Cada situación en mi vida, incluso la más dolorosa, es ordenada por Su Providencia para mi bien.
Su Providencia es tan inmensa y tan poderosa que, aunque se encarga de toda la creación, abarca cada pequeño detalle de mi vida, hasta los cabellos sobre mi cabeza.
Es fácil identificar
la Sabiduría de Dios con su maravillosa Providencia. La Providencia de Dios
dispone y dirige todo para su propio Honor y Gloria y para la felicidad y bien
de mi alma.
Toda su creación contribuye de alguna manera a mi bien. Miro el sol y descubro
que contribuye a mi bienestar cuando pinta las flores de varios colores para mi
placer, seca el barro para hacer platos, derrite la nieve para que los ríos
tengan agua, evapora el agua a las nubes para que llueva sobre los campos y
praderas. Su Providencia no sólo guía el camino de las galaxias sino que
también determina la vida y la muerte de una bacteria en una gota de agua.
Lo ha creado todo y a todos por una razón, desde los ángeles hasta las gotas de
rocío. Todo sin excepción lo ha visto y lo regula hasta el más mínimo detalle.
Su Providencia me cubre totalmente y no puedo moverme o vivir sin ella.
Dios mantiene el universo entero en perfecto orden para mi beneficio y placer y
sin embargo
Él busca descanso y placer en mi alma.
Se hace cargo de todo lo mío como si fuera la única criatura creada por Él.
Cada faceta de mi vida es importante para Él. Nada es demasiado pequeño para
Su
interés o demasiado grande para Su Poder.
Nada escapa a Su Providencia porque sostiene toda la creación, animada
e
inanimada, en Sus manos, trabajando y arreglándolo todo para el bien de mi
alma.
Su Providencia se extiende a los sufrimientos en mi vida, incluso los más
dolorosos,
pues Él pesa cada dolor en la balanza de Su Misericordia, acomodando
a mis hombros la cruz que mejor puedo llevar.
La acción providencial de Dios está presente en cada evento
humano, en mi vida, en mi país, en todo el mundo.
Todo lo que pasa es un mensaje de su cuidado providencial e interés.
Su
Providencia me protege de la libertad de Sus criaturas al permitir el mal y
transforma ese mal en algún bien para aquellos que Lo aman.
Su cuidado providencial alcanza a las situaciones dolorosas y difíciles de mi
vida, y por más incomprensible que parezca, las transforma para mi bien.
Su Providencia me da la oportunidad de levantarme luego de cada caída, con
humildad y con mayor confianza en Su fortaleza.
Me ayuda a escoger lo correcto en el momento correcto, pero se queda a mi lado
por si tomo la decisión equivocada.
Un Dios todo providente me ama
El Padre dispone y dirige todo para Su propio honor y Gloria y para mi bien. Su
Providencia arregla el orden con el que Lo debo glorificar, la imagen de Jesús
se vuelve más brillante en mi alma y la debo reflejar al Padre de vuelta.
El Padre ve a Jesús y mi alma comparte más y más la vida de Dios. Jesús me
recordó esto cuando dijo: "Es para glorificar a Mi Padre que ustedes deben
dar mucho fruto" (Jn. 15:8). "Todo lo mío es Tuyo (Padre), y todo lo
que tienes es mío, y en ello Me glorificas" (Jn.17:10).
Todo lo que pasa en mi vida está ordenado o permitido por su Providencia para
mi bien.
Tal vez no entienda por qué algunas cosas ocurren, pero mi
contemplación de Su Providencia me asegura que puedo confiar en Él en la
oscuridad y saber que se encarga de mí como una madre cuida de su hijo.
Conoce mis necesidades, dificultades y deseos. Escucha cada uno de mis lamentos
y ve cada una de mis lágrimas. Su Providencia me rodea completamente y, aunque
no vea el final del camino, no debo temer porque "Su Providencia amanece
antes del atardecer".
Oración: Sabio y Misericordioso Padre, tu Providencia me rodea y me dirige con
cariñosa preocupación. Me das la humildad necesaria para ponerme completamente
en tus manos.
Señor, eres bueno y tu tierna misericordia está sobre todo lo que haces.
Permítenos alabarte ¡Oh Señor! Abres la mano y llenas de bendiciones a toda
criatura viviente, ejecutas tu juicio para los que sufren injustamente, y das
de comer al hambriento. Le das paz a los afligidos y luz a los ciegos, levantas
a los perdidos, amas a los justos, ¡Oh Señor!, curas a los que tienen el
corazón roto y sanas sus heridas.
Cubres el cielo con nubes y preparas la
lluvia para los suelos. Haces que el pasto crezca en las montañas. Alimentas a
las bestias. ¡Oh, Señor! Al reconocer tu Bondad todas las criaturas alaban y
aclaman tu liberalidad
(Salmo 144-145-146).
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