...si son príncipes de las tinieblas?
El Apóstol recuerda que combate, dentro de sí, contra los poderes exteriores. Dice así: No peleamos contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes y potestades de este mundo y los gobernadores de estas tinieblas, contra los malvados espíritus que habitan en el cielo . Con el término "cielo" se designa el aire, en el que se forman los vientos y las nubes, las borrascas y torbellinos, como atestigua la Escritura en muchos pasajes: y tronó desde el cielo el Señor , y las aves del cielo , y los pájaros del cielo , pues es manifiesto que la aves vuelan en el aire.
Nosotros mismos tenemos la costumbre de llamar cielo al aire, y, así, cuando preguntamos si hace sereno o nuboso, unas veces decimos: ¿Cómo está el aire?, y otras: ¿Cómo está el cielo? Digo esto para que nadie piense que los demonios habitan donde Dios colocó el sol, la luna y las estrellas. A estos demonios malos el Apóstol los llamó espirituales porque en las divinas Escrituras se llama también espíritus a los ángeles malos. Y se dice que son gobernadores de estas tinieblas, porque llama tinieblas a los pecadores, a quienes los demonios dominan. Por eso, en otro lugar dice: en otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor , pues los que eran pecadores ya habían sido justificados. No pensemos, pues, que el diablo y sus ángeles habitan en el sumo cielo, de donde creemos que cayeron.
¿La gracia de Cristo vence al
diablo?
La corona de la victoria no se
promete sino a los que luchan. En la divinas Escrituras vemos que, con
frecuencia, se nos promete la corona si vencemos. Pero para no ampliar
demasiado las citas, bastará recordar lo que claramente se lee en el apóstol
San Pablo: terminé la obra, consumé la carrera, conservé la fe, ya me
pertenece la corona de justicia . Debemos, pues, conocer quién es el enemigo,
al que si vencemos seremos coronados.
Ciertamente es aquel a quien Cristo
venció primero, para que también nosotros, permaneciendo en Él, le venzamos.
Cristo es realmente la Virtud y la Sabiduría de Dios, el Verbo por quien fueron
creadas todas las cosas, el Hijo Unigénito de Dios, que permanece inmutable
siempre sobre toda criatura. Y si bajo Él está la criatura, incluso la que no
pecó , ¿cuánto más lo estará toda criatura pecadora? Si bajo Él están los
santos ángeles, mucho más los estarán los ángeles prevaricadores cuyo príncipe
es el diablo. Pero como el diablo defraudó nuestra naturaleza, el Hijo único de
Dios se dignó tomar esa misma naturaleza, para que, por ella misma, el diablo
fuera vencido. Así, Él, que tuvo siempre sometido al diablo, le sometió también
a nosotros. A él se refiere cuando dice: el príncipe de este mundo ha sido
arrojado fuera .
No porque fuera expulsado del mundo, como dicen algunos
herejes, sino que fue arrojado del alma de los que viven unidos al Verbo de
Dios y no aman al mundo del que él es el príncipe porque domina a los que aman
los bienes temporales que se poseen en este mundo visible. No quiero decir que
él sea el dueño de este mundo, sino que es el príncipe de las concupiscencias
con las que se codicia todo lo pasajero. Así, somete a los que aman los bienes
caducos y mudables y se olvidan del Dios eterno. Pues: raíz de todos los
males es la codicia, a la que algunos amaron y se desviaron de la fe, y, así,
se acarrearon muchos sufrimientos . Por esta concupiscencia reina el
diablo en el hombre y posee su corazón. Esos son los que aman este mundo. Pero
se renuncia al diablo, que es el príncipe de este mundo, cuando se renuncia a
las corruptelas, a las pompas y a los ángeles malos. Por eso, el Señor, al
llevar en triunfo la naturaleza humana, dice: Sabed que yo he vencido al
mundo .
¿Modo de vencer al diablo?
Pero muchos dicen: ¿Cómo podemos
vencer al diablo si no le vemos? Tenemos ya un Maestro que se ha dignado
mostrarnos cómo se vencen los enemigos invisibles. Pues de Él dice el Apóstol: se
desnudó de la carne y sirvió de modelo a principados y potestades, al triunfar
confiadamente de ellos en sí mismo .
Vencemos las potestades hostiles invisibles cuando vencemos las apetencias
invisibles. Y por eso, cuando vencemos en nosotros la codicia de los bienes
temporales, necesariamente vencemos en nosotros al que reina en el hombre por
esa codicia. Pues, cuando se le dijo al diablo: comerás tierra, se le dijo
al pecador: eres tierra y tierra te volverás Así, el pecador fue
dado como alimento al diablo. No seamos tierra si no queremos ser devorados por
la serpiente. Pues, así como lo que comemos se convierte en nuestro cuerpo, y
el mismo alimento se hace aquello mismo que somos por el cuerpo, así también,
por las malas costumbres, por la malicia, la soberbia y la impiedad, se hace
uno, como el diablo, esto es, igual a él, y se somete a él, como nuestro cuerpo
nos está sometido.
Y esto es lo que significa ser devorados por la serpiente.
Así pues, todo el que tema aquel fuego que está preparado para el diablo y sus
ángeles ,
trabaje para triunfar de aquél en sí mismo. Pues a los que nos combaten desde
fuera, los vencemos desde dentro cuando vencemos las concupiscencias por las
que ellos nos dominan. Porque únicamente a los que encuentran iguales que
ellos, los llevan consigo al suplicio.
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