Para ser felices lo que tenemos que hacer es darnos.
La felicidad está en el darse a los demás.
Este verano pasado he vuelto, despues de casi 10 años, a ir a campamentos de chavales de entre 9 a 12 años. Recuerdo a uno, hace ya tiempo de esto, que era super simpático. Se llamaba Pelayo. Su sonrisa era amplia, espabilado, cariñoso, deportista, de buenas notas, etc. Entre los chavales del campamento era un líder. Todos confiaban en él. A la hora de hacer equipos él era una referencia clara y todos querían ¡r en su equipo.
La última noche del campamento iba a tener lugar un festival en el que cada tienda de campaña haría un número. A media tarde el campamento era un hervidero: todas las tiendas estaban ensayando su número para el festival. Pelayo había ¡do a ver a un chaval que esos días había enfermado y llegó tarde al ensayo del número de su tienda. El monitor de la tienda le dijo:
-Mira Pelayo, como has llegado tarde, ahora tendrás que hacer el papel de uno que sólo aparece unos segundos y dice una frase. No puedo darte un papel más importante porque tendríamos que comenzar de nuevo los ensayos y ya no hay tiempo.
A Pelayo se le llenaron los ojos de lágrimas. Había hecho algo bueno y ahora era pagado así. Enfadado y con rabia dio media vuelta y se fue. Otro monitor le vio caminando cabizbajo por un bosque cercano al campamento. Se acercó y vio sus lágrimas. Pelayo le contó su desventura. El monitor después de escucharle, comenzó a hablarle de la alegría de servir. Pelayo se fue tranquilizando y, comenzó a comprender lo que el monitor quería transmitirle a él, que siempre había sido un triunfador a los ojos de los demás.
-Te propongo lo siguiente, Pelayo. Ahora ya es casi la hora de cenar. ¿Por qué no intentas servir a tus compañeros de tienda durante toda la cena? Puedes servirles el agua, ir por las bandejas, animar a uno a que se ponga más del plato que le gusta, etc. Y al final de la cena me dices cómo te encuentras.
Dicho y hecho. Llegó la hora de la cena y el monitor vio como Pelayo se esforzaba por hacer felices a todos los de su tienda. Al principio un poco serio, pero poco a poco una sonrisa fue encendiéndose en su rostro.
-¡Ha sido bestial! Al ver como sonreían los demás, al ver lo felices que estaban, su alegría se me ha contagiado a mí. Es verdad que sirviendo a los demás uno es más feliz que nadie en el mundo.
Pelayo es actualmente alcalde de una localidad de unos 50.000 habitantes. ¡Ojalá no haya olvidado aquella noche de campamentoi y sepa servir a todos desde su puesto actual en la sociedad!
La velocidad se ha convertido en un valor: coches, aviones, ordenadores… Parece que es muy importante el tiempo y por eso se busca la mayor eficacia en el menor tiempo posible. Esto es así para algunos aspectos de la vida, pero para otros no. Basta recordar ese dicho popular: en ocasiones, el camino que nos hace llegar antes a nuestro destino no es la línea recta. Esto pasa con la felicidad. Aquellas personas que la buscan anhelosamente -casi con obsesión- no la encuentran; buscan y buscan…, y el resultado es la insatisfacción; lo que encuentran no les llena. Fíjate en esta últimas palabras:
“No les llena“.
¡En ellas está la clave para encontrar la felicidad! Si yo quiero llenar algo, primero he de vaciarlo de lo que lo llene. Todos estamos llenos más o menos de nosotros mismos. Así, en primer lugar tenemos que vaciarnos de nosotros. Para ser felices lo que tenemos que hacer es darnos. La felicidad está en el darse a los demás.
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