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viernes, 4 de abril de 2014

El deseo de sanación...

....Quien no se reconozca pecador.


 Quien no sea consciente de merecer el Infierno,
 está incapacitado para acoger la redención traída por Cristo.

Difícilmente entenderá el cristianismo quien no asuma esa radical enfermedad del hombre que lo convierte en un ser necesitado de redención. 


¿Quieres quedar sano?

El conocimiento de la propia condición pecadora no es suficiente. 
Es necesario, además, el deseo de sanación, con todo lo que ello conlleva: 
romper con el propio pecado y comenzar una vida nueva. 

Y, en este punto, es donde mucha gente -por desgracia- se nos queda en el camino.

Y es que son muchos quienes quisieran, a la vez, ser personas religiosas y continuar desposados con sus vicios, mediante el sencillo procedimiento de encontrar un dios que les dé la razón y consagre sus enfermedades. 

Quieren rezar, pero no renuncian a su soberbia; quieren confesarse, pero se niegan a acusarse de sus pecados más secretos; quieren comulgar el Cuerpo de Cristo, 
pero no están dispuestos a entregar el suyo.

Hay paralíticos que no quieren quedar sanos. 
Les gusta rezar, pero lo de moverse y abandonar sus posiciones
 es asunto distinto. 


No vaya a ser que, si caminan, 

Alguien los invite a subir al Gólgota.


Recordemos este bello pasaje del evangelio,
estoy seguro Nuestro padre celestial nos dará la gracia de meditarlo y entenderlo y ponerlo en practica.

Juan 5,1-3.5-16

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 

Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. 

Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:

- «¿Quieres quedar sano?»

El enfermo le contestó:

- «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.»

Jesús le dice:

- «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.»

Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:

- «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla.»

Él les contestó:

- «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar.»

Ellos le preguntaron:

- «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?»

Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:

- «Mira, has quedado sano; 
no peques más, no sea que te ocurra algo peor.»

Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

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Fuente: 

EL CAMINO HACIA DIOS


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