“El libro era
Mero cristianismo, de C. S. Lewis. En los siguientes días, al pasar sus páginas
luchando por absorber la amplitud y profundidad de los argumentos intelectuales
expuestos por ese legendario erudito de Oxford, me di cuenta de que mis propios
conceptos contra la plausibilidad de la fe eran los de un niñito.
Claramente debía iniciar con una página en blanco y considerar la más
importante de las preguntas humanas. Lewis parecía conocer todas mis objeciones,
incluso a veces antes de que yo terminara de formularlas. Invariablemente las
abordaba en las siguientes páginas. Cuando luego me enteré de que Lewis mismo
había sido un ateo que se había dispuesto a refutar la fe con base en argumentos
lógicos, comprendí cómo podía él saber tanto de mi camino: también había sido el
suyo.
El argumento que
más atrajo mi atención y más removió mis ideas sobre la ciencia y el espíritu
hacia sus mismos fundamentos estaba allí mismo, en el Libro Uno: Lo
correcto y lo incorrecto como una clave sobre el significado del universo. Si
bien de muchos modos lo que Lewis describía como “ley moral” era una
característica universal de la existencia humana, de otras maneras era como si
la reconociera por primera vez.“
Framcis dice a
continuación que la experiencia cotidiana pone en evidencia este postulado de la
existencia de una norma moral innata y universal. Ejemplo de ello, dice, son los
furiosos debates que, en el área de la medicina, rodean actualmente la pregunta
de si es aceptable realizar investigaciones en las células madre de embriones
humanos. Para algunos tal investigación viola la santidad de la vida humana;
para otros el potencial de aliviar el sufrimiento humano constituye un mandato
ético para proceder. Para Francis S. Collins no hay duda:
“Nótese que en
cada uno de estos ejemplos, cada facción intenta apelar a una medida superior no
mencionada. Esa medida es la ley moral, que también se podría llamar “la ley de
la conducta recta”, y su existencia en cada una de estas situaciones parece
incuestionable. Lo que se debate es si una acción u otra es una
aproximación más cercana a las exigencias de esa ley. Los que son
acusados de quedarse cortos, por ejemplo, el esposo que no es
suficientemente cordial con la amiga de la esposa, generalmente explican
con una variedad de excusas las razones por las que no los deberían
molestar.
Generalmente no responde el acusado: “Al diablo con tu
concepto de conducta recta”.
Lo que
tenemos aquí es muy peculiar: el concepto de lo correcto y lo incorrecto parece
ser universal entre todos los miembros de la especie
humana, si bien su aplicación puede producir resultados muy
diferentes. Por lo tanto, parecería tratarse de un fenómeno
casi como una ley, como la ley de gravedad o la de relatividad
especial. Sin embargo, en este caso, si somos honestos con nosotros mismos, se
trata de una ley que rompemos con asombrosa regularidad. Hasta
donde comprendo, esta ley parece aplicarse
peculiarmente a los seres humanos. … Es esa
conciencia del bien y el mal, junto con el desarrollo del lenguaje, la
conciencia de sí mismo y la capacidad de imaginar el futuro lo que los
científicos generalmente refieren cuando tratan de enumerar las cualidades
especiales del Homo sapiens.
Pero, ¿es este sentido del bien y el mal una característica intrínseca del ser humano o es sólo una consecuencia de las tradiciones culturales? Algunos argumentan que las culturas tienen diferencias tan grandes en las normas de conducta, que cualquier conclusión relacionada con una ley moral común carece.
de fundamento. Lewis, estudioso de muchas culturas, llama a esto “una mentira, una mentira que suena bien. Si un hombre se pasara algunos días en una biblioteca con una Enciclopedia de religiones y ética, pronto descubriría la masiva unanimidad de la razón práctica en el hombre. En el himno babilónico a Samos, en las leyes de Manu, en el Libro de los muertos, los analectas, los estoicos, los platónicos, los aborígenes australianos y los pieles rojas, recogería las mismas y triunfantemente monótonas condenas a la opresión, el asesinato, la traición y la falsedad; los mismos mandamientos de amabilidad a los ancianos, los niños, los débiles, el dar limosna y el ser imparciales y honestos”.
En este punto
Francis S.Collins hace esta interesante reflexión:
“Permítame
detenerme aquí para señalar que la conclusión de que la ley moral
existe, está en serio conflicto con la filosofía posmodernista actual, que
afirma que no existen el bien y el mal absolutos, y que toda decisión
ética es relativa. Esta visión, que parece muy extendida entre los
filósofos modernos pero que asombra a la mayoría del público en general,
enfrenta una serie de trampas lógicas. Si no existe una verdad
absoluta, ¿puede ser verdad el posmodernismo mismo? Ciertamente, si
no existen el bien y el mal, no hay razón para
argumentar sobre la disciplina de la ética, en primer
lugar.“
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