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jueves, 30 de agosto de 2012

¿ Jesús,Por qué no quitas el Sufrimiento del Mundo?

Dios No hace milagros donde no hay fe.?
 Los Evangelios cuentan cómo en Nazaret no hiciste 
«muchos milagros a causa de su incredulidad»
 (Mateo 13,58). 
 Por eso a esta gente les pides un gesto de fe:
que se acerquen a Ti confiando en que les vas a curar.

Tal vez es que el sufrimiento físico,

 no es el verdadero mal, 

Sino que lo que te interesa es, sobre todo, el bien de las almas: que crean en Ti y que te amen de tal modo que hasta el sufrimiento tenga sentido.



«Jesús con sus discípulos se alejó hacia el mar; y le siguió una gran muchedumbre de Galilea v de Judea; también de Jerusalén, de ldumea, de más allá del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, vino hacia él una gran multitud al oír las cosas que hacia. Y dijo a sus discípulos que le tuviesen dispuesta una pequeña barca, por causa de la muchedumbre, para que no le oprimiesen; porque sanaba a tantos, que se le echaban encima para tocarle todos los que tenían enfermedades.
 Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se echaban a sus pies
 y gritaban diciendo: 

 Tú eres el Hijo de Dios. 
Y les ordenaba con energía que no le descubriesen.» 
 (Marcos 3, 7-12)

 Jesús, se te echan encima para tocarte, pues tan sólo con tocarte quedaban sanos. Pero ¿por qué es necesario que te toquen? ¿No te resultaría igual de fácil hacer el milagro «a distancia»? 

Jesús, ¿por qué no curas a tanta gente enferma que existe a mí alrededor?

¿Por qué no quitas el sufrimiento del mundo? 
No nos quitas el dolor ni la muerte;
de hecho has querido que la Cruz sea la señal del cristiano. 
Tal vez es que el sufrimiento físico no es el verdadero mal, sino que lo que te interesa es, sobre todo, el bien de las almas:
 que crean en Ti y que te amen de tal modo que hasta el sufrimiento tenga sentido. 

«Jesús no curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y, la muerte por su Pascua

En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el pecado del mundo, del que la enfermedad no es sino una consecuencia. 


Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a la pasión redentora»

Jesús, haces milagros para mostrar que eres Dios; pero luego, ordenas que no te descubran. ¿Por qué? 
Porque te has de ir mostrando poco a poco, de modo que puedan entender quién eres. 
Yo también te voy conociendo poco a poco, te voy entendiendo poco a poco. 
Ayúdame a entenderte mejor para que pueda quererte más. 
Ayúdame a ser constante en la oración, a no dejarte; 
 entonces, te conoceré mejor y me enamoraré más de Ti. 

 «Comulga. No es falta de respeto. -Comulga hoy precisamente, cuando acabas de salir de aquel lazo. -Olvidas que dijo Jesús: no es necesario el médico a los sanos, sino a los enfermos?» 

Jesús, aquellas gentes buscaban tocarte para poder curarse. Yo también estoy un poco enfermo del alma. Pero Tú no quieres curarme «a distancia»; quieres que yo me acerque y te toque realmente. Y ¿qué mejor modo de «tocarte» que la comunión? 

Jesús, en la comunión te recibo físicamente: con tu Cuerpo, con tu Alma, con tu Sangre y con tu Divinidad. Además, sé que sólo puedo recibirte si no tengo pecados graves, por lo que el propósito de recibirte en la comunión, me lleva a confesarme primero, si me hace falta. Y luego, cuando te tengo dentro de mí, puedo pedirte perdón por las veces que te he fallado, y darte gracias porque te has quedado en la Eucaristía para que pueda recibirte y tratarte y amarte. 

«Y dijo a sus discípulos que le tuviesen dispuesta una pequeña barca». Jesús, me pides que disponga lo mejor posible mi pequeña barca, mi pobre corazón, para que puedas meterte dentro y dirigirlo a donde quieras. 

Quiero tener un corazón muy limpio, muy lleno de amor, que esté dispuesto para recibirte como mereces en la comunión. Y si no lo está, Jesús, lo limpiaré para poder comulgar con piedad. Así te demuestro mi fe; esa fe que necesitas para seguir realizando en mí tantos milagros. 

Vemos en el Evangelio de la Misa a tanta gente necesitada que acude a Cristo (Lucas 6, 19; 8, 45). Y les atiende, porque tiene un corazón compasivo y misericordioso. 


Las muchedumbres andan hoy tan necesitadas como entonces. También ahora las vemos como ovejas sin pastor, desorientadas, sin saber a dónde dirigir su vida.

La humanidad, a pesar de los progresos, sigue padeciendo la gran falta de la doctrina de Cristo, custodiada sin error por el Magisterio de la Iglesia. 

Las palabras del Señor siguen siendo palabras de vida eterna que enseñan a huir del pecadoa santificar la vida ordinaria, las alegrías, las derrotas y la enfermedad..., 

y abren el camino de la salvación. En nuestras manos está ese tesoro de doctrina para darla a tiempo y a destiempo
 (2 Timoteo, 4, 2). 
Ésta es la tarea verdaderamente apremiante 
que tenemos los cristianos. 


Para dar la doctrina de Jesucristo es necesario tenerla en el entendimiento y en el corazón: meditarla y amarla. Necesitamos conocer bien el Catecismo, esos libros "fieles a los contenidos esenciales de la Revelación y puestos al día en lo que se refiere al método, capaces de educar en una fe robusta a las generaciones cristianas de los tiempos nuevos" 


Os entrego lo que recibí (1 Corintios, 11, 23), 
decía San Pablo.

 Id y enseñad..., nos dice a todos el mismo Cristo. Se trata de una difusión espontánea de la doctrina, de modo a veces informal, pero extraordinariamente eficaz, que realizaron los primeros cristianos como podemos hacerlo ahora: 
De familia a familia, entre los compañeros de trabajo, en la calle, en la Universidad:
 Estos medios se convierten en el cauce de una catequesis discreta y amable, que penetra hasta lo más hondo de las costumbres de la sociedad y de la vida de los hombres.


Al advertir la extensión de esta tarea ?difundir la doctrina de Jesucristo- hemos de empezar por pedirle al Señor que nos aumente la fe.


Debemos tener en cuenta que sólo la gracia de Dios puede mover a voluntad para asentir a las verdades de la fe

Por eso, cuando queremos atraer a alguno a la verdad cristiana, debemos acompañar ese apostolado con una oración humilde y constante; y junto a la oración, la penitencia, quizá en detalles pequeños, pero sobrenatural y concreta.


Señor, ¡enséñanos a darte a conocer! Santa María, ¡ayúdanos para que sepamos ilusionar a otros muchos en esta noble tarea de difundir la Verdad! 

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miércoles, 29 de agosto de 2012

¡Poder de hacer Milagros!

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EL CAMINO HACIA DIOS

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A cuántas almas muertas, y hasta podridas, resucitarás, si permites a Cristo que actúe en Ti.



En aquellos tiempos, narran los Evangelios, pasaba el Señor; y ellos, los enfermos, le llamaban y le buscaban. 
También ahora pasa Cristo con tu vida cristiana y, si le secundas, cuántos le conocerán, le llamarán, le pedirán ayuda y se les abrirán los ojos a las luces maravillosas de la gracia

El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. y el que me ama será amado por mi Padre y yo le amaré y yo mismo me manifestaré a él.

Judas, no el Iscariote, le dijo: Señor; ¿y qué ha pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo? Jesús contestó y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que escucháis no es mía sino del Padre que me ha enviado. Os he hablado de todo esto estando con vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho. 
(Jn 14,21-26)

 Jesús, ante la desorientación que hay en el mundo –tanta gente sufriendo y luchando sin sentido; tantos que queman sus vidas por ideales que no valen la pena; tantos sin ideales, cuyo único norte es el placer a corto plazo y que no cosechan más que tristezas y odios–, ante esta panorámica desoladora, a mí también me nace esta pregunta de lo más hondo del alma: Señor, ¿y qué ha pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?

Jesús, ¿por qué yo he tenido la suerte de conocerte, de entenderte, de amarte? ¿Porqué no te manifiestas a los demás, que tanta falta les hace? Tu contestación parece que no responde: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él. Sin embargo es la mejor respuesta –la más profunda– al por qué de este aparente desentendimiento divino por los hombres.
Jesús, Tú no puedes manifestarte directamente: si aparecieras milagrosamente, tu presencia sería abrumadora y los hombres no tendrían otra opción que obedecerte; pero Tú quieres que te obedezca libremente, por amor. 

Por eso, aunque te manifiestas un poco más a los apóstoles, porque son los primeros, también les has de exigir más –el martirio–para que su amor tenga mérito.
Jesús, Tú quieres manifestarte a los demás a través de mí –metido en mí–con el ejemplo de obras que reflejen el amor que te tengo. De esta manera, te manifiestas sin imponerte, respetando la libertad. Si yo te amo de verdad y guardo tu palabra, es decir, si te amo con obras, entonces me amarás y vendrás a mí: la Trinidad habitará en mi pobre alma humana, y desde ahí se manifestará al  mundo. Santidad y apostolado son dos caras de la misma moneda.

En esto consiste la perfección de la vida cristiana: en que, hechos  partícipes del nombre de Cristo por nuestro apelativo de cristianos, pongamos de manifiesto, con nuestros sentimientos, con la oración y con nuestro género de vida, la virtualidad de este nombre

¡Poder de hacer milagros!: a cuántas almas muertas, y hasta podridas, resucitarás, si permites a Cristo que actúe en ti.

En aquellos tiempos, narran los Evangelios, pasaba el Señor; y ellos, los enfermos, le llamaban y le buscaban. También ahora pasa Cristo con tu vida cristiana y, si le secundas, cuántos le conocerán, le llamarán, le pedirán ayuda y se les abrirán los ojos a las luces maravillosas de la gracia

Jesús, te quieres manifestar a todo el mundo, pero quieres hacerlo a través de mí, de mi vida cristiana. Para ello tengo que permitir que Tú actúes en mí: que estés en mí, en mi alma en gracia; que te ame y guarde tu palabra. Entonces se repetirán los milagros que hiciste en los primeros tiempos: ¡cuántas personas podrán mejorar espiritualmente, y también materialmente, si los cristianos somos consecuentes con nuestra fe!Jesús, ¡qué responsabilidad tan grande la mía! 

Si no te amo como me pides, si sólo busco mis intereses, si me dejo llevar egoístamente de lo que me apetece o me preocupa, entonces te quedas fuera. No puedes hacer morada en mí ni llegar a los que me rodean.Jesús, quiero amarte; quiero que puedas contar conmigo para mostrarte a los demás. Ayúdame Dios Espíritu Santo a no olvidarme de estas cosas, tal como Jesús  ha prometido: 

el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho.


En el momento del Bautismo vinieron a nuestra alma las tres personas de la Beatísima Trinidad con el deseo de permanecer unidas a nuestra existencia. Esta presencia, del todo singular, sólo se pierde por el pecado mortal. San Agustín, al considerar esta inefable cercanía de Dios, exclamaba: 

"¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva!; he aquí que Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba (...) Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me tenían lejos de Ti las cosas que, si no estuviesen en Ti, no serían. Tú me llamaste claramente y rompiste mi sordera; brillaste, resplandeciste, y curaste mi ceguedad". 
(Confesiones, 10, 27, 38).

Los cristianos no debemos contentarnos con no perder a Dios: debemos buscarle en nosotros mismos procurando el recogimiento de los sentidos que tienden a desparramarse y quedarse apegados a las cosas. Para lograr este recogimiento, a algunos el Señor les pide que se retiren del mundo, pero Dios quiere que la mayoría de los cristianos
 (madres, estudiantes, trabajadores...) 
 le encontremos en medio de nuestros quehaceres.

Mediante la mortificación habitual durante el día –con la que tan relacionado está el gozo interior- guardamos para Dios los sentidos. Mortificamos la imaginación, librándola de pensamientos inútiles; la memoria, echando a un lado recuerdos que no nos acercan al Señor; la voluntad, cumpliendo con el deber concreto, porque el trabajo intenso, si está dirigido a Dios, lejos de impedir el diálogo con El, lo facilita.

La liturgia nos invita a tratar con más intimidad al Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, en este tiempo en que nos encaminamos hacia la fiesta de Pentecostés. 

El Espíritu Santo está en el alma del cristiano en gracia, para configurarlo con Cristo, para que cada vez se parezca más a El, para moverlo al cumplimiento de la voluntad de Dios, y ayudarle en esa tarea. 
 ¿Porqué sentirnos solos, si el Espíritu Santo nos acompaña? Pidamos a la Virgen que nos enseñe a comprender esta dichosísima realidad.

¡Qué distinto sería nuestro porte en algunas circunstancias, la conversación, si fuéramos conscientes de que somos templos de Dios, templos del Espíritu Santo! "¡Dios te salve María, templo y Sagrario de la Santísima Trinidad, ayúdame!"

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EL CAMINO HACIA DIOS

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martes, 28 de agosto de 2012

COMO DISTRIBUYE DIOS BIEN LOS DONES Y TALENTOS ?


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Es necesario que cada cual esté contento con los dones y talentos con que la Providencia le haya dotado, y no se entregue a la murmuración porque no haya recibido tanta inteligencia y habilidad como otro, ni porque haya ido a menos en sus recursos personales, por excesivo trabajo, por la vejez o la enfermedad. Este aviso es de utilidad general; pues los más favorecidos tienen siempre algunos defectos que les obligan a practicar la resignación y la humildad. 

Y será tanto más peligroso dejar sin defensa este lado, cuanto que por ahí ataca el demonio a gran número de almas: incítalas a compararse con lo que fueron en otro tiempo, con lo que son otros, a fin de hacer nacer en ellas todo género de malos sentimientos, así como un orgulloso desprecio del prójimo, una necia infatuación de sí mismos, y una envidia no exenta de malignidad juntamente con el desprecio, y quizá también el desaliento.

Tenemos el deber de conformarnos en esto como en todo lo demás con la voluntad de Dios, de contentarnos con los talentos que El nos ha dado, con la condición en que nos ha colocado, y no hemos de querer ser más sabios, más hábiles, más considerados que lo que Dios quiere. Si tenemos menos dotes que algunos otros, o algún defecto natural de cuerpo o de espíritu, una presencia exterior menos ventajosa, un miembro estropeado, una salud débil, una memoria infiel, una inteligencia tarda, un juicio menos firme, poca aptitud para tal o cual empleo, no hemos de lamentarnos y murmurar a causa de las perfecciones que nos faltan, ni envidiar a los que las tienen. Tendría muy poca gracia que un hombre se ofendiese de que el regalo que se le hace por un puro favor no es tan bueno y rico como hubiera deseado. 

¿Estaba Dios obligado a otorgarnos un espíritu más elevado, un cuerpo mejor dispuesto? ¿No podía habernos criado en condiciones aún menos favorables, o dejarnos en la nada? ¿Hemos siquiera merecido esto que nos ha dado? Todo es puro efecto de su bondad a la que somos deudores. Hagamos callar a este orgullo miserable que nos hace ingratos, reconozcamos humildemente los bienes que el Señor se ha dignado concedernos.

En la distribución de los talentos naturales no está Dios obligado a conformarse a nuestros falsos principios de igualdad. No debiendo nada a nadie, El es Dueño absoluto de sus bienes, y no comete injusticia dando a unos más y a otros menos, perteneciendo, por otra parte, a su sabiduría que cada cual reciba según la misión que determina confiarle. «Un obrero forja sus instrumentos de tamaño, espesor y forma en relación con la obra que se propone ejecutar; de igual manera Dios nos distribuye el espíritu y los talentos en conformidad con los designios que sobre nosotros tiene para su servicio, y la medida de gloria que de ellos quiere sacar.»

 A cada uno exige el cumplimiento de los deberes que la vida cristiana impone; nos destina además un empleo particular en su casa: a unos el sacerdocio o la vida religiosa, a otros la vida secular, en tal o cual condición; y en consecuencia, nos distribuye los dones de naturaleza y de gracia. Busca ante todo el bien de nuestra alma, o mejor aún, su solo y único objeto final es procurar su. gloria santificándonos. Como El, nosotros no hemos de ver en los dones de naturaleza y en los de gracia, sino medios de glorificarle por nuestra santificación.

Porque, «¿quién sabe -dice San Alfonso- si con más talento, con una salud más robusta, con un exterior más agradable, no llegaríamos a perdernos? ¿Cuántos hay, para quienes la ciencia y los talentos, la fuerza o la hermosura, han sido ocasión de eterna ruina, inspirándoles sentimientos de vanidad y de desprecio de los demás, y hasta conduciéndolos a precipitarse en mil infamias? 

¿ Cuántos, por el contrario, deben su salvación a la pobreza, enfermedad o a la falta de hermosura, los cuales, si hubieran sido ricos, vigorosos o bien formados, se hubieran condenado? 

No es necesario tener hermoso rostro, ni buena salud, ni mucho talento; sólo una cosa es necesaria: salvar el alma». 

Tal vez se nos ocurra la idea de que necesitamos cierto grado de aptitudes para desempeñar nuestro cargo, y que con más recursos naturales pudiéramos hacer mayor bien. Mas, como hace notar con razón el P. Saint-Jure: 

«Es una verdadera dicha para muchos y muy importante para su salvación no tener agudo ingenio, ni memoria, ni talentos naturales; la abundancia los perdería, y la medida que Dios les ha otorgado les salvará. Los árboles no se hallan mejor por estar plantados en lugares elevados, pues en los valles se encontrarían más abrigados. 

Una memoria prodigiosa que lo retiene todo, un espíritu vivo y penetrante en todas las ciencias, una rara erudición, un gran brillo y un glorioso renombre, no sirven frecuentemente sino para alimentar la vanidad, y se convierten en ocasión de ruina.» Hasta es posible hallar alguna pobre alma bastante infatuada de sus méritos, que desea ser colocada en el candelero, que envidia a los que poseen cargos, que les denigra y hasta trabaja por perderlos.

 ¿Qué seria de nosotros si tuviésemos mayores talentos? 
Sólo Dios lo sabe. En vista de ello, 
¿hay partido más prudente que el de confiarle nuestra suerte y entregarnos a El?

¿No está permitido al menos desear estos bienes naturales y pedirlos? Ciertamente, y a condición de que se haga con intención recta y humilde sumisión. En otra parte hemos hablado de las riquezas y de la salud; dejemos a un lado la hermosura, que el Espíritu Santo llama yana y engañosa. Nosotros podemos necesitar de tal o cual aptitud, y hay ciertos dones que parecen particularmente preciosos y deseables, como una fiel memoria, una inteligencia penetrante, un juicio recto, corazón generoso, voluntad firme.

 Es, pues, legitimo pedirlos. El bienaventurado Alberto Magno obtuvo por sus oraciones una maravillosa facilidad para aprender, mas el piadoso Obispo de Ginebra, fiel a su invariable doctrina, «no quiere que se desee tener mejor ingenio, mejor juicio»; según él, «estos deseos son frívolos y ocupan el lugar del que todos debemos tener: procurar cultivar cada uno el suyo y tal cual es».

En realidad, lo importante no es envidiar los dones que nos faltan, sino hacer fructificar los que Dios nos ha confiado, porque de ellos nos pedirá cuenta, y cuanto más nos hubiere dado, más nos ha de exigir. Que hayamos recibido diez, cinco, dos talentos, o uno tan sólo poco importa, será preciso presentar el capital junto con los intereses. El recompensado con mayor magnificencia no siempre será el que posea más dones, sino el que hubiere sabido hacerlos más productivos. 

Para ser mal servidor, no es necesario abusar de nuestros talentos, basta enterrarlos. ¿Y qué pago podemos esperar de Dios si los empleamos no para su gloria y sus intereses, sino para sólo nosotros, a nuestra manera y no conforme a sus miras y voluntad? «Como los ojos de los criados están fijos en las manos de sus señores», así hemos de tener los ojos de nuestra alma dirigidos constantemente a Dios, ya para ver lo que El quiere de nosotros, ya para implorar su ayuda; porque su voluntad santísima es la única que nos lleva a nuestro fin, y sin ella nada podemos. 

¿Quién cumplirá, pues, mejor su modesta misión aquí abajo? No siempre será el de mejores dotes, sino aquel que se haga más flexible en manos de Dios, es decir: el más humilde, el más obediente. Por medio de un instrumento dócil, aunque sea de mediano valor, o aun insignificante, Dios hará maravillas. 

«Creedme -decía San Francisco de Sales-, Dios es un gran obrero: con pobres instrumentos sabe hacer obras excelentes. Elige ordinariamente las cosas débiles para confundir las fuertes, la ignorancia para confundir la ciencia, y lo que no es, para confundir a lo que aparenta ser algo. ¿Qué no ha hecho con una vara de Moisés, con una mandíbula de un asno en manos de Sansón? 

¿Con qué venció a Holofernes, sino por mano de una mujer?» Y en nuestros días, ¿no ha realizado prodigios de conversión por medio del Santo Cura de Ars? Este hombre mucho distaba de ser un genio, pero era profundamente humilde. Cerca de él había multitud de otros más sabios, y con más dotes naturales; pero, como no estaban de manera tan absoluta en manos de Dios, no han podido igualar a ese modesto obrero.

¿Quién hará servir mejor los dones naturales a su santificación? Tampoco será siempre el mejor dotado, sino el más esclarecido por la fe, el más humilde y el más obediente. ¿No se han visto con frecuencia hombres enriquecidos en todo género de dones, dilapidar la vida presente y comprometer su eternidad; mientras que otros con menos talento y cultura, se muestran infinitamente más sabios, porque vuelven por completo a Dios y no viven sino para El? 

Cierta religiosa deploraba un día en presencia de Nuestro Señor lo que. ella llamaba su «nulidad», y sufría más que de costumbre al sentirse tan inútil, cuando la vino este pensamiento: «puedo sufrir, puedo amar, y para estas dos cosas no necesito ni talento ni salud. ¡Dios mío, qué bueno sois! ¡Aun siendo la nada que soy, puedo glorificaros, puedo salvaros muchas almas».

 «¡Qué!, preguntaba el bienaventurado Egidio a San Buenaventura, ¿no puede un ignorante amar a Dios tanto como el más sabio doctor? Sí, hermano mío, y hasta una pobre viejecita sin ciencia puede amar a Dios tanto, y aun más que un Maestro en Teología.» Y el Santo Hermano transportado de gozo, corre a la huerta y comienza a gritar: «Venid, hombres simples y sin letras, venid, mujercillas pobres e ignorantes, venid a amar a Nuestro Señor, pues podéis amarle tanto y aun más que Fray Buenaventura y los más hábiles teólogos.»

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viernes, 24 de agosto de 2012

El Paraíso...?

( BREVE EXPLICACIÓN DEL CUADRO )

El Paraíso.

 Es un palacio donde reina Dios, en la parte de arriba, adorado por sus ángeles, un trío de los cuales forma un grupo musical en el jardín. 

En la puerta san Pedro atiende a los humanos desnudos que llegan -los que están ya dentro visten muy elegantes- y san Miguel le acompaña con su cruz-espada, atento a que  el demonio de turno no se lleve a la que no debe.

La mesa contiene también unas inscripciones copiadas del 
capítulo 32 del Deuteronomio. 

La de arriba reza: "Esa gente ha perdido el juicio y carece de inteligencia: 
si fuesen sensatos entenderían la suerte que les espera". 

Y la de abajo: "Esconderé de ellos mi rostro y consideraré sus postrimerías". 
Queda claro pues que Dios espía las acciones de los 
humanos y que actuará en consecuencia.





Hijo, yo debo ser tu supremo y último fin, se deseas de
 verdad ser bienaventurado.

Con este propósito se purificará tu deseo, que vilmente se abate muchas veces a sí mismo, y a las criaturas.

Porque si en algo te buscas a ti mismo, luego desfalleces,
 y te quedas árido.

Atribúyelo, pues, todo principalmente a Mí, 
que soy el que todo lo he dado.

Así, considera cada cosa como venida del Soberano Bien, y por esto todas las cosas se deben reducir a Mí como a su origen.

De Mí sacan agua como de fuente viva el pequeño y el rico; 
y los que me sirven de buena 
voluntad y libremente, recibirán gracia por gracia.

Pero el que se quiere ensalzar fuera de Mí o deleitarse en algún bien particular, no será confirmado en el verdadero gozo, ni dilatado en su corazón, sino que estará impedido y angustiado 
de muchas maneras.

Por eso no te apropies a ti alguna cosa buena, ni atribuyas a algún hombre la virtud, sino refiérelo todo a Dios, 
sin el cual nada tiene el hombre.

Yo lo di todo, Yo quiero que se me vuelca todo; y con todo rigor exijo que se me den gracias por ello.
. Esta es la verdad con que se destruye la vanagloria.

Y si la gracia celestial y la caridad verdadera entraren en el alma, no habrá envidia alguna ni quebranto de corazón, 
ni te ocupará el amor propio.

La caridad divina lo vence todo, y dilata todas las fuerzas del alma.

Si bien lo entiendes, en Mí solo te has de alegrar, y en Mí solo has de esperar; porque ninguno es bueno sino sólo Dios, el cual es de alabar sobre todas las cosas, y debe ser bendito en todas ellas.

Hijo, no eres aun fuerte y prudente amador.

¿Por qué, Señor?

Porque por una contradicción pequeña, faltas en lo comenzado, 
y buscas la consolación ansiosamente.

El constante amador está fuerte en las tentaciones, y no cree a las 
persuasiones engañosas del enemigo.

Como Yo le agrado en las prosperidades, así no le descontento en las adversidades.

El discreto amador no considera tanto el don del amante, 
cuando el amor del que da.

Antes mira a la voluntad que a la merced; 
y todas las dádivas estima menos que el amado.

El amador noble no descansa en el don, sino 
en Mí sobre todo don.

Por eso, si algunas veces no gustas de Mí o de mis Santos tan bien como deseas: no está todo perdido. Aquel tierno y dulce afecto que sientes algunas veces, obra es de la presencia de la gracia, y gusto anticipado de la patria celestial, sobre lo cual no se debe estribar mucho, porque va y viene.

Pero pelear contra las perturbaciones incidentes del ánimo, u menospreciar la sugestión del diablo, señal es de virtud y de gran merecimiento.

No te turben, pues, las imaginaciones extrañas de diversas 
materias que te ocurrieren.

Guarda tu firme propósito y la intención recta 
para con Dios.

Ni tengas a engaño que de repente te arrebaten alguna vez a lo alto, y luego te torne a las pequeñeces acostumbradas del corazón.
Porque más las sufres contra tu voluntad que las causas; y mientras te dan pena y las contradices, mérito es y no pérdida.

Persuádete que el enemigo antiguo de todos modos se esfuerza para impedir tu deseo en el bien, y apartarte de todo ejercicio devoto, como es honrar a los Santos, la piadosa memoria de mi pasión, la útil contrición de los pecados, la guarda del propio corazón, el firme propósito de aprovechar en la virtud.

Te trae muchos pensamientos malos para disgustarte y atemorizarte, para desviarte de la oración y de la lección sagrada.

Desagrádale mucho la humilde confesión; y si pudiese, haría que dejases de comulgar.

No le creas, ni hagas caso de él; aunque muchas 
veces te arme lazos para seducirte.

Cuando te trajere pensamientos malos y torpes, 
atribúyelos a él, y dile:

Vete de aquí, espíritu inmundo; avergüénzate, desventurado; muy sucio eres, pues me traes tales cosas a la imaginación.
Apártate de mí, malvado engañador; 
no tendrás parte ninguna en mí; mas Jesús estará conmigo como invencible capitán, y tú estarás confundido.

Más quiero morir y sufrir cualquier pena que condescender contigo.
Calla y enmudece, no te oiré ya aunque más me importunes.

 El Señor es mi luz y mi salud. ¿A quién temeré?

Aunque se ponga contra mi un ejercito, no temerá mi corazón. 
El Señor es mi ayuda y mi Redentor.

Pelea como buen soldado; y si alguna vez cayeres por flaqueza de corazón, procura cobrar mayores fuerzas que las primeras, confiando de mayor favor mío, y guárdate mucho del vano contentamiento y de la soberbia.

Por eso muchos están engañados, y caen algunas veces en ceguedad casi incurable.

Sírvate de aviso y de perpetua humildad la caída de los soberbios, que locamente presumen de sí.


 LA GRACIA BAJO EL VELO DE LA HUMILDAD.

Hijo, te es más útil y más seguro encubrir la gracia de la devoción, y no ensalzarte ni hablar mucho de ella, ni estimarla mucho; sino despreciarte a ti mismo, y temer, porque se te ha dado sin merecerla.

No es bien estar muy pegado a esta afección; porque se puede mudar presto en otra contraria.

Piensa cuando estás en gracia, cuán miserable 
y pobre sueles ser sin ella.

Y no está sólo el aprovechamiento de la vida espiritual en tener gracia de consolación, sino en que con humildad, abnegación y paciencia lleves a bien que se te quite, de suerte que entonces, no aflojes en el cuidado de la oración, ni dejes del todo las demás buenas obras que sueles hacer ordinariamente.

Mas como mejor pudieres y entendieres, haz de buena gana cuanto está en ti, sin que por la sequedad o angustia del espíritu que sientes, te descuides del todo.

. Porque hay muchos que cuando las cosas no les suceden a su placer, se hacen impacientes o desidiosos.

Porque no está siempre en la mano del hombre su camino, sino que a Dios pertenece el dar y consolar cuando quiere y cuanto quiere, y a quien quiere, según le agradare, y no más.

Algunos indiscretos de destruyeron a si mismos por la gracia de la devoción; porque quisieron hacer más de lo que pudieron, no mirando la medida de su pequeñez, y siguiendo más el deseo de su corazón que el juicio de la razón.

Y porque se atrevieron a mayores cosas que Dios quería, 
por esto perdieron pronto la gracia.

Se hallaron pobres, y quedaron viles los que pusieron en el cielo su nido, para que humillados y empobrecidos a prendan a no volar con sus alas, sino a esperar debajo de las mías.

Los que aún son nuevos e inexpertos en el camino del Señor, si no se gobiernan por el consejo de discretos, fácilmente pueden ser engañados y perderse.

Si quieren más seguir su parecer que creer a los ejercitados, les será peligroso el fin, y si se niegan a ceder de su propio juicio.

Los que se tienen por sabios, rara vez sufren con 
humildad  que otro los dirija.

Mejor es saber poco con humildad, y poco entender, que grandes tesoros de ciencia con vano contento.

Más te vale tener poco, que mucho con que te puedes ensoberbecer.

No obra discretamente el que se entrega todo a la alegría, olvidando su primitiva miseria y el casto temor del Señor, que recela perder la gracia concedida.

No tampoco sabe mucho de virtud el que en tiempo de adversidad y de cualquiera molestia de desanima demasiado, y no piensa ni siente de Mí con la debida confianza.

El que quisiere estar muy seguro en tiempo de paz, se encontrará abatido y temeroso en tiempo de guerra.

Si supieses permanecer siempre humilde y pequeño para contigo, y moderar y regir bien tu espíritu, no caerías tan 
presto en peligro ni pecado.

Buen consejo es que pienses cuando estás con fervor de espíritu, lo que puede ocurrir con la ausencia de la luz.

Cuando esto acaeciere, piensa que otra vez puede volver la luz, que para tu seguridad y gloria mía te quité por algún tiempo.

Más aprovecha muchas veces esta prueba, que si tuvieses de continuo a tu voluntad las cosas que deseas.

Porque los merecimientos no se han de calificas por tener muchas visiones o consolaciones, o porque sea uno entendido en la Escritura, o por estar levantado en dignidad más alta.

Sino que consiste en estar fundado en verdadera humildad y lleno de caridad divina, en buscar siempre pura y enteramente la honra de Dios, en reputarse a sí mismo por nada, y verdaderamente despreciarse, y en desear más ser abatido y despreciado, que honrado de otros.

 ANTE LOS OJOS DE DIOS.

¿Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza? Si por más me reputare, Tú estás contra mí, y mis maldades dan verdadero testimonio que no puedo contradecir.

Mas si me humillare y anonadare, y dejare toda propia estimación, y me volviere polvo como lo soy, será favorable para mí tu gracia, y tu luz se acercará a mi corazón, y toda estimación, por poca que sea, se hundirá en el valle de mi miseria, y perecerá para siempre.
Allí me hacer conocer a mí mismo lo que soy, lo que fui y en lo que he parado; porque soy nada y no lo conocí.

Abandonado a mis fuerzas, soy nada y todo flaqueza; pero al punto que Tú me miras, luego me hago fuerte, y me lleno de gozo nuevo.
Y es cosa maravillosa por cierto cómo tan de repente soy levantado sobre mí, y abrazado de Ti con tanta benignidad; siendo así que yo, según mi propio peso, siempre voy a lo bajo.

Esto hace tu amor gratuitamente, anticipándose y socorriéndome en tanta multitud de necesidades, guardándome también de graves peligros, y librándome de males verdaderamente innumerables.

Porque yo me pedí amándome desordenadamente; pero buscándote a Ti solo, y amándote puramente me hallé a mí no menos que a Ti; y por el amor me anonadé más profundamente.

Porque Tú, oh dulcísimo Señor, haces conmigo mucho más de lo que merezco y más de lo que me atrevo a esperar y pedir.

Bendito seas, Dios mío, que aunque soy indigno de todo bien, todavía tu liberalidad e infinita bondad nunca cesa de hacer bien aun a los desagradecidos y apartados lejos de Ti.

Vuélvenos a Ti para que seamos agradecidos, humildes y devotos; pues Tú eres nuestra salud, virtud y fortaleza.

miércoles, 22 de agosto de 2012

LA CRUZ EN NUESTRAS VIDAS COMPARADA CON LA DE JESÚS ?...

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María, Madre mía, tú fuiste la primera que vivió el camino de la Cruz. Tú sentiste cada dolor y cada humillación. No tuviste miedo de las burlas de la multitud. Tus ojos estaban en Jesús y su dolor. ¿Es ese el secreto de tu misteriosa fortaleza? ¿Cómo es que tu corazón amoroso cargó con tal carga y tal peso? Mientras lo veías tropezar y caer, ¿eras tú torturada por la memoria de todo lo pasado -su nacimiento, su vida oculta y su ministerio-?

Estabas tan deseosa de que todos lo amasen. Qué angustia el ver a tantos que lo odiaban -con una furia diabólica-. Toma mis manos mientras yo recorro este camino de la Cruz. Inspírame con esos pensamientos que me harán darme cuenta de cuánto Él me ama. Ilumíname para aplicar cada estación en mi vida diaria y recordar las necesidades de mi prójimo en este camino del dolor.

Dame la gracia para comprender el misterio, la sabiduría y el amor divino mientras voy de estación en estación. Haz que mi corazón, así como el tuyo, pueda ser traspasado por la contemplación de su dolor y su miseria, y que pueda comprometerme a nunca más ofenderlo de nuevo. Qué precio pagó Él para cubrir todos mis pecados, para abrir las puertas del Cielo para mí y llenar mi alma de su propio Espíritu. Dulce madre, déjanos recorrer este camino juntos y concédenos que el amor de mi pobre corazón pueda darle algún frágil consuelo.
Amén.

Primera Estación: Jesús es Condenado a Muerte

Jesús mío, el mundo todavía te tiene enjuiciado. Te sigue preguntando quién eres y por qué pides lo que pides. Te pregunta una y otra vez la pregunta si Tú eres el Hijo de Dios, y ¿por qué permites al mundo estar en el estado en que está? ¿Por qué eres tan silencioso?

Aunque la arrogancia del mundo me enfade, debo admitir silenciosamente que en las profundidades de mi alma, también tengo estas preguntas. Tu humildad me frustra y me pone incómodo. Tu fuerza ante Pilatos como si hubieses bebido profundamente del poder del Padre, me da la respuesta a mi pregunta: la Voluntad del Padre. El Padre permite muchos sufrimientos en mi vida pero todo es para mi bien. 

Si tan sólo pudiera también estar silencioso ante el juicio mundano -firme en la fe cuando todo parece perdido-, tranquilo cuando soy acusado injustamente -libre de la tiranía del respeto humano-, listo para hacer la voluntad del Padre sin importar cuán difícil sea.

Silencioso Jesús, danos todas las gracias que necesitamos para sobrellevar las burlas del mundo. Dale a los pobres la fuerza para no sucumbir ante su privación y ser siempre conscientes de su dignidad como hijos de Dios. Concede que nosotros no sucumbamos a la mutilante enfermedad de la gloria mundana y estemos dispuestos a ser privados de todas las cosas en lugar de perder tu amistad. Jesús mío, aunque nosotros somos acusados diariamente de ser necios, deja que la visión de la Dignidad Tranquila hallada antes que la Injusticia Monstruosa, nos dé a todos el coraje para ser tus seguidores.
Amén.

Segunda Estación: Jesús Lleva Su Cruz.

¿Cómo pudo hombre alguno imponer tal carga a Tu cuerpo rasgado y sangriento, Señor Jesús? Cada movimiento de la cruz introdujo las espinas más profundamente en Tu cabeza. ¿Cómo pudiste evitar que el odio brotara en Tu Corazón? ¿Cómo la injusticia de todo esto no alteró Tu paz? La voluntad del Padre fue dura contigo, ¿por qué me quejo cuando es severa conmigo?

Veo la injusticia y me frustra y cuando mis planes para aliviarla parecen vanos, me desespero. Cuando veo que aquellos cargados con la pobreza sufren aún más y la cruz se agrega a otra cruz, mi corazón está lejos de la serenidad. No logro ver la dignidad de la cruz cuando se carga con amor. Preferiría mucho más estar sin ella.

Mi pensamiento mundano es que el sufrimiento, como el alimento, debería ser compartido igualmente. Qué ridículo soy, querido Señor. Así como todos no necesitamos la misma cantidad de alimento material, tampoco necesitamos la misma cantidad de alimento espiritual, y eso es la cruz en mi vida, alimento espiritual proporcional a mis necesidades.
Amén.

Tercera Estación: Jesús cae por Primera Vez

Mi Jesús, a veces pienso que, como Dios, habrías llevado Tu cruz sin tropezar, pero no fue así. Caíste bajo su peso para mostrarme que Tú entiendes cuando yo caigo. ¿Es el orgullo lo que me hace querer brillar hasta en el dolor? No te avergonzaste de caer, de admitir que la cruz era pesada. Hay aquellos en el mundo a quienes por mi orgullo no tolero, pues quiero que todos sean fuertes cuando yo aún, soy débil. Me avergüenzo de admitir cualquier fracaso.

Si el Padre permite fracasos en mi vida tal como permitió que Tú cayeras, debo saber entonces que en aquel fracaso hay algo bueno que mi mente nunca comprenderá. No debo preocuparme que los ojos de otros miren mis caídas. Más bien debo levantarme hasta alcanzar aquella mano invisible y beber de aquella fuerza invisible que está siempre a mi lado.

Jesús débil, ayuda a todos los hombres que intentan ser buenos pero que su naturaleza se opone a que caminen derecho por el angosto y estrecho camino de la vida. Levanta sus cabezas para que vean la gloria que ha de venir más que la miseria del momento presente.

Tu amor por mí te dio la fuerza para levantarte de Tu caída. Mira a todos aquellos que el mundo considera indignos servidores y dales el coraje para que se preocupen más de cómo están delante de ti, más que de sus prójimos.
Amén.

Cuarta Estación: Jesús Encuentra a Su Madre Afligida

Mi Jesús, fue un gran dolor para Ti, comprender que Tu dolor causaba tanta pena a María. Como el Redentor, quisiste que ella compartiera Tu dolor por la humanidad. Cuándo ustedes se miraron uno al otro en el sufrimiento indecible, ¿qué les dio a ambos el coraje para continuar sin el menor alivio - sin la cólera de tal injusticia?
Parece como que Tú deseaste sufrir cada dolor para darme un ejemplo de cómo sufrir cuando sea mi tiempo. Qué humillación para Ti cuando Tu madre Te vio en tal lastimoso estado -débil, desvalido, a merced de hombres pecadores- "la santidad expuesta al mal en todo lo horrible".

¿Cada momento de aquel corto encuentro pareció una eternidad? Cuando yo veo tanto sufrimiento en el mundo, hay veces que pienso que todo es desesperanza. Hay un elemento de letargo en mis oraciones por la humanidad que dice "Yo rezaré, pero ¿qué bien harán mis oraciones? El enfermo se pone más enfermo y el hambriento pasa más hambre. "Pienso en aquella mirada entre Tú y María - la mirada que dijo, "Dejemos esta miseria al Padre para la salvación de las almas. El poder del Padre acoge nuestro dolor y frustración y renueva almas, los salva para una vida nueva - una vida de alegría eterna, de felicidad eterna. Todo vale la pena. "Dale perseverancia al enfermo para que pueda llevar la cruz de frustración y agonía con amor y resignación para la salvación de otros.
Amén.

Quinta Estación: Simón Ayuda a Jesús a cargar Su Cruz

Mi Jesús, Tus atormentadores reclutaron a Simón de Cirene para ayudarte a cargar Tu cruz. Tu humildad está fuera de mi comprensión. Tu poder mantuvo el universo entero y aún permitiste a una de Tus criaturas ayudarte a llevar la cruz. Me imagino que Simón estaba poco dispuesto a participar en Tu vergüenza. Él no tenía idea que todo aquel que lo mirara y se burlara de él pasaría al olvido mientras que su nombre pasaría a la historia y la eternidad como aquel que ayudó a su Dios en su necesidad. ¿No es acaso así conmigo, querido Jesús? Incluso cuando de mala gana llevo mi cruz como Simón, esto beneficia mi alma.

Si mantengo mis ojos puestos en Ti y observo cómo sufriste, seré capaz de llevar mi cruz con mayor fortaleza. ¿Intentabas decirle a todo aquel que sufre de prejuicios que tenga coraje? ¿Simón fue un símbolo para todos los que son odiados debido a su raza, color y credo?

Simón se preguntó mientras cargaba sobre sus hombros, por qué él fue escogido para una carga tan pesada y ahora él sabe. Ayúdame Jesús, a confiar en tu amorosa Providencia mientras permites al sufrimiento tejerse dentro y fuera de mi vida. Haz que comprenda que Tú lo miras y lo sostienes con cariño antes de que llegue a mí. Tú me miras y me das la fuerza tal como lo hiciste con Simón. Cuando entre a Tu Reino, Señor sabré como él, qué maravillas Tu Cruz ha logrado en mi alma.
Amén.

Sexta Estación: Verónica Limpia el Rostro de Jesús.

¿Mi Jesús, dónde estaban los cientos de personas cuyos cuerpos y almas fueron sanados por Ti? ¿Dónde estaban cuando necesitaste a alguien para darte algún alivio? La ingratitud debe haber llegado sobre Tu corazón e hizo que la cruz fuera casi imposible de llevar. Hay veces que yo también siento que mis esfuerzos para Tu Reino son vanos y terminan en la nada. ¿Tus ojos vagaron por la muchedumbre para el alivio de un sol justo- para un signo de compasión- para un signo de pena?

Mi corazón se emociona con una alegría triste cuando pienso en esa mujer, que se separa del miedo y el respeto humano y te ofrece su fino velo para limpiar Tu Rostro lleno de sangre. ¡Tu corazón lleno de cariño, ante el mínimo gesto de amor, imprimió la Imagen de Tu Rostro golpeado sobre el! ¿Cómo pudiste completamente olvidarte de ti mismo y recompensar un acto de bondad tan pequeño?

Debo admitir, que he estado entre los que tuvieron miedo de conocerte más que como aquellos que son como Verónica. A Ella no le importó si el mundo entero sabía que ella te amaba. Desilusionado Jesús, dame esa calidad de alma tan necesaria para poder atestiguar, para extender Tu Palabra - para decirle a todos sobre Tu amor por ellos. Envía a muchos a tu Viña para que la gente de todas las naciones reciba las Buenas noticias. Imprime Tu Imagen Divina en mi alma y que el fino velo de mi naturaleza humana busque llegar a ser semejante a Tu Espíritu.
Amén

Séptima Estación: Jesús cae por Segunda Vez.

Mi Jesús, una de las más hermosas cualidades que la gente admiraba de Ti, era Tu fuerza en tiempo de burla -tu capacidad de elevarte por encima de la ocasión. Pero ahora, caes por segunda vez - al parecer conquistado en el dolor de la Cruz. La gente que te juzga por apariencias cometió un error terrible. ¡Lo que parecía debilidad era fortaleza sin par!

A menudo juzgo por las apariencias y qué equivocado estoy la mayor parte del tiempo! El mundo juzga siempre por este método de discernimiento fraudulento. Mira hacia los que aparentemente han dado lo mejor y están ahora en la necesidad. Juzgan al pobre como fracasado, al enfermo como inútil y al anciano como carga. ¡Qué equivocado es este juicio a la luz de Tu segunda caída! Tu mejor momento fue el más débil. Tu mayor triunfo estuvo en el fracaso. 

Tu mayor acto de amor estaba en la desolación. Tu mayor muestra de poder estaba en la más completa carencia de fuerza que te lanzó a la tierra.
Jesús débil y poderoso, dame la gracia de ver más allá de lo que es visible y estar más alerta a Tu Sabiduría en medio de la debilidad. Dale al anciano, al enfermo, al minusválido, al sordo y ciego el fruto de la alegría para que ellos alguna vez puedan darse cuenta del regalo del Padre y vean la enorme diferencia entre lo que el mundo ve y lo que el Padre ve. Que ellos den gloria en su debilidad para que el poder de Dios pueda manifestarse.
Amén.

Octava Estación: Jesús Habla a las Mujeres

Mi Jesús, estoy asombrado por Tu compasión por otros en momentos de necesidad. Cuando sufro, tengo la tendencia de pensar sólo en mí pero Tú te olvidaste completamente de Ti. Cuando viste a las mujeres santas llorar sobre Tus tormentos, las consolaste y les enseñaste a mirar más profundamente Tu Pasión. Quisiste que ellas entendieran que el mal verdadero para lamentarse fue el rechazo que sufriste del pueblo escogido -el pueblo separado de cada nación, quien rechazó aceptar al Hijo de Dios.
El acto de Redención continuará y nadie será capaz de quitarte Tu dignidad como el Hijo de Dios, pero el mal, la avaricia, los celos y la ambición en los corazones de los que debieron haberte reconocido era el motivo real para llorar. El estar tan cerca de Dios hizo al hombre ignorarlo. Ese fue el verdadero crimen.

Mi Jesús, temo que yo haga lo mismo cuando filtro mosquitos y luego trago camellos -cuando veo la astilla del ojo de mi hermano y olvido el palo en el mío. Es tal regalo -este regalo de fe. Es una gracia tan sublime de poseer Tu propio Espíritu. ¿Por qué no he avanzado en la santidad de vida? Omito los muchos disfraces que Tú asumes y veo sólo gente, circunstancias y acontecimientos humanos, no la mano amorosa del Padre dirigiendo todas las cosas. Ayuda a todos los que están desalentados, enfermos, solos, ancianos para reconocer Tu Presencia en nuestro medio.
Amén.

Novena Estación: Jesús cae por Tercera Vez

Mi Jesús, hasta con la ayuda de Simón caíste por tercera vez. ¿Me estarías diciendo que iban haber veces en mi vida que caería una y otra vez a pesar de la ayuda de amigos y de mis seres queridos? Hay veces que las cruces que Tú permites en mi vida son más de lo que puedo llevar. Es como si todos los sufrimientos de una vida entera de pronto son comprimidos en el momento presente y es más de lo que puedo soportar.

Aunque le da pena a mi corazón verte tan débil y desvalido, es un consuelo para mi alma saber que Tú comprendes mis sufrimientos desde Tu propia experiencia. Tu amor por mí te hizo querer experimentar cada tipo de dolor solamente para que yo pueda tener alguien como ejemplo y coraje.

Cuando grito de las profundidades de mi alma "Este sufrimiento es más de lo que puedo llevar", Tú susurras "Sí, entiendo". Cuando estoy desalentado después de muchas caídas, Tú me dices en la intimidad "Sigue adelante, Yo sé cuán difícil es levantarse".

Hay muchas personas que están duramente atadas en cuerpo y alma con el alcohol y debilidad de las drogas que tratan y tratan y caen una y otra vez. Por la humillación de esta tercera caída, dales el coraje y la perseverancia para tomar su cruz y seguirte.
Amén.

Décima Estación: Jesús es Despojado de Sus Vestiduras

Parece que cada paso al Calvario te trajo pura humillación, mi Jesús. Cómo Tu naturaleza sensible retrocedió al ser desnudado ante la muchedumbre. Deseaste dejar esta vida como habías entrado -completamente alejado de todas las comodidades de este mundo. Quieres que yo sepa sin duda que me amaste con un amor desinteresado. Tu amor por mí sólo Te causó pena y dolor. Lo diste todo y no recibiste nada a cambio. ¿Por qué es tan difícil ser desprendido?

En tu mente amorosa, querido Jesús, miraste al Padre mientras estuviste allí de pie, sobre aquella colina ventosa, temblando de frío y de vergüenza y temblando de miedo, le pediste tener compasión de los que violarían Tu pureza y harían del amor una burla. ¿Pediste perdón para aquellos cuya avaricia los haría mentir, engañar, robar por unas piezas de plata?

Perdónanos a todos, querido Jesús. Mira al mundo con compasión, pues la humanidad ha perdido su camino y los principios de este mundo hacen de la lujuria un juego divertido y del lujo una necesidad. La separación se ha hecho otra dificultad para el pobre y la obediencia es la falta del débil. Ten compasión de nosotros y concede a la gente en este día el coraje para poder conocerse y la luz para cambiar.
Amén.

Undécima Estación: Jesús es Clavado en la Cruz

Es difícil imaginar a un Dios siendo clavado a una Cruz por Sus propias criaturas. ¡Y es incluso más difícil para mi mente entender un amor que permitió que tal cosa pasara! Mientras aquellos hombres metían los clavos pesados en Tus manos y pies, querido Jesús, ¿ofreciste el dolor como reparación por alguna debilidad humana y el pecado? ¿Fue el clavo de Tu mano derecha para los que pasan sus vidas en la disipación y el aburrimiento?

¿Fue el clavo de Tu mano izquierda en reparación por todas las almas consagradas que viven vidas tibias? ¿Estirabas tus brazos para mostrarnos cuánto nos amas? Mientras aquellos pies que anduvieron los calurosos y polvorientos caminos eran clavados rápido, ¿sufrían un calambre mortal de dolor en reparación por todos los que tan ágilmente controlan el amplio camino de pecado y la autoindulgencia?

Parece, querido Jesús, que Tu amor ha sostenido tus manos y pies atados como Tu corazón suplica por una respuesta de Amor. Pareces gritar desde la cima de la colina "los amo -vengan a mí- vean, soy atado rápido - No puedo hacerles daño - sólo ustedes pueden hacerme daño". Cuan duro puede ser el corazón que ve tal amor y se da la vuelta. ¿No es verdad que también yo he dado la vuelta cuando no acepté la Voluntad del Padre con amor? Enséñame a mantener mis brazos abiertos al amor, al perdón y a estar dispuesto a servir -dispuesto a ser herido antes que herir, alegre por amar sin ser correspondido.
Amén.

Duodécima Estación: Jesús Muere en la Cruz

¡Dios está muerto! Aunque la tierra tembló y el sol mismo se ocultó, la muerte brotó y María contempló todo aquel horror. Tu cuerpo humano entregó su alma a la muerte, pero Tu Divinidad, querido Jesús, siguió manifestando su poder. Toda la Creación se reveló mientras la Palabra hecha Carne se iba de este mundo. El hombre era demasiado soberbio para ver y demasiado terco para comprender la verdad.

¡La Redención había sido realizada! El hombre nunca más tendría una excusa para olvidar cuanto lo amaste. El ladrón a Tu derecha vio algo que no podía explicar - vio a un hombre sobre un leño y sabía que era Dios. Su necesidad lo hizo ver su propia culpa y Tu inocencia. La Promesa de vida eterna hizo que las horas restantes de su tortura fueran soportables.

Un simple ladrón respondió a Tu amor con una profunda Fe, Esperanza y Amor. Él vio más de lo que sus ojos captaban - sintió una Presencia inexplicable y a la cual no se enfrentaría. Estaba necesitado y aceptó el camino que Dios había previsto para ayudarlo.

Perdona nuestro orgullo, amado Jesús, mientras pasamos horas especulando, días discutiendo y toda una vida rechazando tu muerte, que es un sublime misterio. Ten piedad de aquellos cuya inteligencia les conduce al orgullo, porque nunca sienten la necesidad de acudir al Varón de Dolores en busca de consuelo.
Amén.

Decimotercera Estación: Jesús es Bajado de la Cruz

Mi Jesús, fue con una profunda pena que María finalmente te tomó en sus brazos y vio todas las heridas que el pecado te había infligido. María Magdalena vio tu cuerpo caído con horror. Nicodemo, hombre tan lleno de respetos humanos, quien te vino a ver de noche, de repente recibió el coraje para ayudar a José a bajarte de la Cruz. 

Una vez más eres rodeado por sólo unos seguidores. Cuando la soledad y el fracaso cruzan mi camino, déjame pensar en aquel solitario momento y aquel fracaso total - fracaso a los ojos de los hombres. ¡Qué equivocados estaban! ¡Qué erróneo su idea del éxito! El mayor acto de amor fue realizado en la desolación y la misión más exitosa, cumplida y terminada cuando todo parecía perdido. ¿No es esto cierto en mi vida, querido Jesús? Juzgo mis fracasos severamente. Exijo perfección en vez de santidad. Mi idea de éxito es absolutamente errada, responde a mis gustos.

Concede a todos los hombres la gracia de entender que cumplir tu Plan es más importante que cualquier éxito. Si permites que fracase por mi bien, entonces enséñame como usarlo para sacar ventaja de él. Déjame decir como alguna vez dijiste, que cumplir la Voluntad del Padre es mi alimento. No dejes que los parámetros de este mundo tomen posesión de mí o destruyan el bien que has preparado para mí: ser santo y cumplir la Voluntad del Padre con gran amor. Déjame aceptar la alabanza o la injuria, el éxito o el fracaso con igual serenidad.
Amén.

Decimocuarta Estación: Jesús es colocado en el Sepulcro

Mi Jesús, fuiste colocado en una tumba ajena. Naciste sin ninguno de los bienes de este mundo y moriste separado de todo. Cuando viniste al mundo los hombres dormían y los ángeles cantaban, y ahora que te vas, la Creación hace silencio y sólo unos cuantos lloran. Ambos acontecimientos fueron revestidos por la oscuridad. La mayoría de nosotros vivimos y morimos conociendo y siendo conocidos por sólo unos cuantos. ¿Nos querías decir, querido Jesús, lo importante que son nuestras vidas sólo por cumplir el Plan del Padre? 

¿Aprenderemos algún día la lección de humildad que nos hace estar alegres con quienes somos, con donde estamos y con lo que somos?
¿Será nuestra fe lo suficientemente fuerte para ver la fuerza en la debilidad y el bien en los sufrimientos de nuestras vidas? ¿Será nuestra esperanza lo suficientemente confiada como para esperar en tu Providencia, incluso cuando no tengamos donde reclinar la cabeza? ¿Será nuestro Amor lo suficientemente fuerte para no escandalizarse ante la Cruz?

Mi Jesús, haz que mi alma descanse en tu Corazón como tu Cuerpo descansa solo en el sepulcro. Deja que mi corazón sea como un fuego que te de calor. Deja que mis ganas de conocerte y amarte sean como una antorcha que alumbre la oscuridad. Deja que mi alma cante suavemente un himno de amor arrepentido mientras las horas pasan y tu resurrección se acerca. ¡Deja que exulte, querido Jesús, con todos los Ángeles en un himno de alabanza y acción de gracias por tan grande amor, por tan grande Dios por tan grande día!
Amén.

Oración Final

Mi Jesús, he transitado el Camino de la Cruz. Parece tan real y me siento tan avergonzado. Me quejo por mis sufrimientos y obedecer el Plan del Padre me es difícil. Mi mente, cegada por la pobreza, la enfermedad y el hambre, se torna codiciosa y amarga en el mundo. Muchas personas inocentes sufren tan injustamente. Muchos nacen con defectos mentales y físicos. ¿Acaso entendemos que Tú continúas cargando tu Cruz en las mentes y cuerpos de cada ser humano? Ayúdame a ver el Plan del Padre en cada ocasión de mi vida diaria. Esto es lo que hiciste, viste el Plan del Padre en quienes te perseguían, en tus enemigos y en tu dolor. 

Viste la belleza en la Cruz y la abrazaste como un tesoro deseado. Mi mente mundana es oprimida por la injusticia y el sufrimiento y pierdo de vista la gloria que está por venir. Ayúdame a confiar en el Padre y a comprender que hay algo más grande detrás del sufrimiento más insignificante. Hay Alguien levantando mi cruz para que encajen en mis hombros, la Sabiduría Divina está en cada pequeña molestia que aqueja mi alma cada día. Enséñame las lecciones que se esconden en mi Cruz, la sabiduría de la necesidad, la belleza de su variedad y la fortaleza que acompaña la cruz más pequeña. Madre María, dame la gracia de ser otro Jesús para mis hermanos 
y para verlo a Él en ellos.
Amén.

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