Cercana la Navidad de 1980, el Papa Juan Pablo II estuvo con más de dos mil niños en una parroquia romana. Y comenzó la catequesis. “¿Y cómo os preparáis para la Navidad?”
“Con la oración“, responden los chicos gritando.
“Bien, con la oración”, les dice el Papa, “pero también con la Confesión. Tenéis que confesaros para acudir después a la Comunión. ¿Lo haréis?”
Y los millares de chicos, más fuerte todavía, responden: “¡Lo haremos!” “Sí, debéis hacerlo”, les dice Juan Pablo II. Y en voz más baja:
“El Papa también se confesará para recibir dignamente
al Niño Dios. “»
(cfr. Francisco Fernández Carvajal. Hablar con Dios, Tomo Adviento-Navidad)
Limpiar nuestra alma con la Confesión será una buena manera de recibir a Jesús. Durante este tiempo, acudiremos con más intensidad a la Virgen María y a San José para que encuentren refugio en nuestro corazón. Y con la Iglesia, repetiremos muchas veces durante el Adviento esta oración:
¡Ven Señor, no tardes!... Y
así comenzaremos a prepararle un lugar en nuestra posada.
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