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lunes, 1 de julio de 2013

El Rico y el Pecador....

... Y su falsa seguridad 
No te fíes de tus riquezas ni digas: "Con esto me basta". 
No dejes que tu deseo y tu fuerza te lleven a obrar según tus caprichos. 


Evangelio según San Lucas 16,19-31.

Hubo cierto hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino finísimo: y tenía cada día espléndidos banquetes.



Al mismo tiempo vivía un mendigo llamado Lázaro, el cual, cubierto de llagas, yacía a la puerta de éste, deseando saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico;
mas nadie se las daba; 
pero los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió, pues, que murió dicho mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. 
Murió también el rico, y fue sepultado en el infierno.

Y cuando estaba en los tormentos, levantando los ojos vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y exclamó diciendo: ¡Padre mío Abrahán!, compadécete de mí y envíame a Lázaro, para que mojando la punta de su dedo en agua, me refresque la lengua, pues me abraso en estas llamas.

Le respondió Abrahán: Hijo, acuérdate que recibiste bienes durante tu vida, y Lázaro al contrario males; y así éste ahora es consolado, y tú atormentado; fuera de que, entre nosotros y vosotros, está de por medio un abismo insondable: de suerte que los que de aquí quisieran pasar a vosotros, no podrían, ni tampoco de ahí pasar acá.

Ruégote, pues, ¡oh padre!, replicó el rico, que lo envíes a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos, a fin de que los advierta, y no les suceda a ellos, por seguir mi mal ejemplo, venir también a este lugar de tormentos.

Le replicó Abrahán: Tienen a Moisés y a los profetas: escúchenlos.

No basta esto, dijo él, ¡oh padre Abrahán!, pero si alguno de los muertos fuere a ellos, harán penitencia.

Le respondió Abrahán: Si a Moisés y a los profetas no los escuchan, aun cuando uno de los muertos resucite, tampoco le darán crédito.



Reflexiona:

No digas: "¿Quién podrá dominarme?", porque el Señor da a cada uno su merecido. 
No digas: "Pequé, ¿y qué me sucedió?", porque el Señor es paciente. 
No estés tan seguro del perdón, mientras cometes un pecado tras otro. 
No digas: "Su compasión es grande; él perdonará la multitud de mis pecados", porque en él está la misericordia, pero también la ira, y su indignación recae sobre los pecadores. 

No tardes en volver al Señor, dejando pasar un día tras otro, porque la ira del Señor irrumpirá súbitamente y perecerás en el momento del castigo. 

No te fíes de las riquezas adquiridas injustamente: de nada te servirán en el día de la desgracia. 

No te dejes llevar por todos los vientos ni vayas por cualquier camino: así obra el pecador que habla con doblez. 

Sé firme en tus convicciones y que tu palabra sea una sola. 
Está siempre dispuesto a escuchar y sé lento para responder. 
Si sabes, responde a tu prójimo; de lo contrario, quédate callado. 
Las palabras traen gloria o deshonor, y la lengua del hombre puede provocar su caída. 

Que no tengan que llamarte chismoso, y no seas insidioso al hablar,porque la vergüenza pesa sobre el ladrón y una severa condena sobre el que habla con doblez. 

No faltes ni en lo grande ni en lo pequeño, y de amigo, no te vuelvas enemigo,porque la mala fama heredará vergüenza y oprobio: esta es la suerte del pecador que habla con doblez.

No te dejes arrastrar por el capricho de tu pasión, para no ser despedazado como un toro: devorarías tus ramas, perderías tus frutos y de convertirías en un tronco seco. 

Una pasión violenta pierde al que la tiene y hace que sus enemigos se rían de él. 

Las palabras dulces multiplican los amigos y un lenguaje amable favorece las buenas relaciones. 

Que sean muchos los que te saludan, pero el que te aconseja, sea uno entre mil. 

Si ganas un amigo, gánalo en la prueba, y no le des confianza demasiado pronto. 

Porque hay amigos ocasionales, que dejan de serlo en el día de aflicción. 

Hay amigos que se vuelven enemigos, y para avergonzarte, revelan el motivo de la disputa. 

Hay amigos que comparten tu mesa y dejan de serlo en el día de la aflicción. 

Mientras te vaya bien, serán como tú mismo y hablarán abiertamente con tus servidores; pero si te va mal, se pondrán contra ti y se esconderán de tu vista. 

Sepárate de tus enemigos y sé precavido con tus amigos. 
Un amigo fiel es un refugio seguro: el que lo encuentra ha encontrado un tesoro.

Un amigo fiel no tiene precio, no hay manera de estimar su valor. 
Un amigo fiel es un bálsamo de vida, que encuentran los que temen al Señor. 

El que teme al Señor encamina bien su amistad, porque como es él, así también será su amigo. 

Hijo mío, desde tu juventud, busca la instrucción, y hasta en tu vejez, encontrarás la sabiduría. 

Acércate a ella como el que ara y el que siembra, y espera pacientemente sus buenos frutos:al cultivarla, te fatigarás un poco, pero muy pronto comerás de sus productos. 

¡Qué dura les parece a los ignorantes! El insensato no se mantiene fiel a ella: ella lo oprime como una piedra pesada y no tarda en sacársela de encima. 

Porque la sabiduría hace honor a su nombre y no se manifiesta a muchos. 

Escucha, hijo mío, acepta mi doctrina y no rechaces mi consejo. 
Mete tus pies en sus cepos y tu cuello en su collar. 

Doblega tus espaldas y carga con ella, y no te irrites por sus cadenas. 

Acércate a ella con toda tu alma y permanece en sus camino con todas tus fuerzas. 

Sigue sus huellas y búscala: la sabiduría se te dará a conocer, y una vez que la poseas, no la dejes, porque al fin encontrarás en ella el descanso y ella se convertirá en tu alegría. 

Sus cepos serán un refugio poderoso y sus collares, un manto de gloria. 

Su yugo será un adorno de oro y sus cadenas, un tejido de jacinto. 
Te revestirás de ella como de un manto de gloria y te la ceñirás como una corona de júbilo. 

Si quieres, hijo mío, serás instruido, y si pones empeño, sabrás desenvolverte. 

Si te gusta escuchar, aprenderás, y si prestas atención, llegarás a ser sabio. 

Frecuenta las reuniones de los ancianos y si hay algún sabio, adhiérete a él. 

Procura escuchar todo lo que se refiera a Dios y que no se te escapen las máximas profundas. 

Si ves a un hombre inteligente, ve en seguida hacia él y que tus pies gasten el umbral de su puerta. 

Examina detenidamente los preceptos del Señor y medita sin cesar sus mandamientos: él mismo afirmará tu corazón y te dará la sabiduría que deseas.

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