El verdadero descanso para mi alma lo experimento,
Jesús,
cuando cumplo tu voluntad
El gran enemigo del alma es la soberbia,
porque es la que se opone continuamente a que obedezcamos,
a que nos esforcemos por cumplir una voluntad distinta de la nuestra, como si de este modo perdiéramos la libertad.
"Si bien todos los vicios nos alejan de Dios, sólo la soberbia
se opone a Él; a ello se debe la resistencia que
Dios ofrece a los soberbios"
(Santo Tomas)
«Venid todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre
vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis
descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
(Mateo11, 28-30)
Jesús, desde tu nacimiento en Belén me enseñas una nueva forma de
vivir en la tierra. Es la forma del amor verdadero, del amor entregado, del
amor sacrificado.
Desde fuera para el que no la pone en práctica es como un yugo: sacrificio, cruz, entrega, trabajo, servicio, obediencia.
Desde fuera para el que no la pone en práctica es como un yugo: sacrificio, cruz, entrega, trabajo, servicio, obediencia.
Pero para el
que te sigue, ese "yugo es suave y su carga es ligera". La verdadera
carga la soporta el que intenta liberarse de tus mandatos, ir a la suya, no
obedecer a nadie más que a si mismo: porque acaba obedeciendo a sus caprichos,
a sus gustos y a sus vicios, en medio de una vida triste y vacía.
El gran enemigo del alma es la soberbia,
porque es la que se opone
continuamente a que obedezcamos, a que nos esforcemos por cumplir una voluntad
distinta de la nuestra, como si de este modo perdiéramos la libertad.
"Si bien todos los vicios nos alejan de Dios, sólo la soberbia se opone a
Él; a ello se debe la resistencia que
Dios ofrece a los soberbios"
(Santo
Tomas)
¿Cómo estoy de humildad? "Aprended de mí que soy manso y humilde de
corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas.
"Jesús, que aprenda de Ti a ser humilde, a cumplir libremente la voluntad de Dios, como lo hiciste Tú durante toda tu vida: desde Belén basta el Calvario. Sólo así encontraré esa paz interior que, junto con la alegría, es uno de los frutos más característicos de la vida cristiana.
"Jesús, que aprenda de Ti a ser humilde, a cumplir libremente la voluntad de Dios, como lo hiciste Tú durante toda tu vida: desde Belén basta el Calvario. Sólo así encontraré esa paz interior que, junto con la alegría, es uno de los frutos más característicos de la vida cristiana.
"El amor de Dios es celoso; no se satisface si se acude a su cita con
condiciones: espera con impaciencia que nos demos del todo
Quizá
pensaréis: responder que si a ese Amor exclusivo, ¿no es acaso perder la
libertad? (...)
Cada uno de nosotros ha experimentado alguna vez que servir a Cristo Señor nuestro comporta dolor y fatiga.
Cada uno de nosotros ha experimentado alguna vez que servir a Cristo Señor nuestro comporta dolor y fatiga.
Negar esta realidad supondría no
haberse encontrado con Dios.
El alma enamorada conoce que, cuando viene ese dolor, se trata de una impresión pasajera y pronto descubre que el peso es ligero y lo carga es suave, porque lo lleva Él sobre sus hombros.
Pero hay hombres que no entienden, que se rebelan contra el Creador (...)
Son almas que hacen barricadas con la libertad. ¡Mi libertad, libertad! (...)
Su libertad se demuestra estéril, o produce frutos
ridículos, también humanamente.
El que escoge, ¡con plena libertad!, una norma recta de conducta, tarde o
temprano se verá manejado por otros. ¡Pero nadie me coacciona!, repiten
obstinadamente. ¿Nadie? Todos coaccionan esa ilusorio libertad, que no se
arriesga a aceptar responsablemente las consecuencias de actuaciones libres,
personales. (...) Nada más falso que oponer la libertad a la entrega, porque la
entrega viene como consecuencia de la libertad.
Mirad, cuando una madre se sacrifica por amor a sus hijos, ha elegido; y según
la medida de ese amor, así se manifestará su libertad. (...) La libertad sólo
puede entregarse por amor. Por amor a la libertad, nos atamos.
Únicamente la soberbia atribuye o esas ataduras el peso de una cadena.
Únicamente la soberbia atribuye o esas ataduras el peso de una cadena.
La verdadera humildad,
que nos enseño Aquel que es manso y humilde de corazón, nos muestra que su yugo
es suave y su carga ligera: el yugo es la libertad, el yugo es el amor, el yugo
es la unidad, el yugo es la vida, que Él nos ganó en la Cruz.
El verdadero descanso para mi alma lo experimento, Jesús, cuando cumplo tu
voluntad, aunque me cueste, atándome a ese yugo tuyo por amor, entregándote
libremente mis gustos, mis intereses, mis deseos, porque me da la gana quererte
sobre todas las cosas.
A pesar de tener esta idea muy clara, a veces me canso
de luchar. Que sepa acudir a Ti en esos momentos de fatiga, para descargar ese
peso en tus manos paternales, dejándome también guiar en la dirección
espiritual, con humildad.
La liturgia del Adviento nos propone a Cristo manso y humilde para que vayamos
a Él con sencillez, y también para que procuremos imitarle como preparación de
la Navidad.
Sólo así podremos comprender los sucesos de Belén; sólo así podremos hacer que quienes caminan junto a nosotros nos acompañen hasta el Niño Dios.
Sólo así podremos comprender los sucesos de Belén; sólo así podremos hacer que quienes caminan junto a nosotros nos acompañen hasta el Niño Dios.
A un corazón manso y humilde, como el de Cristo, se abren las almas de par en
par. La fecundidad de todo apostolado estará siempre muy relacionada con esta
virtud del apostolado. Imitar a Jesús en su mansedumbre es la medida para
nuestros enfados, impaciencias y faltas de cordialidad y de comprensión.
Especialmente la contemplación de Jesús nos ayudará a no ser altivos y a no
impacientarnos ante las contrariedades.
Nuestro carácter no depende de la forma de ser de quienes nos rodean, sino de
nosotros mismos.
La mansedumbre no es propia de los blandos y amorfos; está apoyada, por el
contrario, sobre una gran fortaleza de espíritu. El mismo ejercicio de esta
virtud implica continuos actos de fortaleza.
Así como los pobres son los
verdaderamente ricos según el Evangelio, los mansos son los verdaderos fuertes.
La materia propia de esta virtud es la pasión de la ira, en sus muchas
manifestaciones, a la que modera y rectifica de tal forma que no se enciende
sino cuando sea necesario y en la medida en que lo sea.
Ante la majestad de Dios, que se ha hecho Niño en Belén, todo lo nuestro
adquiere sus justas proporciones: su contemplación nos sirve para avivar
nuestra oración, extremar la caridad y no perder la paz.
A la mansedumbre, íntimamente relacionada con la humildad, no se opone una cólera santa ante la injusticia. No es mansedumbre lo que sirve de pabellón a la cobardía.
A la mansedumbre, íntimamente relacionada con la humildad, no se opone una cólera santa ante la injusticia. No es mansedumbre lo que sirve de pabellón a la cobardía.
La ira es
justa y santa cuando se guardan los derechos de los demás; de modo especial, la
soberanía y la santidad de Dios.
Las manifestaciones de violencia son
en el fondo signos de debilidad.
Los mansos poseerán la tierra. Primero se poseerán a sí mismos, porque no serán esclavos de su mal carácter; poseerán a Dios porque su alma se halla siempre dispuesta a la oración, y poseerán a los que los rodean porque han ganado su cariño.
Hemos de dejar a nuestro paso el buen aroma de Cristo
(2 Corintios 2, 15): nuestra sonrisa, una calma serena, buen humor y alegría, caridad y comprensión.
Contemplar al Niño Jesús nos ayudará a ser humildes.
(2 Corintios 2, 15): nuestra sonrisa, una calma serena, buen humor y alegría, caridad y comprensión.
Contemplar al Niño Jesús nos ayudará a ser humildes.
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Fuente:
www.iterindeo.blogspot.com
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