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miércoles, 26 de septiembre de 2012

¿Cómo viven los demonios en el cielo?...



...si son príncipes de las tinieblas?


El Apóstol recuerda que combate, dentro de sí, contra los poderes exteriores. Dice así: No peleamos contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes y potestades de este mundo y los gobernadores de estas tinieblas, contra los malvados espíritus que habitan en el cielo . Con el término "cielo" se designa el aire, en el que se forman los vientos y las nubes, las borrascas y torbellinos, como atestigua la Escritura en muchos pasajes: y tronó desde el cielo el Señor , y las aves del cielo , y los pájaros del cielo , pues es manifiesto que la aves vuelan en el aire. 

Nosotros mismos tenemos la costumbre de llamar cielo al aire, y, así, cuando preguntamos si hace sereno o nuboso, unas veces decimos: ¿Cómo está el aire?, y otras: ¿Cómo está el cielo? Digo esto para que nadie piense que los demonios habitan donde Dios colocó el sol, la luna y las estrellas. A estos demonios malos el Apóstol los llamó espirituales porque en las divinas Escrituras se llama también espíritus a los ángeles malos. Y se dice que son gobernadores de estas tinieblas, porque llama tinieblas a los pecadores, a quienes los demonios dominan. Por eso, en otro lugar dice: en otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor , pues los que eran pecadores ya habían sido justificados. No pensemos, pues, que el diablo y sus ángeles habitan en el sumo cielo, de donde creemos que cayeron.


¿La gracia de Cristo vence al diablo?

La corona de la victoria no se promete sino a los que luchan. En la divinas Escrituras vemos que, con frecuencia, se nos promete la corona si vencemos. Pero para no ampliar demasiado las citas, bastará recordar lo que claramente se lee en el apóstol San Pablo: terminé la obra, consumé la carrera, conservé la fe, ya me pertenece la corona de justicia . Debemos, pues, conocer quién es el enemigo, al que si vencemos seremos coronados. 

Ciertamente es aquel a quien Cristo venció primero, para que también nosotros, permaneciendo en Él, le venzamos. Cristo es realmente la Virtud y la Sabiduría de Dios, el Verbo por quien fueron creadas todas las cosas, el Hijo Unigénito de Dios, que permanece inmutable siempre sobre toda criatura. Y si bajo Él está la criatura, incluso la que no pecó , ¿cuánto más lo estará toda criatura pecadora? Si bajo Él están los santos ángeles, mucho más los estarán los ángeles prevaricadores cuyo príncipe es el diablo. Pero como el diablo defraudó nuestra naturaleza, el Hijo único de Dios se dignó tomar esa misma naturaleza, para que, por ella misma, el diablo fuera vencido. Así, Él, que tuvo siempre sometido al diablo, le sometió también a nosotros. A él se refiere cuando dice: el príncipe de este mundo ha sido arrojado fuera . 

No porque fuera expulsado del mundo, como dicen algunos herejes, sino que fue arrojado del alma de los que viven unidos al Verbo de Dios y no aman al mundo del que él es el príncipe porque domina a los que aman los bienes temporales que se poseen en este mundo visible. No quiero decir que él sea el dueño de este mundo, sino que es el príncipe de las concupiscencias con las que se codicia todo lo pasajero. Así, somete a los que aman los bienes caducos y mudables y se olvidan del Dios eterno. Pues: raíz de todos los males es la codicia, a la que algunos amaron y se desviaron de la fe, y, así, se acarrearon muchos sufrimientos . Por esta concupiscencia reina el diablo en el hombre y posee su corazón. Esos son los que aman este mundo. Pero se renuncia al diablo, que es el príncipe de este mundo, cuando se renuncia a las corruptelas, a las pompas y a los ángeles malos. Por eso, el Señor, al llevar en triunfo la naturaleza humana, dice: Sabed que yo he vencido al mundo .

¿Modo de vencer al diablo?

Pero muchos dicen: ¿Cómo podemos vencer al diablo si no le vemos? Tenemos ya un Maestro que se ha dignado mostrarnos cómo se vencen los enemigos invisibles. Pues de Él dice el Apóstol: se desnudó de la carne y sirvió de modelo a principados y potestades, al triunfar confiadamente de ellos en sí mismo . Vencemos las potestades hostiles invisibles cuando vencemos las apetencias invisibles. Y por eso, cuando vencemos en nosotros la codicia de los bienes temporales, necesariamente vencemos en nosotros al que reina en el hombre por esa codicia. Pues, cuando se le dijo al diablo: comerás tierra, se le dijo al pecador: eres tierra y tierra te volverás  Así, el pecador fue dado como alimento al diablo. No seamos tierra si no queremos ser devorados por la serpiente. Pues, así como lo que comemos se convierte en nuestro cuerpo, y el mismo alimento se hace aquello mismo que somos por el cuerpo, así también, por las malas costumbres, por la malicia, la soberbia y la impiedad, se hace uno, como el diablo, esto es, igual a él, y se somete a él, como nuestro cuerpo nos está sometido. 

Y esto es lo que significa ser devorados por la serpiente. Así pues, todo el que tema aquel fuego que está preparado para el diablo y sus ángeles , trabaje para triunfar de aquél en sí mismo. Pues a los que nos combaten desde fuera, los vencemos desde dentro cuando vencemos las concupiscencias por las que ellos nos dominan. Porque únicamente a los que encuentran iguales que ellos, los llevan consigo al suplicio.


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