...Quítame todo aquello que
Me aparta de ti;
Señor mío y Dios mío,
Dame todo aquello que
Me acerca a ti;
Señor mío y Dios mío,
Sácame de mí mismo para darme enteramente a ti»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo,
no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo:
«La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae
tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás
le contestó: «Señor mío y Dios mío».
Dícele Jesús:
«Porque
me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».
Jesús es bueno y va al encuentro de Tomás. Pasados ocho días, Jesús se aparece
otra vez y dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y
métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente» (Jn 20,27).
—Oh Jesús, ¡qué bueno eres!
Si ves que alguna vez yo me aparto de ti, ven a mi
encuentro, como fuiste al encuentro de Tomás.
La reacción de Tomás fueron estas palabras: «Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28).
¡Qué bonitas son estas palabras de Tomás!
Le dice “Señor” y “Dios”. Hace un
acto de fe en la divinidad de Jesús. Al verle resucitado, ya no ve solamente al
hombre Jesús, que estaba con los Apóstoles y comía con ellos, sino su Señor y
su Dios.
Jesús le riñe y le dice que no sea incrédulo, sino creyente, y añade: «Dichosos
los que no han visto y han creído» (Jn 20,28). Nosotros no hemos visto a Cristo
crucificado, ni a Cristo resucitado, ni se nos ha aparecido, pero somos felices
porque creemos en este Jesucristo que ha muerto y ha resucitado por nosotros.
Oremos:
«Señor mío y Dios mío, quítame todo aquello que
me aparta de
ti;
Señor mío y Dios mío, dame todo aquello que
me acerca a ti; Señor mío y
Dios mío,
sácame de mí mismo para darme enteramente a ti»
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Fuente:
www.iterindeo.blogspot.com
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