc. (STURP). En base a los resultados de las decenas de mediciones realizadas, los investigadores del STURP llegaron a las siguientes conclusiones:
  • La imagen corpórea no está pintada, ni estampada, ni ha sido obtenida mediante calentamiento.
  • La coloración de la imagen se encuentra en la parte más externa y superficial de las fibrillas que constituyen los hilos del tejido de lino, y algunas mediciones efectuadas en fragmentos de tela del Santo Sudario demuestran que el espesor de la coloración es extremadamente fino, equivalente a casi 200 nm, es decir, un quinto de una milésima de milímetro; es lo correspondiente al espesor de la llamada pared celular primaria de cada fibrilla de lino. Recordemos que cada hilo de lino está formado por casi 200 fibrillas.
Otros datos importantes obtenidos a partir de las mediciones del STURP son los siguientes:
  • la sangre es humana, y no hay imagen bajo las manchas de sangre;
  • el difuminado del color contiene información tridimensional del cuerpo;
  • las fibras que contienen color (de la imagen) son más frágiles que las fibras sin color; la coloración superficial de las fibrillas de la imagen deriva de un proceso desconocido que ha causado oxidación, deshidratación y conjugación de la estructura de la celulosa del lino. “En otras palabras, la coloración es consecuencia de un proceso de envejecimiento acelerado del lino”.
Como ya hemos apuntado, hasta hoy todos los intentos de reproducir una imagen en lino con las mismas características han fracasado. Algunos investigadores han obtenido imágenes con un aspecto similar a la imagen de del Sudario, pero ninguno ha conseguido reproducir simultaneamente todas las características microscópicas y macroscópicas. “En este sentido, el origen de la imagen del Santo Sudario sigue siendo desconocido. Este parece ser el núcleo del llamado “misterio de la Sábana Santa”, la pregunta más importante, la “pregunta de las preguntas” sigue siendo la misma:  ¿Cómo se ha formado la imagen corpórea en el Santo Sudario?”. 

El sudario, según los científicos, puede haber sido colocado entorno al cadáver de dos modos: 1) Apoyado sobre el cuerpo y bajo el cuerpo (no completamente en contacto con la totalidad del cuerpo rígido a causa del rigor mortis) o bien 2) ceñido al cuerpo y atado para que estuviera en contacto con casi toda la superficie corpórea.
  • La primera forma adquiere valor por el hecho de que existe una relación precisa entre intensidad (esfumado) de la imagen y la distancia entre cuerpo y tela. Además, la imagen está presente también en las zonas del cuerpo que no estaban en contacto con la tela, por ejemplo, justo encima de las manos, alrededor de la punta de la nariz. La segunda modalidad es menos probable porque faltan las deformaciones geométricas típicas de un cuerpo en tres dimensiones en contacto con una sábana bidimensional. Además, falta la huella lateral del cuerpo. Como consecuencia podemos deducir que la imagen no se ha formado por el contacto del lino con el cuerpo“.
  • Bajo las manchas de sangre no hay ninguna Imagen. Esto significa que los restos se sangre se depositaron antes que la imagen. Por lo tanto, la imagen se depositó después de que el cadáver fuera depuesto. Además todas las manchas de sangre tienen contornos bien definidos, sin rebaba, por lo tanto se puede hacer la hipótesis de que el cadáver no fue trasladado fuera de la sábana. “Faltan señales que indiquen putrefacción en las partes correspondientes a los orificios, que se manifiestan en torno a las cuarenta horas de la muerte. Como consecuencia, la imagen no depende de los gases de la putrefacción y el cadáver no permaneció en el sudario más de dos días“.
Una de las hipótesis sobre la formación de la imagen era la de una forma de energía electromagnética (por ejemplo un destello de luz de poca longitud de onda), que podría tener los requisitos adecuados para reproducir las principales características de la  imagen del Santo Sudario como la superficialidad de la coloración, el esfumado del color, la reproducción de zonas del cuerpo que no estaban en contacto directo con la tela y la ausencia de pigmentos en el tejido.
  • Los resultados del ENEA “demuestran que un breve e intenso destello de radiaciones UV direccional puede colorar un tejido en modo de reproducir muchas de las peculiares características de la imagen del cuerpo de la Sábana Santa de Turín, incluidas la tonalidad de color, la coloración superficial de las fibrillas mas externas de la trama de lino, la usencia de fluorescencia”. Sin embargo, advierten los científicos del ENEA, “hay que subrayar que la potencia total de la radiación UV necesaria para colorar de manera instantánea la superficie de un lino que corresponda a un cuerpo humano de estatura media, equivale a 2000 MW/cm2 es decir, 34.000 miles de millones de vatios para 17000 cm2, lo cual hace que hoy sea prácticamente irrealizable la reproducción de la totalidad de la imagen del sudario usando un sólo láser excimer, ya que esta potencia no puede ser creada por ninguna otra fuente de luz UV construida hasta hoy (las más potentes que se pueden encontrar en el mercado llegan a algunos miles de millones de Watt)”.
Pero la imagen de la Sábana Santa presenta algunas características que no hemos conseguido todavía reproducir -admiten- por ejemplo el difuminado de la imagen debido a una diversa concentración de fibrillas en color amarillo que se alternan con fibras sin color”.  Y advierten: “No nos encontramos en el momento de la conclusión, estamos componiendo las piezas de un puzzle científico fascinante y complicado”. 

El enigma del origen de la imagen de la Sábana Santa de Turín sigue siendo todavía “una provocación a la inteligencia”, como dijo Juan Pablo II.

San Agustín de Hipona,"Doctor de la Gracia".





(354-430). Obispo de Hipona.

Uno de los cuatro doctores originales de la Iglesia Latina. Conocido como
Aclamado Doctor el 20 de septiembre de 1295 por el Papa Bonifacio XIII. Se celebra su Fiesta el 28 de agosto.

Es Patrón de los que buscan a Dios, de los teólogos, y os dedicados a la imprenta. Aparece frecuentemente en la iconografía con el corazón ardiendo de amor por Dios.


Reseña

Nació en Tagaste (África) el año 354; después de una juventud desviada doctrinal y moralmente, se convirtió, estando en Milán, y el año 387 fue bautizado por el obispo San Ambrosio. Vuelto a su patria, llevó una vida dedicada al ascetismo, y fue elegido obispo de Hipona. Durante treinta y cuatro años, en que ejerció este ministerio, fue un modelo para su grey, a la que dio una sólida formación por medio de sus sermones y de sus numerosos escritos, con los que contribuyó en gran manera a una mayor profundización de la fe cristiana contra los errores doctrinales de su tiempo. Está entre los Padres mas influyentes del Occidente y sus escritos son de gran actualidad. Murió el año 430.


Su niñez

San Agustín nació el 13 de noviembre del año 354 en Tagaste. Esa pequeña población del norte de África estaba bastante cerca de Numidia, pero relativamente alejada del mar, de suerte que Agustín no lo conoció sino hasta mucho después. Sus padres eran de cierta posición, pero no ricos. El padre de Agustín, Patricio, era un pagano de temperamento violento; pero, gracias al ejemplo y a la prudente conducta de su esposa, Mónica, se bautizó poco antes de morir. Agustín tenía varios hermanos; él mismo habla de Navigio, quien dejó varios hijos al morir y de una hermana que consagró su virginidad al Señor. Aunque Agustín ingresó en el catecumenado desde la infancia, no recibió por entonces el bautismo, de acuerdo con la costumbre de la época. En su juventud se dejó arrastrar por los malos ejemplos y, hasta los treinta y dos años, llevó una vida licenciosa, aferrado a la herejía maniquea. De ello habla largamente en sus "Confesiones", que comprenden la descripción de su conversión y la muerte de su madre Mónica. Dicha obra, que hace las delicias de "las gentes ansiosas de conocer las vidas ajenas, pero poco solícitas de enmendar la propia", no fue escrita para satisfacer esa curiosidad malsana, sino para mostrar la misericordia de que Dios había usado con un pecador y para que los contemporáneos del autor no le estimasen en más de lo que valía. Mónica había enseñado a orar a su hijo desde niño y le había instruido en la fe, de modo que el mismo Agustín que cayó gravemente enfermo, pidió que le fuese conferido el bautismo y Mónica hizo todos los preparativos para que lo recibiera; pero la salud del joven mejoró y el bautismo fue diferido. El santo condenó más tarde, con mucha razón, la costumbre de diferir el bautismo por miedo de pecar después de haberlo recibido. Pero no es menos lamentable la naturalidad con que, en nuestros días, vemos los pecados cometidos después del bautismo que son una verdadera profanación de ese sacramento.

"Mis padres me pusieron en la escuela para que aprendiese cosas que en la infancia me parecían totalmente inútiles y, si me mostraba yo negligente en los estudios, me azotaban. Tal era el método ordinario de mis padres y, los que antes que nosotros habían andado ese camino nos habían legado esa pesada herencia". Agustín daba gracias a Dios porque, si bien las personas que le obligaban a aprender, sólo pensaban en las "riquezas que pasan" y en la gloria perecedera", la Divina Providencia se valió de su error para hacerle aprender cosas que le serían muy útiles y provechosas en la vida. El santo se reprochaba por haber estudiado frecuentemente sólo por temor al castigo y por no haber escrito, leído y aprendido las lecciones como debía hacerlo, desobedeciendo así a sus padres y maestros. Algunas veces pedía a Dios con gran fervor que le librase del castigo en la escuela; sus padres y maestros se reían de su miedo. Agustín comenta: "Nos castigaban porque jugábamos; sin embargo, ellos hacían exactamente lo mismo que nosotros, aunque sus juegos recibían el nombre de ´negocios´ . . . Reflexionando bien, es imposible justificar los castigos que me imponían por jugar, alegando que el juego me impedía aprender rápidamente las artes que, más tarde, sólo me servirían para jugar juegos peores". El santo añade: "Nadie hace bien lo que hace contra su voluntad" y observa que el mismo maestro que le castigaba por una falta sin importancia, "se mostraba en las disputas con los otros profesores menos dueño de si y más envidioso que un niño al que otro vence en el juego". Agustín estudiaba con gusto el latín, que había aprendido en conversaciones con las sirvientas de su casa y con otras personas; no el latín "que enseñan los profesores de las clases inferiores, sino el que enseñan los gramáticos". Desde niño detestaba el griego y nunca llegó a gustar a Homero, porque jamás logró entenderlo bien. En cambio, muy pronto tomó gusto por los poetas latinos.

Años juveniles

Agustín fue a Cartago a fines del año 370, cuando acababa de cumplir diecisiete años. Pronto se distinguió en la escuela de retórica y se entregó ardientemente al estudio, aunque lo hacía sobre todo por vanidad y ambición. Poco a poco se dejó arrastrar a una vida licenciosa, pero aun entonces conservaba cierta decencia de alma, como lo reconocían sus propios compañeros. No tardó en entablar relaciones amorosas con una mujer y, aunque eran relaciones ilegales, supo permanecerle fiel hasta que la mandó a Milán, en 385. Con ella tuvo un hijo, llamado Adeodato, el año 372. El padre de Agustín murió en 371. Agustín prosiguió sus estudios en Cartago. La lectura del "Hortensius" de Cicerón le desvió de la retórica a la filosofía. También leyó las obras de los escritores cristianos, pero la sencillez de su estilo le impidió comprender su humildad y penetrar su espíritu. Por entonces cayó Agustín en el maniqueísmo. Aquello fue, por decirlo así, una enfermedad de un alma noble, angustiada por el "problema del mal", que trataba de resolver por un dualismo metafísico y religioso, afirmando que Dios era el principio de todo bien y la materia el principio de todo mal. La mala vida lleva siempre consigo cierta oscuridad del entendimiento y cierta torpeza de la voluntad; esos males, unidos al del orgullo, hicieron que Agustín profesara el maniqueísmo hasta los veintiocho años. El santo confiesa: "Buscaba yo por el orgullo lo que sólo podía encontrar por la humildad. Henchido de vanidad, abandoné el nido, creyéndome capaz de volar y sólo conseguí caer por tierra".

San Agustín dirigió durante nueve años su propia escuela de gramática y retórica en Tagaste y Cartago. Entre tanto, Mónica, confiada en las palabras de un santo obispo que, le había anunciado que "el hijo de tantas lágrimas no podía perderse", no cesaba de tratar de convertirle por la oración y la persuasión. Después de una discusión con Fausto, el jefe de los maniqueos, Agustín empezó a desilusionarse de la secta. El año 383, partió furtivamente a Roma, a impulsos del temor de que su madre tratase de retenerle en África. En la Ciudad Eterna abrió una escuela, pero, descontento por la perversa costumbre de los estudiantes, que cambiaban frecuente de maestro para no pagar sus servicios, decidió emigrar a Milán, donde obtuvo el puesto de profesor de retórica.


Ahí fue muy bien acogido y el obispo de la ciudad, San Ambrosio, le dio ciertas muestras de respeto. Por su parte, Agustín tenía curiosidad por conocer a fondo al obispo, no tanto porque predicase la verdad, cuanto porque era un hombre famoso por su erudición. Así pues, asistía frecuentemente a los sermones de San Ambrosio, para satisfacer su curiosidad y deleitarse con su elocuencia. Los sermones del santo obispo eran más inteligentes que los discursos del hereje Fausto y empezaron a producir impresión en la mente y el corazón de Agustín, quien al mismo tiempo, leía las obras de Platón y Plotino. "Platón me llevó al conocimiento del verdadero Dios y Jesucristo me mostró el camino". Santa Mónica, que le había seguido a Milán, quería que Agustín se casara; por otra parte, la madre de Adeodato retornó al África y dejó al niño con su padre. Pero nada de aquello consiguió mover a Agustín a casarse o a observar la continencia y la lucha moral, espiritual e intelectual continuó sin cambios.

Excelencia de la castidad

Agustín comprendía la excelencia de la castidad predicada por la Iglesia católica , pero la dificultad de practicarla le hacía vacilar en abrazar definitivamente el cristianismo. Por otra parte, los sermones de San Ambrosio y la lectura de la Biblia le habían convencido de que la verdad estaba en la Iglesia, pero se resistía todavía a cooperar con la gracia de Dios. El santo lo expresa así: "Deseaba y ansiaba la liberación; sin embargo, seguía atado al suelo, no por cadenas exteriores, sino por los hierros de mi propia voluntad. El Enemigo se había posesionado de mi voluntad y la había convertido en una cadena que me impedía todo movimiento, porque de la perversión de la voluntad había nacido la lujuria y de la lujuria la costumbre y, la costumbre a la que yo no había resistido, había creado en mí una especie de necesidad cuyos eslabones, unidos unos a otros, me mantenían en cruel esclavitud. Y ya no tenía la excusa de dilatar mi entrega a Tí alegando que aún no había descubierto plenamente tu verdad, porque ahora ya la conocía y, sin embargo, seguía encadenado … Nada podía responderte cuando me decías: ´Levántate del sueño y resucita de los muertos y Cristo te iluminará . . . Nada podía responderte, repito, a pesar de que estaba ya convencido de la verdad de la fe, sino palabras vanas y perezosas. Así pues, te decía: ´Lo haré pronto, poco a poco; dame más tiempo´. Pero ese ´pronto´ no llegaba nunca, las dilaciones se prolongaban, y el ´poco tiempo´ se convertía en mucho tiempo".

El ejemplo de los Santos

El relato que San Simpliciano le había hecho de la conversión de Victorino, el profesor romano neoplatónico, le impresionó profundamente. Poco después, Agustín y su amigo Alipio recibieron la visita de Ponticiano, un africano. Viendo las epístolas de San Pablo sobre la mesa de Agustín, Ponticiano les habló de la vida de San Antonio y quedó muy sorprendido al enterarse de que no conocían al santo. Después les refirió la historia de dos hombres que se habían convertido por la lectura de la vida de San Antonio. Las palabras de Ponticiano conmovieron mucho a Agustín, quien vio con perfecta claridad las deformidades y manchas de su alma. En sus precedentes intentos de conversión Agustín había pedido a Dios la gracia de la continencia, pero con cierto temor de que se la concediese demasiado pronto: "En la aurora de mi juventud, te había yo pedido la castidad, pero sólo a medias, porque soy un miserable. Te decía yo, pues: ´Concédeme la gracia de la castidad, pero todavía no´; porque tenía yo miedo de que me escuchases demasiado pronto y me librases de esa enfermedad y lo que yo quería era que mi lujuria se viese satisfecha y no extinguida". Avergonzado de haber sido tan débil hasta entonces, Agustín dijo a Alipio en cuanto partió Ponticiano: "¿Qué estamos haciendo? Los ignorantes arrebatan el Reino de los Cielos y nosotros, con toda nuestra ciencia, nos quedamos atrás cobardemente, revolcándonos en el pecado. Tenemos vergüenza de seguir el camino por el que los ignorantes nos han precedido, cuando por el contrario, deberíamos avergonzarnos de no avanzar por él".

Gracia divina que todo lo puede

Agustín se levantó y salió al jardín. Alipio le siguió, sorprendido de sus palabras y de su conducta. Ambos se sentaron en el rincón más alejado de la casa. Agustín era presa de un violento conflicto interior, desgarrado entre el llamado del Espíritu Santo a la castidad y el deleitable recuerdo de sus excesos. Y Levantándose del sitio en que se hallaba sentado, fue a tenderse bajo un árbol, clamando: "¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre airado? ¡Olvida mis antiguos pecados!" Y se repetía con gran aflicción: "¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta mañana? ¿Por qué no hoy? ¿Por qué no voy a poner fin a mis iniquidades en este momento?" En tanto que se repetía esto y lloraba amargamente, oyó la voz de un niño que cantaba en la casa vecina una canción que decía: "Tolle lege, tolle lege" (Toma y lee, toma y lee). Agustín empezó a preguntarse si los niños acostumbraban repetir esas palabras en algún juego, pero no pudo recordar ninguno en el que esto sucediese. Entonces le vino a la memoria que San Antonio se había convertido al oír la lectura de un pasaje del Evangelio. Interpretó pues, las palabras del niño como una señal del cielo, dejó de llorar y se dirigió al sitio en que se hallaba Alipio con el libro de las Epístolas de San Pablo. Inmediatamente lo abrió y leyó en silencio las primeras palabras que cayeron bajo sus ojos: "No en las riñas y en la embriaguez, no en la lujuria y la impureza, no en la ambición y en la envidia: poneos en manos del Señor Jesucristo y abandonad la carne y la concupiscencia". Ese texto hizo desaparecer las últimas dudas de Agustín, que cerró el libro y relató serenamente a Alipio todo lo sucedido. Alipio leyó entonces el siguiente versículo de San Pablo: "Tomad con vosotros a los que son débiles en la fe". Aplicándose el texto a sí mismo, siguió a Agustín en la conversión. Ambos se dirigieron al punto a narrar lo sucedido a Santa Mónica, la cual alabó a Dios "que es capaz de colmar nuestros deseos en una forma que supera todo lo imaginable". La escena que acabamos de referir tuvo lugar en septiembre de 386, cuando Agustín tenía treinta y dos años.

En las manos del Señor

El santo renunció inmediatamente al profesorado y se trasladó a una casa de campo en Casiciaco, cerca de Milán, que le había prestado su amigo Verecundo. Santa Mónica, su hermano Navigio, su hijo Adeodato, San Alipio y algunos otros amigos, le siguieron a ese retiro, donde vivieron en una especie de comunidad. Agustín se consagró a la oración y el estudio y, aun éste era una forma de oración por la devoción que ponía en él. Entregado a la penitencia, a la vigilancia diligente de su corazón y sus sentidos, dedicado a orar con gran humildad, el santo se preparó a recibir la gracia del bautismo, que había de convertirle en una nueva criatura, resucitada con Cristo. "Demasiado tarde, demasiado tarde empecé a amarte. ¡Hermosura siempre antigua y siempre nueva, demasiado tarde empecé a amarte! Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo. Yo estaba lejos, corriendo detrás de la hermosura por Tí creada; las cosas que habían recibido de Tí el ser, me mantenían lejos de Tí. Pero tú me llamaste. me llamaste a gritos, y acabaste por vencer mi sordera. Tú me iluminaste y tu luz acabó por penetrar en mis tinieblas. Ahora que he gustado de tu suavidad estoy hambriento de Tí. Me has tocado y mi corazón desea ardientemente tus abrazos". Los tres diálogos "Contra los Académicos", "Sobre la vida feliz" y "Sobre el orden", se basan en las conversaciones que Agustín tuvo con sus amigos en esos siete meses.

Nueva Vida en Cristo

La víspera de la Pascua del año 387, San Agustín recibió el bautismo, junto con Alipio y su querido hijo Adeodato, quien tenía entonces quince años y murió poco después. En el otoño de ese año, Agustín resolvió retornar a África y fue a embarcarse en Ostia con su madre y algunos amigos. Santa Mónica murió ahí en noviembre de 387. Agustín consagra seis conmovedores capítulos de las "Confesiones" a la vida de su madre. Viajó a Roma unos cuantos meses después y, en septiembre de 388, se embarcó para África. En Tagaste vivió casi tres años con sus amigos, olvidado del mundo y al servicio de Dios con el ayuno, la oración y las buenas obras. Además de meditar sobre la ley de Dios, Agustín instruía a sus prójimos con sus discursos y escritos. El santo y sus amigos habían puesto todas sus propiedades en común y cada uno las utilizaba según sus necesidades. Aunque Agustín no pensaba en el sacerdocio, fue ordenado el año 391 por el obispo de Hipona, Valerio, quien le tomó por asistente. Así pues, el santo se trasladó a dicha ciudad y estableció una especie de monasterio en una casa próxima a la iglesia, como lo había hecho en Tagaste. San Alipio, San Evodio, San Posidio y otros, formaban parte de la comunidad y vivían "según la regla de los santos Apóstoles". El obispo, que era griego y tenía además cierto impedimento de la lengua, nombró predicador a Agustín. En el oriente era muy común la costumbre de que los obispos tuviesen un predicador, a cuyos sermones asistían; pero en el occidente eso constituía una novedad. Más todavía, Agustín obtuvo permiso de predicar aun en ausencia del obispo, lo cual era inusitado. Desde entonces, el santo no dejó de predicar hasta el fin de su vida. Se conservan casi cuatrocientos sermones de San Agustín, la mayoría de los cuales no fueron escritos directamente por él, sino tomados por sus oyentes. En la primera época de su predicación, Agustín se dedicó a combatir el maniqueísmo y los comienzos del donatismo y consiguió extirpar la costumbre de efectuar festejos en las capillas de los mártires. El santo predicaba siempre en latín, a pesar de que los campesinos de ciertos distritos de la diócesis sólo hablaban el púnico y era difícil encontrar sacerdotes que les predicasen en su lengua.

Obispo de Hipona

El año 395, San Agustín fue consagrado obispo coadjutor de Valerio. Poco después murió este último y el santo le sucedió en la sede de Hipona. Procedió inmediatamente a establecer la vida común regular en su propia casa y exigió que todos los sacerdotes, diáconos y subdiáconos que vivían con él renunciasen a sus propiedades y se atuviesen a las reglas. Por otra parte, no admitía a las órdenes sino a aquellos que aceptaban esa forma de vida. San Posidio, su biógrafo, cuenta que los vestidos y los muebles eran modestos pero decentes y limpios. Los únicos objetos de plata que había en la casa eran las cucharas; los platos eran de barro o de madera. El santo era muy hospitalario, pero la comida que ofrecía era frugal; el uso mesurado del vino no estaba prohibido. Durante las comidas, se leía algún libro para evitar las conversaciones ligeras. Todos los clérigos comían en común y se vestían del fondo común. Como lo dijo el Papa Pascual XI, "San Agustín adoptó con fervor y contribuyó a regularizar la forma de vida común que la primitiva Iglesia había aprobado como instituida por los Apóstoles". El santo fundó también una comunidad femenina. A la muerte de su hermana, que fue la primera "abadesa", escribió una carta sobre los primeros principios ascéticos de la vida religiosa. En esa epístola y en dos sermones se halla comprendida la llamada "Regla de San Agustín", que constituye la base de las constituciones de tantos canónigos y canonesas regulares. El santo obispo empleaba las rentas de su diócesis, como lo había hecho antes con su patrimonio, en el socorro de los pobres. Posidio refiere que, en varias ocasiones, mandó fundir los vasos sagrados para rescatar cautivos, como antes lo había hecho San Ambrosio. San Agustín menciona en varias de sus cartas y sermones la costumbre que había impuesto a sus fieles de vestir una vez al año a los pobres de cada parroquia y, algunas veces, llegaba hasta a contraer deudas para ayudar a los necesitados. Su caridad y celo por el bien espiritual de sus prójimos era ilimitado. Así, decía a su pueblo, como un nuevo Moisés o un nuevo San Pablo: "No quiero salvarme sin vosotros". "¿Cuál es mi deseo? ¿Para qué soy obispo? ¿Para qué he venido al mundo? Sólo para vivir en Jesucristo, para vivir en El con vosotros. Esa es mi pasión, mi honor, mi gloria, mi gozo y mi riqueza".

Pocos hombres han poseído un corazón tan afectuoso y fraternal como el de San Agustín. Se mostraba amable con los infieles y frecuentemente los invitaba a comer con él; en cambio, se rehusaba a comer con los cristianos de conducta públicamente escandalosa y les imponía con severidad las penitencias canónicas y las censuras eclesiásticas. Aunque jamás olvidaba la caridad, la mansedumbre y las buenas maneras, se oponía a todas las injusticias sin excepción de personas. San Agustín se quejaba de que la costumbre había hecho tan comunes ciertos pecados que, en caso de oponerse abiertamente a ellos, haría más mal que bien y seguía fielmente las tres reglas de San Ambrosio: no meterse a hacer matrimonios, no incitar a nadie a entrar en la carrera militar y no aceptar invitaciones en su propia ciudad para no verse obligado a salir demasiado. Generalmente, la correspondencia de los grandes hombres es muy interesante por la luz que arroja sobre su vida y su pensamiento íntimos. Así sucede, particularmente con la correspondencia de San Agustín. En la carta quincuagésima cuarta, dirigida a Januario, alaba la comunión diría, con tal de que se la reciba dignamente, con la humildad con que Zaqueo recibió a Cristo en su casa; pero también alaba la costumbre de los que, siguiendo el ejemplo del humilde centurión, sólo comulgan los sábados, los domingos y los días de fiesta, para hacerlo con mayor devoción. En la carta a Ecdicia explica las obligaciones de la mujer respecto de su esposo, diciéndole que no se vista de negro, puesto que eso desagrada a su marido y que practique la humildad y la alegría cristianas vistiéndose ricamente por complacer a su esposo. También la exhorta a seguir el parecer de su marido en todas las cosas razonables, particularmente en la educación de su hijo, en la que debe dejarle la iniciativa. En otras cartas, el santo habla del respeto, el afecto y la consideración que el marido debe a la mujer. La modestia y humildad de San Agustín se muestran en su discusión con San Jerónimo sobre la interpretación de la epístola a los Gálatas. A consecuencia de la pérdida de una carta, San Jerónimo, que no era muy paciente, se dio por ofendido. San Agustín le escribió: "Os ruego que no dejéis de corregirme con toda confianza siempre que creáis que lo necesito; porque, aunque la dignidad del episcopado supera a la del sacerdocio, Agustín es inferior en muchos aspectos a Jerónimo". El santo obispo lamentaba la actitud de la controversia que sostuvieron San Jerónimo y Rufino, pues temía en esos casos que los adversarios sostuviesen su opinión más por vanidad que por amor de la verdad. Como él mismo escribía, "sostienen su opinión porque es la propia, no porque sea la verdadera; no buscan la verdad, sino el triunfo".

La Verdad ante el error

Durante los treinta y cinco años de su episcopado, San Agustín tuvo que defender la fe católica contra muchas herejías. Una de las principales fue la de los donatistas, quienes sostenían que la Iglesia católica había dejado de ser la Iglesia de Cristo por mantener la comunión con los pecadores y que los herejes no podían conferir válidamente ningún sacramento. Los donatistas eran muy numerosos en Africa, donde no retrocedieron ante el asesinato de los católicos y todas las otras formas de la violencia. Sin embargo, gracias a la ciencia y el infatigable celo de San Agustín y a su santidad de vida, los católicos ganaron terreno paulatinamente. Ello exasperó tanto a los donatistas, que algunos de ellos afirmaban públicamente que quien asesinara al santo prestaría un servicio insigne a la religión y alcanzaría gran mérito ante Dios. El año 405, San Agustín tuvo que recurrir a la autoridad pública para defender a los católicos contra los excesos de los donatistas y, en el mismo año, el emperador Honorio publicó severos decretos contra ellos. El santo desaprobó al principio esas medidas, aunque más tarde cambió de opinión, excepto en cuanto a la pena de muerte. En 411, se llevó a cabo en Cartago una conferencia entre los católicos y los donatistas que fue el principio de la decadencia del donatismo. Pero, por la misma época, empezó la gran controversia pelagiana.
Pelagio era originario de la Gran Bretaña. San Jerónimo le describía como un hombre alto y gordo, repleto de avena de Escocia". Algunos historiadores afirman que era irlandés. En todo caso, lo cierto es que había rechazado la doctrina del pecado original y afirmaba que la gracia no era necesaria para salvarse; como consecuencia de su opinión sobre el pecado original, sostenía que el bautismo era un mero título de admisión en el cielo. Pelagio pasó de Roma a Africa el año 411, junto con su amigo Celestio y aquel mismo año, el sínodo de Cartago condenó por primera vez su doctrina. San Agustín no asistió al concilio, pero desde ese momento empezó a hacer la guerra al pelagianismo en sus cartas y sermones. A fines del mismo año, el tribuno San Marcelino le convenció de que escribiese su primer tratado contra los pelagianos. Sin embargo, el santo no nombró en él a los autores de la herejía, con la esperanza de así ganárselos y aun tributó ciertas alabanzas a Pelagio: "Según he oído decir, es un hombre santo, muy ejercitado en la virtud cristiana, un hombre bueno y digno de alabanza". Desgraciadamente Pelagio se obstinó en sus errores. San Agustín le acosó implacablemente en toda la serie de disputas, subterfugios y condenaciones que siguieron. Después de Dios, la Iglesia debe a San Agustín el triunfo sobre el pelagianismo. A raíz del saqueo de Roma por Alarico, el año 410, los paganos renovaron sus ataques contra el cristianismo, atribuyéndole todas las calamidades del Imperio. Para responder a esos ataques, San Agustín empezó a escribir su gran obra, “La Ciudad de Dios", en el año de 413 y la terminó hasta el año 426. “La Ciudad de Dios" es, después de las "Confesiones", la obra más conocida del santo. No se trata simplemente de una respuesta a los paganos, sino de toda una filosofía de la historia providencial del mundo.

En las “Confesiones" San Agustín había expuesto con la más sincera humildad y contrición los excesos de su conducta. A los setenta y dos años, en las "Retractaciones", expuso con la misma sinceridad los errores que había cometido en sus juicios. En dicha obra revisó todos sus numerosísimos escritos y corrigió leal y severamente los errores que había cometido, sin tratar de buscarles excusas. A fin de disponer de más tiempo para terminar ése y otros escritos y para evitar los peligros de la elección de su sucesor, después de su muerte, el santo propuso al clero y al pueblo que eligiesen a Heraclio, el más joven de sus diáconos, quien fue efectivamente elegido por aclamación, el año 426. A pesar de esa precaución, los últimos días de San Agustín fueron muy borrascosos. El conde Bonifacio, que había sido general imperial en África, cayo injustamente en desgracia de la regente Placidia, e incitó a Genserico, rey de los vándalos, a invadir África. Agustín escribió una carta maravillosa a Bonifacio para recordarle su deber y el conde trató de reconciliarse con Placidia. Pero era demasiado tarde para impedir la invasión de los vándalos. San Posidio, por entonces obispo de Calama, describe los horribles excesos que cometieron y la desolación que causaron a su paso. Las ciudades quedaban en ruinas, las casas de campo eran arrasadas y los habitantes que no lograban huir, morían asesinados. Las alabanzas a Dios no se oían ya en las iglesias, muchas de las cuales habían sido destruidas. La misa se celebraba en las casas particulares, cuando llegaba a celebrarse, porque en muchos sitios no había alma viviente a quien dar los sacramentos; por otra parte, los pocos cristianos que sobrevivían no encontraban un solo sacerdote a quien pedírselos. Los obispos y clérigos que sobrevivieron habían perdido todos sus bienes y se veían reducidos a pedir limosna. De las numerosas diócesis de África, las únicas que quedaban en pie eran Cartago, Hipona y Cirta, gracias a que dichas ciudades no habían sucumbido aún.
El conde Bonifacio huyó a Hipona. Ahí se refugiaron también San Posidio y varios obispos de los alrededores. Los vándalos sitiaron la ciudad en mayo de 430. El sitio se prolongó durante catorce meses. Tres meses después de establecido, San Agustín cayó presa de la fiebre y desde el primer momento, comprendió que se acercaba la hora de su muerte. Desde que había abandonado el mundo, la muerte había sido uno de los temas constantes de su meditación. En su última enfermedad, el santo habló de ella con gozo: "¡Dios es inmensamente misericordioso!" Con frecuencia recordaba la alegría con que San Ambrosio recibió la muerte y mencionaba las palabras que Cristo había dicho a un obispo que agonizaba, según cuenta San Cipriano: "Si tienes miedo de sufrir en la tierra y de ir al cielo, no puedo hacer nada por ti". El santo escribió entonces: "Quien ama a Cristo no puede tener miedo de encontrarse con El. Hermanos míos, si decimos que amamos a Cristo y tenemos miedo de encontrarnos con El, deberíamos cubrirnos de vergüenza". Durante su última enfermedad, pidió a sus discípulos que escribiesen los salmos penitenciales en las paredes de su habitación y los cantasen en su presencia y no se cansaba de leerlos con lágrimas de gozo. San Agustín conservó todas sus facultades hasta el último momento, en tanto que la vida se iba escapando lentamente de sus miembros. Por fin, el 28 de agosto de 430, exhaló apaciblemente el último suspiro, a los setenta y dos años de edad, de los cuales había pasado casi cuarenta consagrado al servicio de Dios. San Posidio comenta: "Los presentes ofrecimos a Dios el santo sacrificio por su alma y le dimos sepultura". Con palabras muy semejantes había comentado Agustín la muerte de su madre. Durante su enfermedad, el santo había curado a un enfermo, sólo con imponerle las manos. Posidio afirma: "Yo sé de cierto que, tanto como sacerdote que como obispo, Agustín había pedido a Dios que librase a ciertos posesos por quienes se le había encomendado que rogase y los malos espíritus los dejaron libres".