Entre los recursos de los cuales hacen amplio uso los exorcistas
(y los no exorcistas), citamos en primer lugar el agua exorcizada (o al menos bendita), el aceite (de oliva) exorcizado y la sal exorcizada. Cualquier sacerdote puede rezar las plegarias del Ritual para exorcizar estos tres elementos; no se necesita ninguna autorización particular. Más bien es muy útil conocer el uso específico de estos tres sacramentales que, empleados con fe, son de gran ayuda.
El agua bendita es muy utilizada en todos los ritos litúrgicos. Su
importancia está inmediatamente relacionada con la aspersión bautismal.
En la plegaria de bendición se pide al Señor que la aspersión con el agua nos dé estos tres beneficios: el perdón de nuestros pecados, la defensa contra las insidias del maligno y el don de la protección divina.
La plegaria del exorcismo sobre el agua añade muchos otros efectos:
ahuyenta todos los poderes del demonio con objeto de extirparlo y
expulsarlo. Incluso en el habla popular, cuando se quiere indicar dos cosas que no están en absoluto de acuerdo entre sí, se dice que son como el diablo y el agua bendita.
Luego la plegaria continúa subrayando otros efectos, además de expulsar a los demonios: curar las enfermedades, aumentar la gracia divina, proteger las casas y todos los lugares donde moran los fíeles contra toda influencia inmunda causada por el pestilente Satanás. Y añade: que las insidias del enemigo infernal sean vencidas y quedar protegidos de cualquier presencia nociva para la seguridad o la tranquilidad de los habitantes, a fin de que gocen de serenidad y salud.
También el aceite exorcizado, si se usa con fe, es bueno para poner en fuga la potencia de los demonios, sus acometidas y los fantasmas que suscitan. Además, es bueno para la salud del alma y del cuerpo; recordamos aquí el antiguo uso de ungir con aceite las heridas y la facultad dada por Jesús a los apóstoles de curar a los enfermos con la imposición de las manos y ungiéndolos con aceite. El aceite exorcizado posee, además, una propiedad que es específica: separar del cuerpo las adversidades.
Muy a menudo he tenido ocasión de bendecir a personas que han sufrido
También el beber agua bendita ayuda a este objetivo.
Conviene aquí dar mayores precisiones, aunque quien no está
familiarizado y no lo haya presenciado tendrá dificultades para creer en estas cosas. ¿Qué se expele? A veces una saliva densa y espumosa; o bien una especie de papilla blanca y grumosa. Otras veces se trata de los objetos más diversos: clavos, trozos de vidrio, pequeñas muñecas de madera, hilos anudados, alambres enrollados, hilos de algodón de distintos colores,
grumos de sangre...
familiarizado y no lo haya presenciado tendrá dificultades para creer en estas cosas. ¿Qué se expele? A veces una saliva densa y espumosa; o bien una especie de papilla blanca y grumosa. Otras veces se trata de los objetos más diversos: clavos, trozos de vidrio, pequeñas muñecas de madera, hilos anudados, alambres enrollados, hilos de algodón de distintos colores,
grumos de sangre...
En ocasiones estos objetos son expulsados por las vías naturales; muchas veces vomitando.
Nótese que el organismo nunca sufre daño (siente, en cambio, alivio), aunque se trate de vidrios cortantes. El padre Candido conservaba en un canasto tales objetos, expulsados por
distintas personas.
distintas personas.
Otras veces salen de forma misteriosa: la persona siente, por ejemplo, un dolor abdominal como si tuviera un clavo en el estómago; luego encuentra un clavo en el suelo, a su lado, y el dolor desaparece. Se tiene la impresión de que todos esos objetos se materializan en el instante en que son expulsados. Afirmaba el padre Candido en una entrevista: «He visto vomitar trozos de vidrio, de hierro, cabellos, huesos; a veces incluso
pequeños objetos de plástico, con forma de cabeza de gato, o de león, o de serpiente. Seguramente estos extraños objetos guardan relación con la causa que ha determinado la posesión diabólica.»
pequeños objetos de plástico, con forma de cabeza de gato, o de león, o de serpiente. Seguramente estos extraños objetos guardan relación con la causa que ha determinado la posesión diabólica.»
También la sal exorcizada es buena para expulsar a los demonios y para la salud del alma y el cuerpo. Pero su propiedad específica es la de proteger los lugares contra las influencias o las presencias maléficas. En casos semejantes suelo aconsejar que pongan sal exorcizada en el umbral de la casa o en los cuatro rincones de la habitación o de las habitaciones que se consideran infestadas.
Ese «mundo católico incrédulo» se reirá quizá ante estas upuestas propiedades. Desde luego, los sacramentales actúan con más eficacia cuanto mayor es la fe; sin ésta, son a menudo ineficaces. El Concilio Vaticano II, y con las mismas palabras el Derecho canónico (can. 1166), los define como «signos sagrados con los que, por una cierta imitación de los sacramentos, se simbolizan y obtienen efectos sobre todo espirituales, por la impetración de la Iglesia». Quien los usa con fe ve efectos inesperados. Sé de muchos males rebeldes a los fármacos que han desaparecido sólo porque el interesado ha hecho sobre ellos una señal de la cruz con aceite exorcizado.
Para las casas (sobre lo cual hablaremos aparte es también eficaz la costumbre de quemar incienso bendito. El incienso siempre ha sido considerado incluso entre los pueblos paganos, como un antídoto contra los espíritus malignos, además de un elemento de alabanza y adoración a la divinidad. Su uso litúrgico se ha visto ahora muy reducido, pero no deja de ser un elemento eficaz de alabanza a Dios y de lucha contra el maligno.
El Ritual contiene también una especial bendición destinada a la
ropa. Hemos podido reconocer su eficacia muchas veces en personas afectadas por presencias maléficas. En otras ocasiones ha servido de test para saber si en tal persona había o no presencias diabólicas. También esto es útil saberlo. Muchas veces, a nosotros, los exorcistas, nos llaman personas (padres, novios...) que se preguntan si un pariente suyo está afectado por el demonio, pero se trata de un pariente que no cree en estas cosas, a menudo carece de toda fe religiosa y, en cualquier caso, no está
dispuesto a dejarse bendecir por un sacerdote.
¿Qué hacer? Algunas veces, después de haber hecho bendecir sus
ropas, hemos podido ver que apenas puestas, se las han rrancado, por no poder soportar su contacto. Antes hemos dado un ejemplo de ello. Puede hacerse otra prueba con el agua bendita. Por jemplo, una madre que sospecha de un hijo o de su marido prepara la sopa con agua bendita o la usa en el té o el café. Puede suceder que la persona afectada encuentre amarga e incomestible aquella comida, incluso sin darse cuenta del porqué.
Ahora bien, nótese que estos tests pueden ser indicativos en caso
positivo: o sea, si una persona es sensible al hecho de que el agua esté bendecida o no podría ser un síntoma de una presencia maléfica. Pero no se puede decir lo contrario: o sea, que no se puede decir que, si uno es insensible a esta clase de tests, deba por eso excluirse una presencia maléfica en él. El demonio lo intenta todo para no dejarse descubrir.
También durante los exorcismos el demonio trata de esconderse, y el Ritual pone en guardia al exorcista respecto a las ficciones diabólicas.
A veces no responde o da respuestas necias, no atribuibles a un espíritu inteligente como el demonio. Otras veces finge haber salido del cuerpo del poseído y haber dejado de trastornarlo, esperando así sustraer al individuo de las bendiciones del exorcista. Otras veces pone los más diversos impedimentos para que la persona no se vea sometida a los exorcismos:
puede tratarse de impedimentos físicos o, más a menudo, psicológicos, por lo que la persona no acude a la cita con el exorcista si no tiene a su lado a alguien que la obligue; otras veces finge los síntomas de una enfermedad, en general psíquica, para confundir sobre la realidad de su presencia y hacer creer que se trata de un mal natural; en ocasiones el paciente tiene
sueños o visiones en los que tiene la ilusión de que el Señor, la Virgen o
puede tratarse de impedimentos físicos o, más a menudo, psicológicos, por lo que la persona no acude a la cita con el exorcista si no tiene a su lado a alguien que la obligue; otras veces finge los síntomas de una enfermedad, en general psíquica, para confundir sobre la realidad de su presencia y hacer creer que se trata de un mal natural; en ocasiones el paciente tiene
sueños o visiones en los que tiene la ilusión de que el Señor, la Virgen o
Los sacramentales indicados, además de la ayuda específica de cada uno, sirven también para alejar, al menos en parte, los distintos engaños del maligno. En este campo los engaños están a la orden del día y hay que rezar mucho para obtener la gracia del discernimiento. Señalo lo siguiente entre los casos más frecuentes: hay quien considera que tiene visiones u oye voces interiores; hay quien se abandona a un falso misticismo o quien se hace pasar por «vidente». A menudo en estos casos, cuando no se trata de enfermedades psíquicas, existe el engaño del demonio.
Cierro este capítulo con un hecho relativo al agua bendita. El padre Candido estaba exorcizando a un endemoniado. El sacristán se acercó con el recipiente del agua y el hisopo. Inmediatamente el demonio se dirigió a él: «¡Con ese agua lávate el hocico!» Sólo entonces el sacristán recordó que había llenado el recipiente en el grifo, pero se había olvidado de hacer
bendecir el agua.
El nuevo Ritual de Bendiciones, obligatorio desde el 11 de abril de1993, ha cambiado las fórmulas, pero no ha disminuido sus efectos, aunque ya no se evocan explícitamente.
acuden a la iglesia, cuando rezan y sobre todo mientras son exorcizadas. En estos casos el organismo, para liberarse, debe expeler lo que contiene de maléfico. El aceite exorcizado ayuda mucho a desprender y liberar el cuerpo de estas impurezas.
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