Seguimos con nuestra serie sobre el relativismo. Hoy se trata de una aclaración que puede llevar a equívocos a algunos si no se entiende bien:
Efectivamente, existe una relatividad propia del razonamiento moral que no debemos confundir con el relativismo. El razonamiento moral es un tipo de razonamiento práctico, donde la premisa mayor es un fin a conseguir mediante la acción, cuya consecución se puede lograr de muy diversas maneras. La conclusión del razonamiento práctico consiste precisamente en la elección de uno entre los diversos medios posibles. El razonamiento será correcto si el medio elegido es en sí mismo legítimo y nos conduce derechamente a la consecución del fin.
En el ámbito de la razón práctica, la correcta elección entre diversos medios legítimos para lograr un fin bueno, es algo por definición relativo, y por tanto opinable.
Pues bien, esto es lo que sucede con la praxis política, donde muchos medios legítimos pueden ser discutidos para lograr el fin del bien común. Por eso, habitualmente no existe una única opción política que sea la correcta. Pero esto no ha de confundirse con el relativismo. Es más, cuando se renuncia a la relatividad propia del razonamiento práctico en temas políticos y jurídicos, se cae con frecuencia en el dogmatismo.
El dogmatismo en sentido peyorativo consiste precisamente en pretender que una solución de por sí opinable sea tenida por verdad inconcusa. El error de creer que los medios posibles para la consecución del bien común podían ser conocidos con lógica matemática, fue el error propio de la Ilustración. El desconocimiento de la estructura del razonar práctico condujo al dogmatismo político, porque creyó que todo conocimiento se desarrollaba sobre el esquema de silogismos especulativos con la necesidad propia de la lógica matemática. No es de extrañar, por eso, que el monismo que subyace a casi todos los racionalismos lleve fácilmente a concepciones totalitarias de la vida y de la convivencia humana, que difícilmente reconocen ninguna forma de pluralismo (véase el caso del marxismo).
Resumiendo, la verdad práctica, no es una, porque no se deduce de una premisa especulativa, sino que consiste en la elección de uno entre varios medios posibles y legítimos para conseguir un mismo fin.
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