El que se atribuye a sí mismo algo bueno, impide que la gracia de Dios venga sobre él; porque la gracia del Espíritu Santo
siempre busca el corazón humilde.
Hijo: si buscas la paz
en el trato con alguno para tu entretenimiento y compañía, siempre te hallarás
inconstante intranquilo.
Pero si vas a buscar la verdad que siempre vive y
permanece, no te entristecerás por el amigo que se fuere o se muriere.
En Mí ha
de estar el amor del amigo, y por Mí se debe amar cualquiera que en esta vida
te parece bueno y muy amable.
Sin Mí no vale ni durará la amistad, ni es
verdadero ni limpio el amor en que yo no intervengo.
Tan muerto debes estar a
las aficiones de los amigos, que habías de desear (por lo que a ti te toca)
vivir lejos de todo trato humano.
Tanto más se acerca el hombre a Dios, cuanto
se desvía de todo gusto terreno. Y tanto más alto sube a Dios, cuánto más bajo
desciende en sí, y se tiene por más vil.
Si te supieses
perfectamente anonadar y desviar de todo amor creado, yo entonces te llenaría
de abundantes gracias. Cuando tú miras a las criaturas, apartas la vista del
Creador. Aprende a vencerte en todo por el Creador, y entonces podrás llegar al
conocimiento divino. Cualquier cosa, por pequeña que sea, si se ama o mira desordenadamente,
nos estorba gozar del sumo bien, y nos daña.
Hijo: CONTRA LA CIENCIA VANA
DEL MUNDO, no te muevan los
dichos agudos y limados de los hombres; porque no consiste el reino de Dios en
palabras, sino en virtud.
Mira mis palabras, que encienden los corazones, y
alumbran los entendimientos, provocan a compunción y traen muchas
consolaciones.
Nunca leas cosas para mostrarte más letrado o sabio. Estudia en
mortificar los vicios; porque más te aprovechará esto que saber muchas
cuestiones dificultosas. Cuando hubieres acabado
de leer y saber muchas cosas, te conviene venir a un solo principio.
Yo soy el que enseño al
hombre la ciencia, y doy más claro entendimiento a los pequeños que ningún
hombre puede enseñar. Aquel a quien yo hablo, luego será sabio y aprovechará
mucho en el espíritu. ¡Ay de
aquellos que quieren aprender de los hombres curiosidades, y cuidan muy poco
del camino de servirme a Mí!
Tiempo vendrá cuando aparecerá el Maestro de los
maestros, Cristo, Señor de los ángeles, a oír las lecciones de todos, esto es,
a examinar la ciencia de cada uno. Y entonces escudriñará a Jerusalén con
candelas, y serán descubiertos los secretos de las tinieblas, y callarán los
argumentos de las lenguas.
Yo soy el que levanto
en un instante al humilde entendimiento, para que entienda más razones de la
verdad eterna, que si hubiese estudiado diez años en las Escuelas. Yo enseño
sin ruido de palabras, sin confusión de pareceres, sin fausto de honra, sin
alteración de argumentos.
Yo soy el que enseño a despreciar lo terreno y a
aborrecer lo presente, buscar lo eterno; huir de las honras, sufrir los
estorbos, poner toda la esperanza en Mí, y fuera de Mí no desear nada, y amarme
ardientemente sobre todas las cosas.
Y así uno, amándome
entrañablemente aprendió cosas divinas, y hablaba maravillas. Más aprovechó con
dejar todas las cosas que con estudiar sutilezas.
Pero a unos hablo cosas
comunes, a otros especiales. A unos me muestro dulcemente con señales y
figuras, y a otros revelo misterios con mucha luz. Una cosa dicen los libros; mas no enseñan igualmente a todos: porque Yo
soy doctor interior de la verdad, escudriñador del corazón, conocedor de los
pensamientos, promovedor de las acciones, repartiendo a cada uno según juzgo
ser digno.
Hijo: NO SE DEBEN BUSCAR LAS
COSAS EXTERIORES. En muchas cosas
te conviene ser ignorante, y estimarte como muerto sobre la tierra, y a quien
todo el mundo este crucificado. A muchas cosas te conviene también hacerte
sordo, y pensar más lo que conviene para tu paz.
Más útil es apartar los ojos
de lo que no te agrada, y dejar a cada uno en su parecer, que ocuparte en
porfías. Si estás bien con Dios y miras su juicio, fácilmente te darás por
vencido.
¡Oh Señor, a qué hemos
llegado! Lloramos los daños temporales, por una pequeña ganancia trabajamos y
corremos; y el daño espiritual se pasa en olvido, y apenas tarde vuelve a la
memoria.
Por lo que poco o nada
vale, se mira mucho; y por lo que es muy necesario, se pasa con descuido, porque
todo hombre se va a lo exterior, y se presto no vuelve en sí, con gusto se está
envuelto en ello.
NO SE DEBE CREER A
TODOS; Y CÓMO FÁCILMENTE SE RESBALA EN LAS PALABRAS.
Señor.
Ayúdame en la
tribulación, porque es vana la seguridad del hombre.
¿Cuántas veces no hallé
fidelidad donde pensé que la había?
¿Cuántas veces también la hallé donde menos
lo esperaba?
Por eso es vana la esperanza en los hombres; mas la salud de los
justos está en Ti, mi Dios.
Bendito seas, Señor, Dios mío, en todas las cosas
que nos sucedan. Flacos somos y mudables: presto somos engañados, y nos mudamos.
¿Qué hombre hay que se
pueda guardar con tanta cautela y discreción en todo, que alguna vez no caiga
el algún engaño o perplejidad?
Mas el que te busca a Ti, Señor, y te busca con
sencillo corazón, no resbala tan
fácilmente.
Y si cayere en alguna tribulación, de cualquier manera que estuviere
en ella enlazado, presto será librado por Ti, o consolado; porque no desamparas
para siempre al que en Ti
espera.
Raro es el fiel amigo que persevera en todos los trabajos de su amigo.
Tú, Señor, Tú solo eres
fidelísimo en todo, y fuera de Ti no hay otro semejante.
¡Oh, cuán bien lo
entendía aquella alma santa que dijo: ¡Mi alma está asegurada y fundada en Jesucristo!
Si yo estuviese así, no me acongojaría tan presto el temor humano, ni me
moverían las palabras injuriosas.
¿Quién puede preverlo todo? ¿Quién es capaz de precaver los males venideros?
Si lo que hemos
previsto con tiempo nos daña muchas veces, ¿qué hará lo no prevenido sino perjudicarnos
gravemente? Pues ¿por qué, miserable de mí, no me previne mejor? ¿Por qué creí
de ligero a otros?
Pero somos hombres, y hombres flacos y frágiles, aunque por
muchos seamos estimados y llamados ángeles. Señor, ¿a quién creeré, a quién
sino a Ti? Eres la verdad, que no puede engañar ni ser engañada.
El hombre, al
contrario, es falaz, flaco y resbaladizo, especialmente en palabras; de modo
que con muy gran dificultad se debe creer lo que parece recto a la primera vista.
Cuán prudentemente nos
avisaste que nos guardásemos de los hombres: que los amigos del hombre son los
de su casa, y que no diésemos crédito al que nos dijese: A Cristo míralo aquí o
míralo allí. He escarmentado en mí mismo: ¡ojalá sea para mi mayor cautela, y
no para continuar con mi imprudencia! Cuidado, me dice uno, cuidado, reserva lo
que te digo.
Y mientras yo lo callo, y creo que está oculto, él no pudo callar
el secreto que me confió, sino que me descubrió a mí y a sí mismo, y se marchó.
Defiéndeme, Señor, de a que estas ficciones, y de hombres tan indiscretos, para
que nunca caiga en sus manos ni yo incurra en semejantes cosas.
Pon en mi boca
las palabras verdaderas y fieles, y desvía lejos de mí las lenguas astutas. De
lo que no puedo sufrir, me debo guardar mucho.
¡Oh, cuán bueno y de
cuánta paz es callar de otros, y no creerlo todo fácilmente, ni hablarlo después
con ligereza: descubrirse a pocos, buscarte siempre a Ti, que miras al corazón,
y no moverse por cualquier viento de palabras, sino desear que todas las cosas
interiores y exteriores se acaben y perfecciones según el beneplácito de tu
voluntad!
¡Cuán seguro es para conservar la gracia celestial huir la vana apariencia, y no
codiciar las cosas visibles que causen admiración, sino seguir con toda
diligencia las cosas que dan fervor y enmienda de vida!
¡A cuántos ha dañado la
virtud descubierta y alabada antes de tiempo!
¡Cuán provechosa fue siempre la
gracia guardada en silencio en esta vida frágil, que toda es malicia y
tentación!
HIJO :LA CONFIANZA QUE
DEBEMOS TENER EN DIOS CUANDO NOS DICEN INJURIAS. Está firme y
espera en Mí. ¿Qué son las palabras sino palabras? Vuelan por el aire, mas no mellan
una piedra. Si estás culpado, determina enmendarte. Si no hallas en ti culpa,
llévalo con gusto por Dios.
Muy poco es el que sufras alguna vez siquiera malas
palabras, ya que aún no puedes tolerar grandes golpes. Y ¿por qué tan pequeñas
cosas te llegan al corazón, sino porque aún eres carnal, y miras mucho más a
los hombres de lo que conviene?
Porque temes ser despreciado, por esto no quieres ser reprendido de tus faltas, y buscas la sombra de las excusas.
Porque temes ser despreciado, por esto no quieres ser reprendido de tus faltas, y buscas la sombra de las excusas.
Considérate mejor, y
conocerás que aún vive en ti, el amor del mundo, y el deseo vano de agradar a
los hombres. Porque en huir de ser abatido y confundido por tus defectos, se
muestra hoy claro que no eres humilde verdadero, ni estás del todo muerto al
mundo, ni el mundo está a ti crucificado.
Mas oye mis palabras y no cuidarás de
cuantas te dijeren los hombres. Dime: si se diere contra ti todo cuanto
maliciosamente se pudiera fingir, ¿qué te dañaría, si lo dejases pasar y lo despreciases
enteramente?
Por ventura, ¿te podrías arrancar un cabello?
Por ventura, ¿te podrías arrancar un cabello?
Mas el que no está
dentro de su corazón, ni me tiene a Mí delante de sus ojos, presto se mueve por
una palabra de menosprecio; pero el que confía en Mí, y no desea su propio
parecer, vivirá sin temer a los hombres. Porque Yo soy el Juez y conozco todos
los secretos; Yo sé cómo pasan las cosas; Yo conozco muy bien al que hace la
injuria, y también al que la sufre.
De Mí sale esta palabra; permitiéndolo Yo
acaece esto, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones. Yo juzgo
al culpable y al inocente; pero quise probar primero al uno y al otro con
juicio secreto.
El testimonio de los
hombres muchas veces engaña: mi juicio es verdadero, firme, y no se revoca.
Muchas veces está escondido, y pocos lo penetran en todo: pero nunca yerra, ni
puede errar, aunque a los ojos de los necios no parezca recto. A Mí, pues,
habéis de recurrir en cualquier juicio y no confiar en el propio saber. Porque
el justo no se turbará por cosas que Dios envíe sobre él; y si algún juicio
fuere dicho contra él injustamente, no se inquietará por ello.
Ni se ensalzará
vanamente, si otros le defendieren sin razón. Porque sabe que Yo soy quien
escudriño los corazones y los pensamientos, y que no juzgo según el exterior y
apariencia humana. Antes muchas veces se halla a mis ojos culpable el que al
juicio humano parece digno de alabanza.
Señor Dios, justo juez,
fuerte y paciente, que conoces la flaqueza y maldad de los hombres, sé Tú mi
fortaleza y toda mi confianza, pues no me basta mi conciencia. Tú sabes lo que
yo no sé: por eso me debo humillar en cualquier reprensión y llevarla con
mansedumbre.
Perdóname también, Señor piadoso, todas las veces que no lo hice
así, y dame gracia de mayor sufrimiento para otra vez.
Porque mejor me está tu
misericordia copiosa para alcanzar perdón, que mi presumida justificación para
defender lo oculto de mi conciencia. Y aunque ella nada me acuse, no por esto
me puedo tener por justo; porque quitada tu misericordia, no será justificado
en tu acatamiento ningún viviente.
Hijo:TODAS LAS COSAS PASADAS
SE DEBEN PADECER POR LA VIDA ETERNA. No te quebranten
los trabajos que has tomado por Mí, ni te abatan del todo las tribulaciones; mas
mi promesa te esfuerce y consuele en todo lo que viniere. Yo basto para
galardonarte sobre toda manera y medida.
No trabajarás aquí mucho tiempo, ni
serás agravado siempre de dolores.
Espera un poquito y
verás cuán presto se pasan los males. Vendrá una hora cuando cesará todo trabajo
e inquietud. Poco y breve es todo lo que pasa con el tiempo.
Atiende a tu negocio,
trabaja fielmente en mi viña, que yo seré tu galardón. Escribe, lee, canta, suspira,
calla, ora, sufre varonilmente lo adverso; la vida eterna digna es de esta y de
otras mayores peleas.
Vendrá la paz un día que el Señor sabe, el cual no se
compondrá de día y noche como en esta vida temporal, sino de luz perpetua,
claridad infinita, paz firme y descanso seguro.
No dirás entonces: ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? Ni clamarás: ¡Ay de mí que se ha dilatado mi destierro! Porque la muerte estará destruida, y la salud vendrá sin defecto; ninguna congoja habrá ya, sino bienaventurada alegría, compañía dulce y hermosa.
No dirás entonces: ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? Ni clamarás: ¡Ay de mí que se ha dilatado mi destierro! Porque la muerte estará destruida, y la salud vendrá sin defecto; ninguna congoja habrá ya, sino bienaventurada alegría, compañía dulce y hermosa.
¡Oh! ¡Si vieses las
coronas eternas de los Santos en el cielo, y de cuánta gloria gozan ahora los que
eran en este mundo despreciados, y tenidos por indignos de vivir! Por cierto
luego te humillarías hasta la tierra, y desearías más estar sujeto a todos, que
mandar a uno solo.
Y no codiciarías los días placenteros de esta vida: sino
antes te alegrarías de ser atribulado por Dios, y tendrías por grandísima
ganancia ser tenido por nada entre los hombres.
¡Oh! Si gustases
aquestas cosas, y las rumiases profundamente en tu corazón, ¿cómo te atreverías
a quejarte ni una sola vez? ¿No te parece que son de sufrir todas las cosas
trabajosas por la vida eterna? No es cosa de poco momento ganar o perder el
reino de Dios.
Levanta, pues, tu rostro al cielo: mírame a Mí, y conmigo a todos los Santos, los cuales tuvieron graves combates en este siglo; ahora se regocijan, y están consolados y seguros; ahora descansan en paz, y permanecerán conmigo sin fin en el reino de mi Padre.
Levanta, pues, tu rostro al cielo: mírame a Mí, y conmigo a todos los Santos, los cuales tuvieron graves combates en este siglo; ahora se regocijan, y están consolados y seguros; ahora descansan en paz, y permanecerán conmigo sin fin en el reino de mi Padre.
¡Oh bienaventurada
mansión de la ciudad soberana! ¡Oh día clarísimo de la eternidad, que no obscurece
la noche, sino que siempre le alumbra la pura verdad, día siempre alegre,
siempre seguro, y siempre sin mudanza!
¡Oh, si ya amaneciese este día, y
desapareciesen todas estas cosas temporales! Alumbra por cierto a los Santos
con una perpetua claridad, mas no así a los que están en esta peregrinación
sino de lejos, y como en figura.
Los ciudadanos del
cielo saben cuán alegre sea aquel día; los desterrados hijos de Eva gimen de ver
que éste sea tan amargo y lleno de tedio. Los días de este mundo son pocos y
malos, llenos de dolores y angustias,
donde el hombre se ve manchado con muchos pecados; enredado en muchas pasiones,
angustiado de muchos temores, ocupado con muchos cuidados, distraído con muchas
curiosidades, complicado en muchas vanidades, envuelto en muchos errores, quebrantado
con muchos trabajos; las tentaciones lo acosan, los placeres lo afeminan, la
pobreza le atormenta.
¡Oh, cuándo se acabarán
todos estos males! ¡Cuándo me veré libre de la servidumbre de los vicios!
¡Cuándo me acordaré, Señor, de Ti solo! ¡Cuándo me alegraré cumplidamente en
Ti! ¡Cuándo estaré sin ningún impedimento en verdadera libertad, y sin ninguna
molestia de alma y cuerpo! ¡Cuándo tendré firme paz, paz imperturbable y
segura; paz por dentro y por fuera; paz del todo permanente!
¡Oh buen Jesús!
¡Cuándo estaré para verte! ¡Cuándo contemplaré la gloria de tu reino! ¡Cuándo
me serás todo en todas las cosas! ¡Cuándo estaré contigo en tu reino, el cual
preparaste desde la eternidad para tus escogidos! Me han dejado acá, pobre y
desterrado en tierra de enemigos, donde hay continuas peleas y grandes
calamidades.
Consuela mi destierro,
mitiga mi dolor, porque a Ti suspira todo mi deseo. Todo el placer del mundo es
para mí pesada carga. Deseo gozarte íntimamente; mas no puedo conseguirlo.
Deseo estar unido con las cosas celestiales; pero me abaten las temporales y
las pasiones no mortificadas.
Con el espíritu quiero
elevarme sobre todas las cosas; pero la carne me violenta a estar debajo de ellas.
Así yo, hombre infeliz, peleo conmigo, y me soy enfadoso a mí mismo, viendo que
el espíritu busca lo de arriba, y la carne lo de abajo.
¡Oh Señor, cuanto
padezco cuando revuelvo en mi pensamiento las cosas celestiales, y luego se me
ofrece un tropel de cosas del mundo! Dios mío, no te alejes de mí, ni te desvíes
con ira de tu siervo.
Resplandezca un rayo de tu claridad, y destruya estas
tinieblas; envía tus saetas, y contúrbense todas las asechanzas del enemigo.
Recoge todos mis sentidos en Ti; hazme olvidar todas las cosas mundanas,
otórgame desechar y apartar de mí aun las sombras de los vicios.
Socórreme, Verdad
eterna, para que no me mueva vanidad alguna. Ven, suavidad celestial, y huya de
tu presencia toda torpeza.
Perdóname también y
mírame con misericordia todas cuantas veces pienso en la oración alguna cosa
fuera de Ti. Pues confieso ingenuamente que acostumbro a estar muy distraído.
De modo que muchas veces no estoy
allí donde se halla mi cuerpo en pie o sentado, sino más bien allá donde me lleva
mi pensamiento. Allí estoy donde está mi pensamiento; allí está mi pensamiento
a menudo donde está lo que amo. Al punto me ocurre lo que naturalmente deleita
o agrada por la costumbre.
Por lo cual, Tú, Verdad
eterna, dijiste: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón. Si amo al cielo, con
gusto pienso en las cosas celestiales. Si amo el mundo, alégrome con sus
prosperidades, y me entristezco con sus adversidades.
Si amo la carne, muchas
veces pienso en las cosas carnales. Si amo el espíritu, recréome en pensar
cosas espirituales.
Porque de todas las cosas que amo, hablo y oigo con gusto,
y lleno conmigo a mi casa las ideas de ellas.
Pero bienaventurado aquel por tu
amor da repudio a todo lo creado; que hace fuerza a su natural, y crucifica los
apetitos carnales con el fervor del espíritu, para que, serena su conciencia,
te ofrezca oración pura, y sea digno de estar entre los coros angélicos,
desechadas dentro y fuera de sí todas las cosas terrenas.
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