Hace unos días la liturgia del Adviento nos recordaba que: Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre… (Is 40, 1-11).
Fascinante misterio el del cuerpo humano. Afirmar que el cuerpo es una de las fuerzas más poderosas que posee el ser humano me parece que no es exagerar. Evidentemente no me refiero a su fuerza física, sino a la fascinante y gigantesca fuerza que difunde con solo ser mostrado. Hay en él un brillo poderosísimo que evoca su origen modelado por el mismo Dios…
Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre… (Is 40, 1-11).
Fascinante misterio el del cuerpo. Y es que desde la caída original la hermosura de esta obra de Dios resulta con frecuencia deslumbradora y violenta para los demás. Por eso el pudor, que está mucho más inscrito en nuestra naturaleza de lo que pensamos, resulta la forma más eficaz de proteger a los demás del brillo de nuestro cuerpo. Porque del mismo modo que un automóvil me deslumbraría e impediría conducir si me enfocase con la luz larga de sus poderosos faros, así cuando una persona hermosa exhibe su cuerpo con la intención de deslumbrarme, violenta mi libertad de tal modo que no me deja otra opción que cubrirme o ser devorado por una luz que yo no he elegido; porque ya no puedo seguir adelante como si tal cosa.
Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre…
Fascinante misterio el del cuerpo. En él descubrimos también la fealdad del pecado. Efectivamente, en su decadencia el cuerpo resulta algo lastimoso; con el paso de los años, las enfermedades, los excesos… La obra que Dios mismo modeló pasa a ser decrepitud, de tal intensidad a veces, que nos hace huir horrorizados y gritar desde nuestro interior que eso no debía ocurrir, nos revelamos ante ese horror… Y con frecuencia renace una especie de pudor tardío que intenta esconder la fealdad del cuerpo y la realidad de la muerte…
Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre…
Fascinante misterio el del cuerpo. Caímos. La serpiente destruyó la belleza serena del paraíso eterno y la vergüenza cubrió el horror de un pecado que nos arrojó a las encrespadas aguas del tiempo… Un tiempo que nos despeña hacia los abismos de muerte cada vez más rápido.
Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre…
Fascinante misterio el del cuerpo. Caímos. Y por eso el cuerpo está gritando que necesita también urgentemente un salvador. La Navidad en cuanto que significa la Encarnación de Dios me llena de alegría y de esperanza, porque entiendo que todo un Dios viendo nuestros cuerpos encadenados al yugo de la muerte y del pecado, vino gozoso hasta nosotros en la forma de un Cuerpo Santo para liberarnostambién en el cuerpo. Por eso quiero que rece también mi cuerpo en este Adviento:¡Ven, Señor Jesús! No tardes…
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