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sábado, 1 de octubre de 2011

“El mejor modo para salir de la pobreza es trabajar con un salario digno”,

“Escándalo”
de la pobreza y del desempleo.



El arzobispo de Nueva York, monseñor Timothy Dolan, ha realizado este llamamiento en una carta enviada el 15 de septiembre a todos los obispos, en la que dice esperar que “usen las oportunidades como pastores, maestros y líderes para concentrar la opinión pública en el escándalo de la pobreza general y de la gran falta de trabajo de nuestra sociedad”.

El prelado afirmó que su carta llega en respuesta a una petición del comité administrativo de los obispos, que ha informado que 46 millones de personas (el 15% de la población) viven en condiciones de pobreza en Estados Unidos.

La carta del arzobispo ha pedido a los obispos que continúen haciendo todo lo que puedan para “aliviar las dimensiones humanas, morales y espirituales de la actual crisis económica”.
El número de los parados “no es una estadística”, recordó, “sino gente que sufre y que está herida en su dignidad humana”.

El arzobispo ha ofrecido en su declaración recursos a los obispos para asistir a todos los que están sin trabajo, pidiendo también que compartan sus declaraciones y acciones en el asunto.

Solución

Sin ofrecer una amplia disertación sobre la Doctrina Social católica, monseñor Dolan ha citado a Benedicto XVI para ofrecer una parte de la solución.

“El mejor modo para salir de la pobreza es trabajar con un salario digno”, explicó.

“En las palabras del Papa Benedicto XVI 'la extromisión del trabajo por un largo tiempo, o bien la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, minan la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales con fuertes sufrimientos en el plano psicológico y espiritual'” (Caritas in Veritate, nº 25)”.

El arzobispo de Nueva York ha hablado, por tanto, de “los comportamientos políticos y económicos” que están en la base de los “fracasos económicos”, pero ha afirmado, también, que no es el momento de excusas o de culpas.

“Es el momento de que todos acepten su propia responsabilidad personal e institucional de crear puestos de trabajo y vencer la pobreza, cada uno según sus propias capacidades y oportunidades. Individuos y familias, grupos comunitarios y basados en la fe, patrones y trabajadores, el Gobierno a todos los niveles... todos deben colaborar y encontrar modos eficaces para promover el bien común en la vida nacional y económica”.

“Es una parte esencial de nuestro trabajo como católicos construir una sociedad y una economía más justa”, declaró. “Alimentemos a los hambrientos, demos refugio a los sin techo, eduquemos a los jóvenes, acojamos a los refugiados y cuidemos a los enfermos y a los débiles. Nuestra Iglesia sirve y está al lado de los pobres y de los que no tienen trabajo, ayudándoles a romper el círculo de la pobreza y a actuar a favor de sus propias familias y comunidades”.

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