...la Verdad y la Vida la Justicia,
el Amor y la Paz»
Este Reino de Dios, ha de ser una realidad, en primer lugar,
dentro de cada uno de nosotros;
después en nuestro mundo.
En el alma de cada cristiano, Jesús ha sembrado por el Bautismo
la gracia, la santidad, la Verdad...
En aquel tiempo, Jesús
decía a la gente:
«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la
tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece,
sin que
él sepa cómo.
La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga,
después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite,
en seguida
se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Decía también:
Decía también:
«¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con
qué parábola lo expondremos?
Es como un grano de mostaza que, cuando se
siembra en la tierra,
es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la
tierra;
pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas
las hortalizas y
echa ramas tan grandes que las aves del cielo
anidan a su sombra».
Y les
anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas,
según podían entenderle;
no les hablaba sin parábolas;
pero a sus propios discípulos se lo explicaba
todo en privado.
(Mc 4,26-34):
El Reino de Dios es
como un hombre que echa el grano (...y)
la tierra da el fruto por sí misma.
Hoy Jesús habla a la
gente de una experiencia muy cercana a sus vidas:
«Un hombre echa el grano en
la tierra (...);
el grano brota y crece (...).
La tierra da el fruto por sí
misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga» (Mc
4,26-28).
Con estas palabras se refiere al Reino de Dios, que consiste en «la
santidad y la gracia, la Verdad y la Vida, la justicia, el amor y la paz»
Que Jesucristo nos ha venido a
traer.
Este Reino ha de ser una realidad, en primer lugar, dentro de cada
uno
de nosotros; después en nuestro mundo.
En el alma de cada cristiano, Jesús ha sembrado —por el Bautismo— la gracia, la santidad, la Verdad... Hemos de hacer crecer esta semilla para que fructifique en multitud de buenas obras: de servicio y caridad, de amabilidad y generosidad, de sacrificio para cumplir bien nuestro deber de cada instante y para hacer felices a los que nos rodean, de oración constante, de perdón y comprensión, de esfuerzo por conseguir crecer en virtudes, de alegría...
Así, este Reino de Dios —que comienza dentro de cada uno—
se extenderá a
nuestra familia, a nuestro pueblo,
a nuestra sociedad, a nuestro mundo.
Porque
quien vive así, «¿qué hace sino preparar el camino del Señor (...), a fin de
que penetre en él la fuerza de la gracia, que le ilumine la luz de la verdad,
que haga rectos los caminos que conducen a Dios?» (San Gregorio Magno).
La semilla comienza pequeña, como «un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas» (Mc 4,31-32).
La semilla comienza pequeña, como «un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas» (Mc 4,31-32).
Pero la fuerza de Dios se difunde
y crece con un vigor sorprendente.
Como en los primeros tiempos del cristianismo,
Jesús nos pide hoy que
difundamos su Reino por todo el mundo.
Santa Maria Esperanza Nuestra
Asiento de la Sabiduría
Ruega por todos nosotros.
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