...SEÑOR, NECESITAMOS SACERDOTES SANTOS.
Así pues el
sacerdote debe convertirse en verdadero templo puro que resguarda los manjares
de Dios, demostrándolo con el ejercicio de su vida imitada a la de Cristo Buen
Pastor que,
“No vino a
ser servido sino a Servir”
Sellando con
su sangre en el madero su amor profundo por su Padre,
y sus hermanos los hombres.
y sus hermanos los hombres.
Ciertamente
el pueblo de Dios, a través de la historia, ha tenido a bien considerar la
súplica insistente por la petición de pastores según el corazón de Jesucristo.
Lo cual
Dios, como buen Padre, ha querido responder con profunda benevolencia,
alimentando la fe de la Iglesia con un buen número de Santos, hombres y
mujeres entregados totalmente al servicio de Dios.
Ejemplo de
ellos son los Sacerdotes.
La anterior
es una petición que en este siglo XXI, cada vez se eleva con más fuerza ante la
falta de hombres entregados a un servicio extraordinario, de los cuales Dios
quiere disponer para ser verdaderos maestros en la purificación de las
vidas humanas.
Es cierto
que Dios sigue llamando pero el hombre por su libre voluntad, que por Dios
mismo le fue dada, decide no responder con generosidad a este llamado, se tiene
miedo al compromiso que éste exige y, en consecuencia, no se da cuenta del
grandioso proyecto que Dios le tiene preparado para ser completamente feliz
toda su vida.
En
definitiva, todos estamos llamados a ser santos pero en mayor responsabilidad
aquél que se le ha conferido el sacramento del orden.
Porque en su
fragilidad pecadora, ha querido Dios resguardar los tesoros de su multiforme
gracia, que son los Sacramentos, de los cuales el pueblo de Dios se sirve
para acercarse un poco más hacia el escalón último de la Santidad.
Así pues el
sacerdote debe convertirse en verdadero templo puro que resguarda los manjares
de Dios, demostrándolo con el ejercicio de su vida imitada a la de Cristo Buen
Pastor que,
“No vino a
ser servido sino a Servir”
Sellando con
su sangre en el madero su amor profundo por su Padre, y sus hermanos los
hombres.
La
responsabilidad del consagrado en esta cuestión de Santidad se da en una
dualidad, que es la de tomar el camino particular que se nos otorga por el
bautismo, pero también, ser maestro capaz de instruir a otros hacia el
modelo de perfección que es Jesucristo.
En el
Sacramento del orden se configuran los presbíteros con Cristo Sumo y Eterno
Sacerdote, como ministros de la Cabeza, para construir y edificar todo su
cuerpo, que es la Iglesia.
Cierto es
que ya en la consagración del bautismo, recibimos el signo y don de tan
gran vocación y gracia, a fin de que, aun con la flaqueza humana, los puedan y
deban aspirar a la perfección, según la palabra del señor:
“vosotros,
pues, sed perfectos, como es perfecto vuestro padre celestial”
(Mt 5,
48).
De esta
manera observamos que el sacerdote está obligado en todos los aspectos a
representar a Cristo aquí
en la Tierra, con un rostro lleno de amor y de misericordia hacia los
fieles.
Y que por
este mismo hecho de personificar al mismo Jesucristo, es cubierto de una
gracia particular para que pueda alcanzar mejor, por el servicio de los fieles
que se le han confiado y de todo el pueblo de Dios, la perfección de Aquel
a quien representa, y cure la flaqueza humana de la carne, y lod conduzca
la santidad de aquel que fue hecho para nosotros pontífice “santo, inocente,
incontaminado” (Heb 7- 26).
“Necesitamos
señor sacerdotes santos”, es la expresión de un pueblo que tiene ese
espíritu de sequedad, de hombres que sean como espejos que dejen trasparentar
un poquito de la santidad del mismo Dios.
Hombres
fuera de lo común que demuestren ese deseo ardiente de hacer la voluntad del
Padre y no la propia, serenos, sencillos.
Hombres cuya
existencia sólo se comprenda en el
servicio a los demás y a dar culto a Dios.
Hombres que
encuentren el sentido trascendente y con ello se esfuercen por realizarse en
las virtudes humanas, hombres que no se callen ante los abusos de diversos
líderes sociales, hombres llenos del espíritu de Dios.
Hombres que
sean el signo de esperanza ante un ambiente de pecado y de tristeza, etc., en
fin miles de peticiones que surgen en el cristiano a raíz de la problemática
vivida en la sociedad.
En este
sentido profundo el pueblo orante debe estar bien consciente de la realidad que
viven los sacerdotes, de que no es tan fácil el camino que han decidido seguir,
puesto que, si fuera sencillo, muchos se animarían a realizarse como uno de
ellos.
Al contrario,
requiere de un gran esfuerzo por optar a no pertenecer a este mundo sino al
eterno que el mismo Cristo nos promete, y en este sentido el sacerdote está
inserto al mundo, en el cual debe vencer poco a poco los goces vanos que éste
le presenta.
Son muchas
las tentaciones y, sobre todo, son
más recurrentes en ellos
que se
esfuerzan por la santidad.
Por esto
debemos entender que no han sido llamados porque son perfectos.
Sino que se
esfuerzan por serlo, y que en este camino de constante purificación, puede
haber tropiezos, que deben ser entendidos por la sociedad con un signo de
completa madurez, por el simple hecho de que tienen naturalidad propensa al
pecado.
Por lo
tanto, nuestro compromiso como pueblo de Dios es grande, puesto que tenemos el
profundo deber de orar por la santificación de los futuros sacerdotes y de
los que ya están ejerciendo su ministerio, para que el que los ha llamado, les
ayude a vencer las tentaciones del pecado y los mantenga fieles en sus
mandatos.
Convenzámonos
de que necesitan de nuestra ayuda en todos los aspectos, pero sobre todo en la
súplica constante a Nuestro Señor, que oye las plegarias de su pueblo y que no
le desampara por ser un Padre infinitamente bueno.
Y así
santificándose los sacerdotes, pueda también el pueblo de Dios santificarse y
llegar a expresar esa frase de San Agustín:
“Nos hiciste
señor para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”
"Oren
al dueño de la mies, para que envíe más operarios…", nos dice Jesús.
Jesús pasa,
en algún momento de nuestra vida; nos mira con amor a los ojos y nos llama, a
una vocación específica:
algunos a la vida
sacerdotal; a otros, al matrimonio, a la vida consagrada o
laical… Llama y a unos "los elige", esperando nuestra
respuesta libre, generosa y fiel.
Para que,
desde "nuestra entrega en el amor generoso", los demás puedan
descubrir" su presencia salvadora"…
Dejemos que
dios mire nuestra familia. no tengamos miedo…El Señor, tal vez quiere elegir a
uno de nuestros hijos, familiares o amigos para "el sacerdocio o la
vida consagrada". como dice el Papa Benedicto. "El no quita
nada, y lo da todo. quien se da a Él, recibe el ciento por uno…"
Oremos, para
que el buen dios nos regale "muchas y santas vocaciones sacerdotales o a
la vida consagrada".
Aquí, les
dejo esta hermosa Plegaria …
que todos
podemos rezar en "familia"…
ORACIÓN PARA
PEDIR "SANTOS SACERDOTES"
"SEÑOR
,
Necesitamos
Sacerdotes,
pero
sacerdotes calcados en Ti.
No queremos
sacerdotes ocasionales,
sino
Sacerdotes a toda hora y auténticos.
Que nos
transmiten a Ti sin términos medios,
sin
restricciones, sin miedos.
QUEREMOS sacerdotes
que consagran Hostias,
pero sobre
todo almas transformadas en Ti.
Sacerdotes
que hablen con la vida,
más que
títulos académicos.
sacerdotes
que gasten su sacerdocio,
en vez de
estudiar cómo salvaguardar "su dignidad".
SEÑOR;
el hombre de
hoy no ha cambiado mucho
del hombre de
tu tiempo:
todavía
tiene hambre, todavía tiene sed:
hambre y sed
de Ti, y que Tú sólo puedes apagar.
DANOS, entonces,
sacerdotes colmados de ti:
sacerdotes
que nos den a Ti, esto es lo único que necesitamos.
A NOSOTROS,
SEÑOR, nos sirven
sacerdotes de
corazón abierto,
de manos
agujereadas, de mirada limpia.
BUSCAMOS sacerdotes
que sepan rezar,
más que
organizar.
Sacerdotes
que sepan hablar contigo,
porque
cuando un sacerdote reza,
el pueblo
está seguro.
HOY, SEÑOR, están
de moda las encuestas;
se hacen
sondeos acerca de cómo debe ser,
acerca del
sacerdote que queremos,
acerca del
tipo de Iglesia que queremos.
PERDÓNAME,
SEÑOR,
jamás he
respondido a estos requerimientos,
pero a Ti,
Señor, te lo puedo decir:
el sacerdote
lo quiero amasado en oración.
DANOS,
SEÑOR, sacerdotes de rodillas callosas,
que sepan
esperar, expiar, implorar…
AH, SEÑOR, me
olvidaba:
Háznos
dignos de tener sacerdotes así.
Amén ".
¡ Oremos en
familia, ofreciendo un Padre nuestro al Señor ¡…
María Reina
y Madre de los sacerdotes;
ruega por
nuestros sacerdotes, házlos fieles y entregados.
Así sea.
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