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viernes, 19 de agosto de 2011

'las clínicas del espíritu'


Capilla de Nuestra Senora de la Medalla Milagrosa en Francia
Este es uno de los mayores centros de peregrinación. En esta capilla, la Virgen María se apareció en 1830 a una novicia de las Hijas de la Caridad, Santa Catalina Labouré,

para dar al mundo una medalla.
Este sencillo objeto, a todos destinado sin distinción, recopila, por su rico simbolismo, los misterios de la fe cristiana.
Cuando estalla en París, en febrero de 1832, una terrible epidemia de cólera que va a causar más de 20 000 muertes, las Hermanas empiezan a distribuir las primeras medallas. Se multiplican las curaciones así como las protecciones y conversiones. Es un verdadero maremoto. El pueblo de París califica la medalla de “milagrosa”.


Los santuarios todavía pueden contribuir eficazmente a frenar la secularización y a incrementar la práctica religiosa, convirtiéndose, cada vez más, en lugares de nueva evangelización.

Es lo que se lee en una Carta circular, firmada por el cardenal Mauro Piacenza y por el arzobispo Celso Morga Iruzubieta, presidente y secretario de la Congregación para el Clerorespectivamente, que ha sido dirigida, a través de los obispos, a los rectores de los santuarios de todo el mundo.

“En un clima de secularización difundida- se lee en el texto-, el santuario continúa representando, hoy en día, un lugar privilegiado en el que el hombre, peregrino en esta tierra, experimenta la presencia amorosa y salvífica de Dios”.

En el santuario, escribe la Congregación para el Clero, se “encuentra un espacio fecundo, lejano de los asuntos cotidianos, donde poderse recoger y recibir vigor espiritual para retomar el camino de fe con mayor ardor y buscar, encontrar y amar a Cristo en la vida ordinaria, en medio del mundo”.

Además, se lee, “la piedad popular es de gran importancia para la fe, la cultura y la identidad cristiana de muchos pueblos".

"Esta es la expresión de la fe de un pueblo, verdadero tesoro del pueblo de Dios en la Iglesia y por la Iglesia: para entenderlo, basta imaginar la pobreza que resultaría para la historia de la espiritualidad cristiana de Occidente la ausencia del Rosario o del Vía Crucis, o de las procesiones. Son sólo ejemplos, pero suficientemente evidentes para destacar su condición imprescindible”.

Esta es la razón por la que se afirma que los responsables de la pastoral en los santuarios tienen el deber de “instruir a los peregrinos sobre el carácter absolutamente preeminente que la celebración litúrgica debe asumir en la vida de todo creyente".
"La práctica personal de formas de piedad popular no es obstaculizada o rechazada, sino que es favorecida, pero no puede sustituir la participación en el culto litúrgico”.

En la carta se insiste, además, en la confesión, porque “el santuario es también el lugar de la permanente actualización de la misericordia de Dios”.

Para este propósito es necesario “favorecer, y donde sea posible, intensificar la presencia constante de sacerdotes que, con ánimo humilde y acogedor, se dediquen generosamente a la escucha de las confesiones sacramentales”.

La carta destaca “el vínculo estrecho que liga la confesión sacramental a una existencia nueva, orientada a una decidida conversión”.

Y señala como oportuno que estén “en lugares adecuados (por ejemplo, la capilla de la Reconciliación) que tengan confesionarios provistos de un red fija”.

En la carta se destaca la necesidad de potenciar “la formación de los confesores para el cuidado pastoral de quien no ha respetado la vida humana desde la concepción hasta su término natural”.
Se pide que los sacerdotes “estén bien formados en la doctrina y no dejen de actualizarse periódicamente en cuestiones relativas al ámbito moral y bioético".

También "que en el campo matrimonial respeten lo que con autoridad enseña el magisterio eclesial".

Y "que eviten manifestar en la sede sacramental las doctrinas privadas, opiniones personales o valoraciones arbitrarias no conformes a lo que la Iglesia cree o enseña”.

En cuanto a las misas celebradas en los santuarios, la Congregación para el Clero recuerda la dignidad necesaria.

En este sentido, destaca la importancia del canto gregoriano, polifónico o popular y de la selección adecuada de "los instrumentos musicales más nobles (órganos de tubos y similares) así como las vestiduras que visten los ministros junto con los ornamentos utilizados en la liturgia".

"Un estilo de celebración que introduzca innovaciones litúrgicas arbitrarias, además de generar confusión y división entre los fieles, afectan a la venerada tradición y a la autoridad de la Iglesia además de la unidad eclesial”, señala.

Después de invitar a promover la adoración eucarística, la carta exhorta a dar “una notable importancia al sitio del tabernáculo en el santuario (o también una capilla destinada exclusivamente a la adoración del Santísimo), ya que es en sí mismo un 'imán', invitación y estímulo a la oración, a la adoración, a la meditación, a la intimidad con el Señor”.

Finalmente, continua la carta, “que los santuarios, en la fidelidad a su gloriosa tradición, no se olviden de su compromiso con las obras caritativas y con el servicio de asistencia, con la promoción humana, con la salvaguarda de los derechos de la persona, con el compromiso con la justicia, siguiendo la doctrina social de la Iglesia”.

En una entrevista a Radio Vaticano, el cardenal Mauro Piacenza explicó que “esta carta a los santuarios tiene, principalmente, el objetivo de insertarse en el movimiento de la nueva evangelización que une, un poco, a todos en la Iglesia”.

“Se quiere concentrar la atención sobre estos lugares que Pablo VI llamaba 'las clínicas del espíritu' -añadió el purpurado-, porque en un periodo de vasta secularización, los santuarios tienen una misión más que nunca, porque quizás las personas que no frecuentan regularmente la Iglesia o que no la frecuentan en absoluto, al encontrarse en un viaje o de vacaciones, por un interés artístico o diversas razones deciden entrar en un santuario”.

Ejemplo :


La Capilla del Padre Pío está situada en el pueblo de San Giovanni Rotondo, al sur de Italia, y es el segundo sitio católico mas visitado de todo el mundo. Me imagino que el primero es el vaticano, pero sorprende saber que esta sencilla iglesia donde descansan los restos del Padre Pío de Pietrelcina es tan concurrido.
Este hombre, un monje y místico capuchino muy conocido por su devoción a Dios, por curar a los enfermos  y tener ciertas habilidades místicas murió en 1968 y fue declarado santo en 2002. Nacido como Franceso Forgione el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcino provenía de una ferviente familia católica y se convirtió en monje en 1903 para sumarse a la orden capuchina un año más tarde. En 1916 fue enviado a San Giovanni Rotondo y aquí se quedó el resto de sus 52 años de vida.
xti 4127 Visita el Santuario del Padre Pío
Se dice de él que tenía experiencias místicas y habilidades supernaturales, que podía producir milagros, hacer profesías, estar en dos lugares a la vez y leer las almas o conversar con los espíritus y tener comunicaciones diarias con su ángel de la guarda. Incluso tuvo estigmas y se dice que debido a su santidad era atacado constantemente por el Diablo por lo que siempre tenía marcas, cortes y golpes visibles.
Bien, que el santuario o capilla se centra en su tumba que está a su vez dentro de la Iglesia Santa maría de la Gracia. Detrás vemos una gilesia moderna construida en 2004 que acomoda 6500 personas y es el centro de peregrinación. Abre todos los días y la entrada es gratuita.

“Entonces -explicó-, se podrían unificar de alguna manera todos estos elementos para propiciar el encuentro con el Señor, la revisión de la propia vida, a través de todos los elementos que el santuario lleva consigo”.

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