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lunes, 3 de octubre de 2011

EXORCISMOS DE LAS CASAS


En la Biblia no encontramos ningún ejemplo de ello, pero la
experiencia nos muestra en algunos casos su necesidad y sus resultados.

Tampoco el Ritual contempla esta forma de exorcismo. Es verdad que al final del exorcismo de León XIII se dice que hay que bendecir el lugar donde se realiza dicha oración; pero todo el contenido está orientado a invocar la protección de Dios sobre la Iglesia contra los espíritus malignos, sin ninguna referencia a los lugares.



Debo decir también que nunca he encontrado lugares invadidos por
espíritus, tal como aparecen descritos en algunas novelas o en determinadas
películas, especialmente con referencia a viejos castillos deshabitados. En
estos casos el objetivo evidente es ofrecer un espectáculo, presentar escenas
de efecto, sin ninguna base de estudio serio. La realidad nos presenta, en
cambio, casos frecuentes de ruidos, a veces en forma de crujidos, otras de
golpes; frecuentemente se tiene la impresión de una presencia, de que nos
miran, o nos tocan, o nos empujan. Es evidente que en estos casos puede
jugar un gran papel la sugestión, el miedo que da cuerpo a las sombras.
Pero hay muchos casos más complejos.

Puertas que se abren y se cierran a una misma hora; pasos que se oyen en los pasillos; objetos que se
desplazan o que desaparecen para reaparecer luego en los lugares más inesperados; animales que no se ven pero a los que se oye moverse.

Recuerdo a una familia en la que, a una determinada hora, todos oían
abrirse y cerrarse la puerta de entrada, luego oían un claro ruido de pasos
pesados (de hombre) que cruzaban el pasillo, para perderse no se sabía en
qué habitación. Un día, estando presente un amigo, se oyó el habitual ruido
y el amigo preguntó quién había entrado; para no asustarle, le respondieron
que era un huésped de paso. Sé de insectos, gatos y serpientes que se han
materializado; ¡una persona a la que yo bendecía encontró incluso un sapo
vivo en la almohada!

La mayoría de veces la presencia maléfica en un ambiente se manifiesta causando trastornos físicos: insomnio, dolores de cabeza o de estómago, un malestar general que cuando la persona se va a otro sitio no
se produce. En estos casos es fácil un control, pero no siempre es fácil entender la causa. Pongamos el caso de una persona que, cada vez que es huésped en casa de un pariente cercano o de un amigo, advierte esas
molestias: insomnio, malestar dolor de cabeza... que pueden durar incluso varios días, mientras que no se ve sometida a esos sufrimientos si va a otra parte. En este caso el control es fácil. Las causas, en cambio, pueden ser muy diversas.

Puede tratarse de pura sugestión cuando hay algún motivo que permita suponerlo (por ejemplo, si una nuera va a casa de su suegra, que era contraria al matrimonio o que sentía un amor posesivo por su hijo).
Pero también podría haber causas maléficas.

Digamos de pasada que es interesante el comportamiento de los animales domésticos ante estos fenómenos. Ocurre a menudo que, cuando se tiene la impresión de la presencia de una persona en la propia habitación,
el gato o el perro mantengan la mirada fija en un punto; y sucede que a veces huyen de golpe, aterrorizados, como si ese ser misterioso se acercara a ellos. Podría referir muchos hechos interesantes para quien quisiera hacer un estudio al respecto. Básteme decir que, en mi opinión, los animales no ven nada concreto, pero tienen una mayor sensibilidad que el hombre ante una eventual presencia. Y no niego que también su comportamiento pueda ser un elemento de juicio para decidir si conviene o no proceder a un
exorcismo de la casa.

Lo más importante, cuando vienen personas angustiadas por fenómenos de esta índole, es realizar un buen interrogatorio y, si hay motivos para ello, exorcizarlas. La mayoría de las veces los fenómenos que
hemos descrito no dependen de presencias maléficas en las casas, sino en las personas. En muchos casos no he obtenido ningún éxito con el exorcismo de la casa, mientras que luego, al exorcizar a la persona o a las
personas, los fenómenos en la casa disminuían paulatinamente hasta desaparecer del todo.

¿Cómo se procede en el exorcismo de las casas? El padre Candido y yo usamos este método. El Ritual contiene una decena de oraciones en las que se pide al Señor que proteja los lugares de las presencias maléficas.

Figuran en las bendiciones a las casas, a las escuelas, a otros sitios.
Rezamos algunas. Luego leemos la primera parte del primer exorcismo
sobre las personas, adaptándolo a la casa. A continuación bendecimos cada
habitación, como se hace en la bendición a las casas. Repetimos el mismo
recorrido con el incienso, después de haberlo bendecido. Terminamos con
otras oraciones. Resulta eficaz, después del exorcismo de las casas, celebrar
allí una misa.

Si se trata de trastornos de escasa entidad, un solo exorcismo es
suficiente. Si los trastornos proceden de un maleficio y éste se repite,
conviene repetir también el exorcismo, hasta hacer la casa «impermeable»
a los maleficios. En los casos más graves se presentan muchas dificultades.
Por ejemplo, me he encontrado exorcizando apartamento en los que durante
mucho tiempo se habían llevado a cabo sesiones espiritistas, o que habían
estado habitados por brujos que practicaban magia negra. Peor aún si se
habían celebrado cultos satánicos. En algunos casos, la gravedad de los
trastornos y la dificultad de llegar a una total liberación eran tales que tuve
que aconsejar el cambio de vivienda.

Existen casos distintos, aunque no graves, en los cuales basta con
algunas oraciones para restablecer la tranquilidad. Una familia se veía
molestada por inexplicables ruidos nocturnos; hizo celebrar diez misas, al
final de las cuales los ruidos se atenuaron mucho. La familia mandó
celebrar otras diez y al fin los ruidos desaparecieron del todo ¿Eran, quizá,
almas del purgatorio que, con permiso divino, pudieron hacerse oír para
pedir sufragios? Es difícil afirmarlo. A mí me basta con señalar el hecho,
dado que me ha ocurrido varias veces. El padre Pellegrino Emetti, el
exorcista más conocido de la región de Venecia, muy conocido también
como estudioso de música y especialista en la Biblia, experimentó casos
muy graves. En una familia, además de abrirse y cerrarse ventanas y
puertas, pese a estar bien cerradas, volaban sillas, bailaban los armarios,
sucedían cosas de todo tipo. Encontró una solución en el uso simultáneo de
los tres sacramentales a los que nosotros, los exorcistas, recurrimos
continuamente. Aconsejó mezclar juntos en un recipiente cualquiera (tacita,
vaso...) agua, aceite y sal exorcizados, y verter a continuación, todas las
tardes, una cucharadita de esa mezcla sobre el alféizar de cada ventana y al
pie de todas las puertas, rezando cada vez un padrenuestro.

El remedio resultó decisivo. Después de un cierto tiempo aquella
familia suspendió esa costumbre; pasada una semana los inconvenientes
volvieron a perturbar la tranquilidad doméstica, para cesar inmediatamente
apenas se reanudó el uso del remedio sugerido.

Otra pregunta que me han hecho se refiere a los animales
domésticos: ¿es posible que sean poseídos por el demonio? ¿Qué hay que
hacer? El Evangelio nos habla de aquella legión de demonios que pidió
permiso a Jesús para entrar en dos piaras de cerdos; Jesús lo permitió y
todos aquellos animales se precipitaron en el lago de Genezaret, donde se
ahogaron. Conozco el caso de un torpe exorcista que ordenó a un demonio
que se introdujera en el cerdo de una familia campesina: el animal se puso
furioso y despedazó a su ama. Huelga decir que lo mataron
inmediatamente.

Se trata, por tanto, de casos aislados, que han acarreado en seguida la
muerte del animal. Me refirieron el caso de un mago que usaba a su gato
para llevar a destino objetos maléficos; en este caso yo diría que el
endemoniado era el amo, no el animal. Nótese también que el gato es
considerado como un animal que «absorbe espíritus» y a veces los espíritus
maléficos se hacen visibles en forma de gato. Para algunos magos y para
ciertas clases de magia es fundamental servirse de un gato. Pero este
simpático animal no tiene ninguna culpa de ello.

Digamos, sin embargo, que, potencialmente, también la infestación
de animales es posible y es lícito proceder a bendiciones sobre ellos para
obtener su liberación. Digamos también que, en todos los casos de
infestación (de lugares, objetos o animales), como, por lo demás, en los
otros casos, el exorcista debe conocer los fenómenos debidos a causas
paranormales. Es un conocimiento necesario para evitar equívocos, aunque
en este libro no tenemos la oportunidad de tratar directamente de ellos.
Recordemos, por último, que ya en los primeros siglos del
cristianismo se exorcizaban casas, animales y objetos. Orígenes, entre
otros, ha dejado testimonio de este hecho. Justamente, como ya hemos
hecho notar, el nuevo Catecismo habla de exorcismos no sólo de las
personas, sino también de los objetos (núm. 1673).

(seguiremos)

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