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miércoles, 30 de enero de 2013

La tentación...


...Es la sugestión interior, motivada por causas internas o externas, 
que nos incitan a pecar.. 


...Las tentaciones se vencen con la frecuencia 
de los sacramentos de la Eucaristía 
y la Penitencia, la oración, la mortificación 
de los sentidos, 
la abnegación del entendimiento 
y de la voluntad, la huida de las 
ocasiones de pecado y, sobre todo, 
con la devoción a la Virgen Santísima y 
al Ángel de la Guarda. 


Quien quiera servir a Dios  puede contar con tentaciones,
 preparase contra ellas; 
el mejor preparativo es armarse de fortaleza, para 
hacerles frente cuando vengan 
(San Francisco de Sales)

El ocio es origen de muchas tentaciones. San Francisco de Sales dice: la tentación nunca nos coge tan flacos como cuando estamos tan ociosos. 

Y en otro lugar dice: “No dejéis que se entretenga vuestro espíritu en pensamientos varios e inútiles; si se acostumbra a  éstos, luego pasará más allá, deteniéndose en los malos y nocivos”. 

“Combates tendréis y no pequeños, porque nuestros enemigos son muchos y muy crueles, por tanto no os descuidéis; si no, luego sois perdidos. Si los que velan aún tienen trabajo en guardarse, qué pensáis será de los descuidados, sino ser todo vencidos” 
(San Juan de Ávila)

Las tentaciones actúan en el hombre de tres maneras:

engañando el entendimiento con falsas ilusiones, por ejemplo: me salvaré aunque siga pecando.

debilitando nuestra voluntad, debilitándolo a base de caer continuamente en la comodidad, la negligencia, la fantasía, etc.

instigando a los sentidos internos, principalmente la imaginación, ofreciendo imágenes sensuales, soberbias, odios, etc.

La tentación sólo puede incitar a pecar, pero nunca nos puede obligar a pecar, 

porque la voluntad permanece dueña de su libertad.La tentación es pecado, no cuando la sentimos, sino cuando voluntariamente la consentimos.

Pero estamos en buenas manos, estamos en el Corazón divino de nuestro Salvador: 

Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados  sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla 
(1 Cor 10, 15)

San Juan de Ávila nos advierte: Un santo dice que el hombre que se cree a sí mismo no ha menester demonio que lo tiente, que él es demonio para sí. 

Esto es verdad, lo ha dicho un doctor de la Iglesia, pero también es verdad que detrás de cada tentación, directa o indirectamente, está el demonio. 

El oficio propio del demonio es tentar, llevar a los hombres a pecar. 

El demonio empieza con una sugestión o mera representación del
mal y después sigue con  complacencia deliberada  y
 consentimiento de la libertad.

Las tentaciones se vencen con la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, la oración, la mortificación de los sentidos, la abnegación del entendimiento y de la voluntad, la huida de las ocasiones de pecado y, sobre todo, con la devoción a la Virgen Santísima y al Ángel de la Guarda. 

También con el absoluto desprecio del demonio: Son tantas veces las que estos malditos demonios me atormentan, y tan poco el miedo que ya los he, con ver que no pueden menear si el Señor no les da licencia…Sepan que cada vez se nos da poco de ellos quedan con menos fuerza y el alma muy más señora…

Porque no son nada sus fuerzas si no ven almas rendidas a ellos y cobardes que aquí muestran ellos su poder”(Santa Teresa de Jesús)


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