Vivimos unos tiempos en que el materialismo y el racionalismo
dominan por doquier. Para muchos de nuestros contemporáneos
sólo existe lo que se puede ver, tocar o medir. Son materialistas a
ultranza, no aceptan las realidades espirituales. Quizás, como
mucho, puedan aceptar la existencia de un Dios Creador y poco
más, pero un Dios lejano y distante de la vida de los hombres. Para
ellos, hablar de ángeles o demonios es algo irreal. Todo lo que
sucede se debe a causas meramente naturales y no debemos
pensar en causas sobrenaturales o influencias del “más allá”. Hay
que ser “razonables” y buscar la razón y el porqué de todas las
cosas, buscando solamente en médicos y científicos la solución a
los problemas.
Para estos “inteligentes”, las imágenes religiosas, las
bendiciones u oraciones son inútiles y el diablo simplemente no
existe. Sin embargo, todos los santos, que han sido profundamente
espirituales y han experimentado el poder del maligno, nos hablan
de él, de su influencia nefasta a todo nivel y de cómo defendernos.
Seamos cuerdos y no neguemos fácilmente algo que no hemos
podido constatar personalmente.
La Biblia nos habla del maligno y lo mismo la Iglesia con su autoridad y experiencia de siglos.
Además, hay muchos que lo siguen como a un dios y lo adoran,
cayendo en la aberración más grande de un ser humano, creado
para amar, pero decidido a odiar por propia voluntad hasta en el
infierno por toda la eternidad.
Por eso, porque existe el diablo y quiere nuestra ruina
temporal y eterna, nuestra vida es una lucha constante contra él.
Nadie está exento de esta lucha difícil, pero la victoria está
asegurada, si acudimos sin cesar a la ayuda de Dios. “Si Dios está
con nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom 8,31).
temporal y eterna, nuestra vida es una lucha constante contra él.
Nadie está exento de esta lucha difícil, pero la victoria está
asegurada, si acudimos sin cesar a la ayuda de Dios. “Si Dios está
con nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom 8,31).
DIOS CREADOR
En el silencio de la eternidad, antes que el mundo existiese,
cuando no existía el tiempo... Antes del primer día en los millones
de años de edad del Universo, el amor de Dios llenaba los
"espacios infinitos"... Y decidió compartir su amor y crear a los
ángeles. Los creó espíritus puros, de una naturaleza superior a la
humana, con una inteligencia sublime, llenos de amor... Y los hizo
libres. Pero muchos de ellos se rebelaron contra el Dios Amor y no
quisieron obedecer sus designios. Algunos dicen que quisieron ser
como dioses, otros dicen que no quisieron aceptar el designio divino
de que una mujer, una simple criatura humana, fuera superior a
ellos en amor y santidad. No la aceptaron como su Reina... y ellos
mismos se alejaron del Amor y rechazaron a Dios. Y su "corazón",
en vez de amor, quedó lleno de rencor, de odio, de violencia y
desesperación. Y así ellos mismos se "fabricaron" su propio infierno
y se convirtieron en demonios.
En el Apocalipsis se nos presenta el pecado de los ángeles
como una derrota entre los ángeles buenos, capitaneados por San
Miguel, y los malos dirigidos por Lucifer. "El dragón y sus ángeles
no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo. Fue arrojado
el dragón grande, la serpiente antigua, llamada Diablo y Satanás,
que extravía a toda la redondez de la tierra" (Ap. 12,8-9).
Después Dios creó a los hombres para ser sus hijos y
llenarlos de felicidad con dones maravillosos como la impasibilidad,
inmortalidad, integridad, ciencia infusa... y también los hizo libres.
Pero nuestros primeros padres, instigados por los ángeles caídos,
también desobedecieron gravemente a Dios. No importa saber
ahora cuál fue en concreto aquel primer pecado por el cual
perdieron para ellos y sus descendientes los dones preternaturales,
que Dios les había concedido. Lo que sí debemos pensar es que, a
pesar de todo, Dios no nos abandonó a nuestra suerte, sino que
nos dio una nueva oportunidad. El Padre envió a su Hijo para que
fuera nuestro Redentor y nos demostrara su amor. Jesús aceptó
sufrir como nosotros y vivir como nosotros, como un amigo, como
un amigo cercano, quedándose después para siempre con nosotros
en la Eucaristía.
Lo cierto es que, con ese primer pecado, comienza el drama
del dolor y sufrimientos de la humanidad. Un solo pecado fue el
origen de todos los sufrimientos de todos los hombres de todos los
tiempos. Y la lucha contra el mal continúa y continuará hasta el fin
de los siglos.
¿Estás preparado para la lucha?
UN DURO COMBATE
A partir del pecado de nuestros primeros padres "el diablo
adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste
permanezca libre" (Cat 407). Por eso, toda la vida humana es un
combate contra el mal. "A través de toda la historia humana se
extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que,
iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día,
según dice el Señor" (Cat 409). "El hombre, tentado por el diablo,
dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador y, abusando
de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios" (Cat 397). De
ahí que "el hombre esté dividido en su interior y toda la vida
humana, singular y colectiva, aparece como una lucha, ciertamente
dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas" (Cat
1707). Por eso, no es de extrañar que el mismo San Pablo nos
hable de que "no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero" (Rom 7,19). Y "para que no me engría (de mis revelaciones)
me fue dado un aguijón en mi carne, un ángel de Satanás, que me
abofetea para que no me engría" (2 Co 12,7). "Nuestra lucha no es
contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las
potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso,
contra los malos espíritus" (Ef 6,12). El mismo Jesús "permaneció
en el desierto cuarenta días, siendo tentado por el diablo", que es
"mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44). Por eso, uno de sus
mayores triunfos en la actualidad, es hacer creer que él no existe y
que todos los males que existen se deben simplemente a la
debilidad humana.
Como decía un escritor alemán: “Nada alegra tanto al diablo
como leer el anuncio de su muerte en los periódicos”. Es curioso
que, mientras los grandes de este mundo están ávidos de
publicidad y de que todo el mundo hable de ellos, Satanás, por el
contrario, procura desaparecer y pasar inadvertido para así poder
trabajar mejor en la sombra sin atacantes directos.
Lamentablemente, no sólo los ateos sino también muchos católicos
niegan la existencia del diablo. En una parroquia, el sacerdote les
dijo a sus catequistas: “No hablen del diablo a los niños. Esto por
dos motivos. Primero, porque hay que evitar traumatizarlos, y
segundo, porque no existe”. Un catequista le respondió: “El diablo
existe, porque el santo cura de Ars lo veía y se enfrentaba con él”. Y
el sacerdote le contestó: “Si el cura de Ars hubiera comido menos
patatas, no habría visto al diablo”.
En una conferencia sobre el diablo, el charlista, al ver que no
todos estaban de acuerdo sobre su existencia, les propuso una
votación. Ganaron por mayoría absoluta los que negaban su
existencia y así el charlista pudo decir, convencido: “El diablo no
existe por decisión popular y así lo dicen las encuestas a nivel
nacional. El diablo es una fabricación de la mente humana”. Y se
quedó tan tranquilo, como si las grandes verdades pudieran
definirse por mayoría de votos. Sin embargo, el Papa Juan Pablo II
el 31-3-85 en su mensaje a los jóvenes del mundo entero les decía:
“No hay que tener miedo de llamar por su nombre al primer artífice
del mal: el maligno”. Sin embargo, para algunos teólogos
modernistas, el diablo es la personificación del mal, algo abstracto y
sin existencia personal. Por eso, el Papa Pablo VI escribía: "El mal
es un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad,
misteriosa y temible. Por eso, se aparta de la enseñanza bíblica y
eclesiástica quien rehúsa reconocer su existencia o quien hace de
él un principio autónomo sin tener su origen en Dios como toda
criatura; o lo explica como una seudorealidad, una personificación
conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestros
males... El capítulo sobre el demonio y sobre la influencia que él
puede ejercer sobre cada una de las personas como sobre las
comunidades, sobre toda la sociedad y sobre los acontecimientos,
es un capítulo muy importante de la doctrina católica, que debería
estudiarse más, pero que hoy poco se hace" (15-11-1972).
Juan Pablo II decía que "el diablo vive en una radical e irreversible negación de Dios y trata de imponer a la creación y, sobre todo, a los hombres, su trágica mentira sobre el bien, que es
Dios... En esta condición de mentira existencial, Satanás se
convierte también en homicida, es decir, destructor de la vida
sobrenatural que Dios había colocado en él desde el principio y en
las criaturas hechas a imagen de Dios" (20-8-1986). "Él es el
insidiador del equilibrio moral del hombre" (8-3-1987).
Él, "como león rugiente, anda buscando a quien devorar" (1
Pe 5,8). Pero no tengamos miedo. "El diablo puede ladrar, pero
nunca morder, sino sólo al que quiere dejarse morder" (San
Agustín). La victoria está en nuestras manos. Todo depende de
nuestra decisión. De ahí que Dios mismo nos dice: "Mira, hoy
pongo ante ti la vida con el bien, la muerte con el mal... Os he
propuesto la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge la
vida para que vivas tú y tu descendencia" (Det 30,15-19).
¿Qué vas a escoger? ¿Cuál es tu decisión?
"Resistid al diablo y huirá de vosotros" (Sant 4,7).
"Resistidle firmes en la fe" (1 Pe 5,9).
LOS DEMONIOS
"El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con
una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos"
(Cat 391). Su pecado consistió "en que rechazaron radical e
irrevocablemente a Dios y su Reino" (Cat 392). Precisamente, "el
carácter irrevocable de su elección y no un defecto de la infinita
misericordia divina es lo que hace que el pecado de los ángeles no
pueda ser perdonado" (Cat 393). Es decir, Dios no los puede
perdonar, porque ellos no quieren ser perdonados, prefieren vivir así
con odio a Dios y a los hombres eternamente. Satanás es el jefe o
príncipe de los demonios. Era la criatura más bella creada por Dios
y quedó transformado en el monstruo más horrible.
Satanás es el mal en continuo movimiento, es la mentira y la
oscuridad personificadas, es lo opuesto al amor de Dios, es el odio
y la violencia en persona... y quiere dominar sobre toda la
humanidad y construirse su propio reino de tinieblas y oscuridad,
imitando en todo lo que puede a Dios. Por eso, se le llama con
frecuencia "el mono de Dios".
"Es el príncipe de este mundo" (Jn 12,31). San Pablo dirá que
es "el dios de este mundo" (2 Co 4,4) y San Juan que "peca desde
el principio" (1 Jn 3,8). Él es la serpiente antigua, que tentó a
nuestros primeros padres, y Dios la maldijo: "Maldita serás... pongo
enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Ella te
aplastará la cabeza" (Gén 3,14-15).
Satanás tiene mucho poder debido a su naturaleza angélica.
Él es el jefe de millones y millones de demonios entre los que hay
una jerarquía o sumisión de esclavitud y no de amor. Ellos están
llenos de odio contra Dios y los hombres.
Pueden manifestarse de diferentes formas a los ojos
humanos, pues son espíritus y, por tanto, sus apariencias visibles
dependerán de lo que quieren causarnos. Si quieren causarnos
agrado y atractivo, pueden presentarse como ángeles de luz,
"galanes", incluso pueden tomar la apariencia de Jesús o de
caballeros o damas bellas y simpáticas... o de niños inocentes, que
nos invitan a desobedecer. También pueden presentarse bajo las
formas más horripilantes que podamos imaginar, cuando quieren
inculcarnos miedo y temor. A veces, a los santos se les presentan
como gigantes con cuernos o sin cuernos, con alas negras o sin
ellas, con olores agradables o desagradables.
La imaginación se queda corta ante la gran variedad de
figuras bajo las cuales se pueden presentar, generalmente, para
asustar. Y esto, no solamente en apariencias visibles, también lo
hacen a través de pensamientos, fantasías e imaginaciones de las
más variadas e inculcando sentimientos de suicidio, tristeza, temor
a condenarse, miedo, desesperación, etc. Su presencia, aunque
invisible, siempre causa inquietud y desasosiego; mientras que Dios
y sus ángeles siempre nos dejan alegría y paz. Algunos santos,
sabiendo que pueden presentarse bajo la apariencia de Jesús, de
María o de santos y ángeles, para no engañarse, les echaban agua
bendita o les hacían repetir: ¡Viva Jesús! ¡Viva María!
De todos modos, el poder de Satán no es infinito. No es más
que una criatura, poderosa por ser espíritu puro, pero siempre
criatura. Es un gran misterio el que Dios permita la actividad
diabólica, pero nosotros sabemos que en todas las cosas interviene
Dios para el bien de los que le aman (Rom 8,28).
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