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jueves, 24 de noviembre de 2011

Cómo beneficiarnos de las inspiraciones del Espíritu Santo

En el Evangelio del Domingo de Pentecostés, mientras estaban reunidos los apóstoles por temor: “en esto entró Jesús” (Jn. 20, 19) y les dió Su Paz.


“Cuando la paz está bien asentada en el corazón, no le cuesta a la mansedumbre reprimir los movimientos de cólera; el alma sigue en la misma postura, sin perder nunca su tranquilidad. Porque al tomar el Espíritu Santo posesión de todas sus facultades y residir en ellas, aleja la tristeza o no permite que le haga impresión y hasta el mismo demonio teme a esta alma.” (www.corazones.org)

¿No le gustaría saber cómo abrir su corazón para mejor recibir la Paz del Señor y dejar al Espíritu Santo entrar en su vida? Eso suena maravilloso, ¿verdad?, pero quizá se pregunta si es una propuesta demasiada idílica, sin dos pies sobre la tierra.

Los dos frutos del Espíritu Santo de la paciencia (que modera la tristeza) y la mansedumbre (que modera la cólera) tienen mucho que ver con la realidad de enfrentarse a las dificultades de la vida cotidiana, y también figuran entre los 10 puntos prácticos que el P. Jacques Philippe resume en la segunda parte de su libro: “En la escuela del Espíritu Santo”.


“¿Cómo favorecer la irrupción de las inspiraciones [del Espíritu Santo]?”

1) Practicar la alabanza y la gratitud

2) Desearlas y pedirlas

3) Estar decididos a no negar a Dios cosa alguna

4) Vivir una obediencia filial y confiada

5) Vivir el abandono

6) Vivir el desprendimiento

7) Vivir el silencio y la paz

8) Perseverar fielmente en la oración

9) Examinar los movimientos de nuestro corazón

10) Abrir el corazón a un director espiritual [“…sin descuidar la confesión frecuente”]


Estas citas del libro nos ayudan a reflexionar sobre la paciencia y la mansedumbre:

La paciencia.“Lo que nos impide en gran manera hacernos santos es, sin duda, nuestra dificultad para aceptar plenamente todo lo que nos sucede. No en el sentido de un fatalismo que nos haría completamente pasivos, sino en el de un abandono confiado y total en las manos del Padre.”(“3.5 Vivir el abandono”)

La mansedumbre. “Ciertamente, hay que obedecer a Dios más que a los hombres, pero es ilusorio creernos capaces de obedecer a Dios cuando somos incapaces de obedecar a los hombres. En ambos casos, hay que superar los mismos obstáculos: el apego a nosotros mismos, a nuestra voluntad propia. El que sólo obedece a las personas si ello le complace, se hace muy dulces ilusiones en cuanto a su capacidad de obedecer al Espíritu Santo.” (“3.4. Vivir una obediencia filial y confiada”)

El libro del P. Jacques Philippe merece ser meditado e incluye, además de referencias bíblicas, citas de maestros de la espiritualidad como S. Juan de la Cruz, S. Francisco de Sales, Sto. Tomás de Aquino y Sta. Teresa de Lisieux. La tercera parte ayuda a discernir las inspiraciones del Espíritu Santo y el Anexo incluye textos muy acertados sobre la docilidad al Espíritu Santo por Louis Lallemant(1587-1635) y por S. Francisco de Sales (como “El Espíritu Santo actuaba sin obstáculos en María”).

Además, en su “Anexo 3: Libertad y Sumisión”, responde a la pregunta: “¿Cómo conciliar la libertad del hombre con su sumisión a Dios?”Entre otras cosas, señala que la cooperación con Dios nos lleva a ser lo mejor que podemos ser, a ser así verdaderamente libres. Según el P. Jacques Philippe, la santidad a la que todos estamos llamados es fácil si recurrimos al Espíritu Santo. Les dejo al comienzo del libro y les animo a leer el resto:


¡Oh, Jesús mío, qué fácil es santificarse! ¡Solamente hace falta un poquito de buena voluntad!



Y si Jesús descubre ese mínimo de buena voluntad en el alma, se apresura a darse a ella. Y nada le detiene, ni las faltas, ni las caídas, absolutamente nada. Jesús tiene prisa por ayudar a este alma, y si el alma es fiel a esta gracia de Dios, en poco tiempo logrará llegar a la más alta santidad que una criatura pueda alcanzar aquí abajo. Dios es muy generoso y no niega a nadie su gracia. Includo nos da más de lo que pedimos. La vía más corta es la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.” [Diario, Sta. Faustina Kowalska (1905-1938)]

 

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