Oh mi Señor:
Has venido a salvamos, a darnos los medios necesarios
-los
sacramentos-
Para que ya nunca más nos perdamos.
Sin embargo, te vuelvo a perder algunas veces.
Y entonces Tú vuelves a buscarme, sin cansarte nunca de mí.
Señor, que yo tampoco me canse nunca de volver a Ti.
Sé que te doy una gran alegría cuando me confieso, cuando te
pido perdón.
También sé que Tú prefieres que no me pierda, que me mantenga
a tu lado,
en gracia, en tu rebaño.
La alegría de volver es grande porque grande había sido el
disgusto al separarme.
Jesús, no quiero darte más disgustos.
Ayúdame a poner los medios que sean necesarios para no
decirte más que no.
Enséñame a poner la
lucha lejos de las grandes tentaciones: en pequeños vencimientos, en la sobriedad en las comidas, en
la guarda de la vista, en el aprovechamiento del tiempo sin ceder terreno a la
comodidad.
«El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar
todo pecado, al menos los pecados leves. Pero estos pecados, que llamamos leves,
no los consideres poca cosa: si los tienes por tales cuando los pesas, tiembla
cuando los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran masa; muchas gotas
de agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón.
¿Cuál es entonces nuestra
esperanza? Ante todo, la confesión…»
Jesús, quiero tener cada vez «la piel más fina»; una mayor sensibilidad ante el pecado,
hasta el punto de que reaccione ante cualquier pequeña falta consentida,
pidiéndote rápidamente perdón.
Que aprenda a descubrir aquellas cosas que debería
haber hecho mejor, o que Tú esperabas que hiciera y no he hecho.
Que me duela no haber
cumplido un pequeño propósito, o haber estado despistado en Misa, o no haberme adelantado a
tener un detalle de servicio, o haber puesto mala cara cuando me han encargado
algo.
«Usted me dijo que se puede llegar a ser "otro" San
Agustín, después de mi pasado. No lo dudo, y hoy más que ayer quiero tratar de
comprobarlo».
Pero has de cortar
valientemente y de raíz, como el santo obispo de Hipona»
San Agustín había tenido una juventud alejada del verdadero
Dios, y buscaba la felicidad en los placeres de la tierra.
Pero, gracias a las
oraciones de su madre y a su decisión firme y resuelta por buscar a Dios, abandonó su vida
anterior y llegó a ser obispo, Doctor de la Iglesia y santo.
Sí, Jesús, yo también puedo ser otro San
Agustín, y es lo que me estás pidiendo hoy.
Que me decida a cortar
con todo aquello que me aleja de Ti: esos lugares, esos programas, esa gente.
Señor, ayúdame a ser valiente, a decir que no a todo lo que me
hunde en el pecado, dejándome el regusto de la infelicidad.
Que sepa darle la vuelta a esas situaciones con visión
positiva arrastrando a mis amigos a ambientes más sanos, más limpios.
«No es voluntad de
vuestro Padre que está en los Cielos que se pierda
Ni uno solo de estos
pequeños»
Jesús,
¿qué puedo hacer
yo si el ambiente está como está, si la gente no tiene formación, si…?
No tengo excusa, al menos, para dar un tono cristiano al
ambiente que me rodea: mi familia, mis amigos, mis compañeros de estudio o
trabajo.
Tengo que imitarte
también en el papel del Buen Pastor: ir a buscar a la oveja perdida; encomendar a aquel amigo que
no va bien; buscar el momento oportuno para hablar con él o para presentarle a
alguien que le pueda dar un buen consejo.
Jesús, tu voluntad es
que no se pierda nadie,
porque te preocupan las almas.
Que también a mi me preocupen las almas:
todas las almas
pero, más en concreto, las almas de los que viven a mi lado.
Al copiar este artículo favor conservar
o citar la Fuente:
www.iterindeo.blogspot.com
Visitamos
No hay comentarios:
Publicar un comentario