La metáfora de la noche oscura de Juan de la Cruz nos recuerda que la experiencia del amor de Dios no es siempre una experiencia punta de la unión de toda la creación. En la noche oscura el amor de Dios se acerca de una manera que parece negarnos. En la noche parece que Dios está contra nosotros. Pero Juan sostiene que nada en el amor es oscuro o destructivo, pero por quienes somos y por la purificación que necesitamos se experimenta el amor como oscuro.
Juan nos da una descripción convincente de los momentos de la vida cuando se desvanecen las consolaciones y orar es imposible. El deseo está aún presente pero se ha agotado buscando liberarse de los ídolos. El teólogo Karl Rahner comentó que todas las sinfonías de la vida permanecen inconclusas. En cada relación, en cada posesión en algún momento surgirá esa sensación de carencia. Esta frustración del deseo y la atracción por algo más allá, es la inquietud que causa la continua invitación de Dios a una unión más profunda.
Cuando los dioses mueren durante la noche, se eclipsa la personalidad. Carl Jung, el psicólogo, dijo que no podía distinguir los símbolos de dioses de los símbolos que representan al ser humano. Cuando una persona pierde su Dios-símbolo la personalidad comienza a desintegrarse. Esta afección oscura permanece hasta que emerge un nuevo símbolo-Dios o se establece una nueva relación con el símbolo-Dios antiguo.
El consejo que da Juan de la Cruz durante estas crisis en la vida es de mucha ayuda. Nos asegura que el amor de Dios está en algún lugar presente en medio de los desechos de la vida, pero que inicialmente no será experimentado como amor. Juan aconseja paciencia, confianza y perseverancia. Esta actividad amorosa de Dios nos libera de los ídolos y restablece la salud de nuestras almas. Los "dioses" se mueren en la noche y el alma necesita pasar por un proceso de sufrimiento. El camino incorrecto sería solucionar o sanar esta condición artificialmente, o negarla totalmente. Juan aconseja enfrentar la condición, entrar en ella con paciencia, y allí donde el corazón esté luchando con más fuerza estar atentos a la llegada del amor. Juan nos invita a una "atención amorosa" en la oscuridad; es tiempo de ser un guardián en la noche. La contemplación es una apertura al amor transformante de Dios, especialmente cuando éste aparece disfrazado.
La intensa experiencia que Juan llama la noche del espíritu es simultáneamente una fuerte experiencia de nuestro pecado, de la finitud de nuestra condición humana, y la siempre emergente trascendencia de Dios. Mientras se está en esta condición las palabras carecen de significado. Juan escribe que es tiempo de "moler el polvo". Todo lo que uno puede hacer es realizar el próximo acto de amor que se presente. En el desierto el peregrino continúa su viaje existencial, apoyado en una verdadera fe bíblica. Juan está convencido que sólo esta fe purificada es el contexto en el que se puede dar una relación con Dios. Como le pasó a Teresa de Lisieux que su pensamiento sobre el cielo se le desvaneció, al peregrino que ya no posee el objeto de su esperanza, se le recuerda que la esperanza es aquello que aún no posee.
Los escritos de Juan no se regodean en el sufrimiento. Su poesía y sus comentarios, están todos escritos desde el otro lado de las luchas. La noche se ha convertido en una experiencia iluminadora y en una guía más veraz que el día. La llama que una vez ardió ahora es cauterizada y sanada. Y la ausencia que lo llevó a la búsqueda del Amado se revela como una Presencia compasiva escondida en su anhelo.
Una nueva espiritualidad
Los testigos contemporáneos del Carmelo que han testificado su fe en medio de un sufrimiento abyecto son las víctimas de los campos de concentración, Titus Brandsma y Edith Stein. Brandsma resistió la propaganda nazi y Stein se identificó con su pueblo perseguido. Ellos fueron atrapados en la poderosa corriente del mal social del siglo 20. En la experiencia de ser despojados de toda seguridad y apoyo, estos carmelitas dieron testimonio viviendo una vida de fe, esperanza y amor en medio de las condiciones más crudas. En el reconocimiento de su testimonio la Iglesia confirma la autenticidad de sus vidas y los coloca entre aquellos que lo han arriesgado todo en su seguimiento de Cristo. La Regla del Carmelo conduce a varias formas de discipulado, pero al final todas llevan a abrazar la Cruz.
Los Generales de las dos Órdenes Carmelitas nos llaman a una "nueva espiritualidad" para complementar la "nueva evangelización". ¿Surgirá esa nueva espiritualidad del creciente conocimiento que el Carmelo va teniendo de las realidades que la gente experimenta alrededor del mundo? Mientras la cara del Carmelo va cambiando y entran nuevos miembros a la Orden, especialmente de los países más poblados y pobres, la situación de las masas empobrecidas del mundo llegarán a las puertas del primer mundo. La internacionalidad de la Orden y el vínculo internacional de la familia carmelita nos brindan una oportunidad única para escuchar al Espíritu en los diversos contextos, y esta escucha nos reta a dar una respuesta.
Juan Pablo II ha ampliado la imagen de la noche oscura de Juan de la Cruz para incluir los sufrimientos del mundo moderno:
Nuestra época ha conocido tiempos de sufrimiento que nos han hecho comprender mejor esta expresión y darle un cierto carácter colectivo. Nuestra época habla del silencio o de la ausencia de Dios. Ha conocido tantas calamidades, tantos sufrimientos infligidos por las guerras y por la matanzas de tantos seres inocentes. El término noche oscura ahora lo usamos para todo lo de la vida y no sólo para una fase del viaje espiritual. Se recurre a la doctrina del santo como respuesta a este misterio insondable del sufrimiento humano.
Me refiero al mundo específico del sufrimiento. ...Sufrimiento físico, moral, espiritual, como la enfermedad- como las plagas del hambre, la guerra, la injusticia, la soledad, la falta de sentido de la vida, la fragilidad de la existencia humana, el doloroso conocimiento del pecado, la aparente ausencia de Dios- son para el creyente experiencias purificadoras a las que se les puede llamar noche de la fe.
A esta experiencia San Juan de la
Cruz le ha dado el nombre simbólico y evocador de noche oscura, y la refiere explícitamente a la inquietante oscuridad del misterio de la fe. Él no intenta darle respuesta al terrible problema del sufrimiento en el orden espaculativo; pero a la luz de las Escrituras y de la experiencia descubre algo de la maravillosa transformación que Dios efectúa en la oscuridad, puesto que, "...cómo sabe él tan sabia y hermosamente sacar de los males bienes..." (Cant. B 23: 5). En el análisis final, nos enfrentamos a vivir el misterio de la muerte y resurrección de Jesús en toda su verdad.[14]
Resumen
El Carmelo no tiene respuesta para el misterio del mal. Pero el Carmelo ha recorrido el camino difícil y ofrece una palabra de esperanza para el peregrino que sufre. El sufrimiento profundo y las experiencias de lo trágico de en la vida son parte de la experiencia de cada persona. Las limitaciones de nuestra condición humana y las fuerzas destructivas presentes en el mundo con frecuencia atacan nuestra fe. A pesar de la evidencia contraria, el Carmelo testimonia que el amor de Dios está siempre presente aún en los desechos de nuestras vidas.
El Carmelo nos brinda un análisis particular y poderoso del impacto del amor de Dios en el espíritu humano y en la personalidad. Invitados a una relación más profunda, al peregrino se le desafía a dejar todos los apoyos y a caminar confiadamente hacia el futuro de Dios. Un cristiano con frecuencia experimenta ataques tanto en el espíritu como en la sigue mientras se va haciendo al ambiente divino. El Carmelo ofrece un lenguaje y unas imágenes expresivas para estos sufrimientos, y es muy elocuente en recomendar una vigilia silenciosa para esperar la llegada de Dios.
Los santos del Carmelo confiaron en el sufrimiento, y con frecuencia expresaron su anhelo de llevar la cruz en su discipulado. Si embargo, este deseo de sufrimiento tiene significado en el contexto de respuesta amorosa a las iniciativas del amor de Dios. El sufrimiento de Jesús en la cruz nació del amor y no del amor al sufrimiento.
Preguntas para reflexionar
- ¿Cuál ha sido mi experiencia de caminar por el camino oscuro? ¿He dejado otros caminos conocidos para ser conducido por un camino no elegido por mi? ¿Qué fue aquello que más me ayudó?
- ¿Como procedo cuando el camino no está claro?
- ¿Qué consuelo o guía ofrece el Carmelo a la gente que vive situaciones dolorosas?
- ¿Como debe la Orden responder a la "noche oscura" que sufre tanta gente en el mundo? ¿Podría ser esto parte de la "nueva espiritualidad" a que nos llaman los Generales de nuestras órdenes?
5. Un corazón puro - La transformación del deseo
5.1 Unión con Dios
La espiritualidad carmelita con frecuencia ha sido presentada como una "alta" y rara espiritualidad sólo para unos pocos elegidos. A veces, también se presenta como uniones elevadas y extáticas, o como fuertes sufrimientos más intensos que los problemas normales de la vida. Vienen a mi mente imágenes de la estatua de Bernini de la "transverberación" de Teresa, su visión de ser atravesada por el dardo de oro, junto a su agonía y a su éxtasis.
El austero dibujo que hace Juan de la Cruz de Cristo crucificado, desde la perspectiva del Padre que mira dese las alturas a su Hijo en la cruz, evoca la infatigable determinación del santo. Uno se imagina el dibujo de Juan mostrando el camino hacia el Monte Carmelo. Los senderos de posesiones materiales y espirituales no llegan a la cima, sólo el sendero medio de las nadas se abre a la cima donde Dios es nada y todo. El Carmelo parece representar un viaje heroico, incluso épico, hacia Dios. Un viaje sólo al alcance de los montañeros expertos que se atrevan a escalar su altura.
Si la subida al Monte Carmelo es una hazaña épica, ¿qué estamos haciendo nosotros, los carmelitas ordinarios? ¿Sentimos que, a menudo, estamos informando sobre acontecimientos de segunda mano sobre la tierra del Carmelo, pero que en realidad nunca hemos estado allí? Como resultado de nuestra transformación en el amor, "nos hacemos buenos." Juan de la Cruz proclama enérgicamente: "Con qué poca frecuencia se celebra esta divinización en nuestra tradición."
5.2 Un despertar
Además de viajar a través de la noche o subir una montaña, Juan utiliza otra imagen para describir el viaje. Escribe que "el centro del alma es Dios" y que nuestro viaje en la vida es hacia ese centro.[15] Pero en lugar de concebir un centro distante que requiere un arduo viaje, Juan dice que aún con el primer grado del amor estamos en ese centro. Con un grado de deseo, de anhelo, de esperanza, aunque sea difícil expresarlos.
Nuestra teología hoy refuerza esta observación de Juan. Estrictamente hablando no existe el mundo natural. Lo que existe es un mundo lleno de gracia, desde el comienzo, creación y redención van juntas de la mano. En otras palabras, nuestras vidas están impregnadas de la presencia amorosa, vivificante y sanadora de Dios, es decir, de la gracia increada. En lugar de buscar un centro escondido y distante, ese centro se ha acercado a nosotros.
Entonces, ¿qué es el viaje? El viaje -dice Juan- es entrar en la profundidad de Dios. Pero estamos unidos con Dios a lo largo de todo el camino porque la divinización es un proceso continuo. Así, la meta descrita por nuestros autores carmelitas es una que se va realizando en cada alma que desea más.
"Y ahora te despiertas en mi corazón, donde en secreto moras", escribió Juan de la Cruz. Pero en su comentario él se corrige a sí mismo y dice que no fuiste "tú" quien se despertó, sino que fui yo quien despertó al amor siempre presente y siempre a mi alcance. Este despertar, y el cambio que se produce en la vida de la persona, es la llamada del Carmelo. Podemos llegar a la conclusión de que muchos Carmelitas y tantos otros han llegado a la "cima" del Carmelo. Y se llega a la cima, no sólo cuando una persona se extasía en la iglesia, sino cuando una vida expresa más y más la voluntad de Dios.
5.3 Querer lo que Dios quiere
El propósito de la oración es conformarse con la voluntad de Dios, escribió Teresa de Ávila. La persona orante está cada vez más en unión con Dios y esta unión se expresa en que la persona más y más desea lo que Dios desea. Nosotros no nos hacemos más fuertes a través de la ascética y por tanto luchando por someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios. No, el amor de Dios nos invita a la transformación de nuestro deseo para que nosotros deseemos lo que Dios desea; queremos lo que Dios quiere, dice Juan, "donde lo que tú quieres que pida pido, y lo que no quieres no quiero, ni aun puedo, ni me pasa por pensamiento querer."[16]
La divinización es la participación gradual en el conocimiento y el amor de Dios. El peregrino queda así transformado que todos sus modos de vivir se convierten en expresión de la voluntad de Dios. Si podemos interpretar lo que Jesús dijo, que la voluntad de Dios es el bienestar de la humanidad, entonces la persona orante vive más allá de ese bienestar. En otras palabras, la persona transformada y divinizada vive de una forma que coopera con el reino presente y venidero de Dios.
Estas personas son difíciles de identificar. El Maestro Eickhart nos previene que una persona que vive desde su centro, vive en la voluntad de Dios. Dice que mientras otros ayunan, ellos comen; mientras otros están en vigilia, ellos duermen; mientras otros oran ellos están en silencio. Después de todo, cuál es el propósito de la vigilia, de la oración, del ayuno si no es vivir del centro del alma que es Dios. Claro que él está exagerando al expresar su punto ya que nuestro peregrinar nunca acaba de este lado de la muerte. El tema es, la absoluta humanización de la persona transformada.
Teresa nos dice que estas personas no están continuamente conscientes de su vida espiritual. La interioridad se convierte cada vez menos en un punto de enfoque. Ni Dios les preocupa, porque del modo que viven expresan su relación con Dios. La meta nunca fue llegar a ser un contemplativo, o un santo, o tener una vida espiritual. La meta siempre fue querer lo que Dios quiere, en una consonancia de deseo.
En la conclusión de la Regla Carmelita, Alberto, Patriarca de Jerusalén y el legislador escriben: "Estas breves indicaciones os las hemos escrito con el fin de establecer para nosotros la fórmula de vida, según la cual habréis de conduciros. Si alguno está dispuesto a dar más, el Señor mismo, cuando vuelva, se lo recompensará."[17] Kees Waaijman del Instituto Tito Brandsma de Nimega ve en esta afirmación una clara alusión al pasaje del Buen Samaritano. El carmelita asume el papel del posadero. Sus planes y el orden de su casa se ven alterados cuando un forastero trae un hombre apaleado para que lo cuide. El forastero le pide al posadero que cuide de aquel hombre apaleado y si gasta algo más, esto es, si hace más, el forastero se lo pagará cuando vuelva.
El forastero, Cristo, le pide al carmelita que cuide de Su gente durante su ausencia. Aunque el huésped no es esperado y el orden de la casa es alterado, el posadero obedientemente se ocupa del hombre herido, quizás sin envolverse emocional o personalmente, y con muy poca satisfacción. Kees concluye que toda entrega auténtica es esencialmente oscura. La Presencia que se encuentra en lo profundo del corazón del carmelita es una noche que guía, una llama que sana, una ausencia reveladora.
Los frailes no tienen necesidad de excusarse por no ser auténticos carmelitas. Nuestra espiritualidad no trata de un ascetismo heróico, pero sí del amor de Dios que conquista y toca cada corazón y lo ha hace adolecer, de otro modo no estaríamos aquí.
Asumiendo que en la cima del Carmelo nos sentimos como en casa, es decir, en los brazos de Dios, y a la vez siempre necesitados de su misericordia, nuestro ministerio es hacer asequible la tradición del Carmelo para ayudar a nuestros hermanos y hermanas a "ver" y "oír" la presencia de Dios en sus vidas.
Para mantener viva esta llama en los otros, parecería correcto que nosotros primero la hayamos aceptado en nuestras vidas. Si escuchamos nuestros corazones, conoceremos los corazones de la gente con la que trabajamos y le serviremos mejor. Desempolvemos cualquier vocación carmelita y encontraremos un ascua esperando convertirse en una llama, una llama que anhela la totalidad, la paz, la seguridad, el gozo, la unidad y que encuentra su mejor expresión en el servicio a nuestros hermanos y hermanas. Para eso vinimos. Para eso estamos aquí.
5.4 Resumen
"Entrar al Carmelo" no es simplemente entrar en un edificio, unirse a una comunidad, y asumir un ministerio, sea éste contemplativo o apostólico. Puede ser eso ciertamente, pero, "entrar al Carmelo" es también entrar en un drama que se realiza en lo profundo de cada vida humana. Ese drama del encuentro del espíritu humano con el Espíritu de Dios es esencialmente inefable.
Los carmelitas son exploradores del lugar secreto donde Dios habita, ese lugar del espíritu humano donde el Misterio se dirige al espíritu. El Carmelo honra esa prístina y privilegiada relación entre criatura y Creador. Los místicos carmelitas han usado las imágenes de los desposorios y, con frecuencia, la historia de amor del Cantar de los Cantares para captar la intimidad del encuentro. El paisaje del Cantar comienza a darle forma a la "tierra del Carmelo."
El propósito de la oración es la conformidad con la voluntad de Dios nos dice Teresa de Ávila. En esta relación los deseos del peregrino son transformados de tal manera que cada vez más el cristiano exprese en su vida aquellos deseos que están conformes con los deseos de Dios. Si decimos que la meta del amor de Dios es el bienestar de la humanidad, entonces el cristiano transformado vive de una manera que naturalmente coopera con el reino de Dios.
5.5 Preguntas para la reflexión
- ¿Quiénes son las personas verdaderamente santas en mi experiencia? ¿Cómo son?
- ¿Entiendo la vida espiritual como un ascenso heroico, o como un despertar a un amor que brota del centro de mi ser?
- ¿Estoy dispuesto a confiar, de un modo práctico, que el amor de Dios es gratuito, imposible de ser ganado? ¿Existen maneras sutiles en que intento asegurar mi valía?
- "Descansad, todo se ha hecho", dijo un teólogo de la gracia. ¿Qué puede significar esta frase?
[1] Teresa de Ávila, Libro de la Vida en Obras Completas por Efrén de la Madre de Dios, OCD, BAC (Madrid), 1967.
[2] Ronald Rolheiser, The Holy Longing (New York: Doubleday, 1999), 27.
[3] Teresa de Ávila, Camino de Perfección, cap. 19 no. 2.
[4] Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, Obras Completas, Editorial de Espiritualidad, 1980.
[5] Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, estrofa 7.
[6] Marie Dennis, Reny Golden, Scott Wright, Oscar Romero (Maryknoll: Orbis Books, 2000), 19.
[7] Ibid,. 28.
[8] Teresa de Ávila, Vejamen, Sobre las palabras "Búscate en mi", Obras Completas, pág. 1134-1136.
[9] Romanos 9, 16.
[10] Ratio Institutionis Vitae Carmeltinae, no. 24.
[11] Günter Benker, "Abrirse al futuro de Dios" en The Mission of Carmel for the Third Milennium (Melbourne: Carmelite Communications, 1999), 51.
[12] Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, estrofa, 36.
[13] Teresa de Ávila, Moradas del Castillo Interior, Segunda Morada, cap. 1 no. 2.
[14] Maestro de la fe, Carta Apostólica de Juan Pablo II, 22, 23.
[15] Juan de la Cruz, Llama de amor viva, estrofa, 1, nº 12.
[16] Juan de la Cruz, Llama de amor viva, estrofa, 1 nº 36.
[17] Constituciones de la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, Epílogo
[2] Ronald Rolheiser, The Holy Longing (New York: Doubleday, 1999), 27.
[3] Teresa de Ávila, Camino de Perfección, cap. 19 no. 2.
[4] Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, Obras Completas, Editorial de Espiritualidad, 1980.
[5] Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, estrofa 7.
[6] Marie Dennis, Reny Golden, Scott Wright, Oscar Romero (Maryknoll: Orbis Books, 2000), 19.
[7] Ibid,. 28.
[8] Teresa de Ávila, Vejamen, Sobre las palabras "Búscate en mi", Obras Completas, pág. 1134-1136.
[9] Romanos 9, 16.
[10] Ratio Institutionis Vitae Carmeltinae, no. 24.
[11] Günter Benker, "Abrirse al futuro de Dios" en The Mission of Carmel for the Third Milennium (Melbourne: Carmelite Communications, 1999), 51.
[12] Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, estrofa, 36.
[13] Teresa de Ávila, Moradas del Castillo Interior, Segunda Morada, cap. 1 no. 2.
[14] Maestro de la fe, Carta Apostólica de Juan Pablo II, 22, 23.
[15] Juan de la Cruz, Llama de amor viva, estrofa, 1, nº 12.
[16] Juan de la Cruz, Llama de amor viva, estrofa, 1 nº 36.
[17] Constituciones de la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, Epílogo
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